jueves, 5 de enero de 2012

Catástrofe y ética. por Javier Hernández Álpizar

Se trata de una discusión atinente en tiempos no solamente de mucha cobardía, y falsa esperanza, sino de mala conciencia y narrativas que buscan responsabilizar a uno o a unos pocos de una catástrofe.


Como esos cangrejos que tienen una pinza pequeña y una desmesuradamente grande. Así se han desarrollado de manera dispareja, inicua, monstruosa, dos capacidades o facultades humanas: la de hacer (la de construir, fabricar, producir, la poiesis, pero también la de la praxis, la de actuar entre humanos, y con grandes consecuencias como en la guerra, el comercio, el derecho y la política) y la capacidad de representarnos o imaginar las consecuencias de nuestras acciones. Esa es la situación de los seres humanos desde el siglo XX a la fecha, y fue puesta en evidencia con dos fenómenos monstruosos: el exterminio de seres humanos en Auschwitz y en Hiroshima (y Nagasaki).


En ambos casos, los seres humanos fueron reducidos a una cifra, a un insumo en la industria de la muerte, en el primer caso por la maquinaria política y militar de destrucción de vidas humanas que fue el nazismo; en el segundo caso por la bomba atómica desarrollada por científicos y técnicos para el gobierno de los Estados Unidos y usada por los políticos y militares estadounidenses contra los japoneses.

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