lunes, 30 de enero de 2012

Breves memorias de Nicaragua. Por Sergi Jiménez Márquez

Ha ocurrido un terrible terremoto en Haití… lluvias torrenciales en la India destrozan cientos de hogares... cientos de niños mueren de hambre cada año en África… hoy ha habido un atentado suicida en Kabul… noticias, sucesos, imágenes de televisión, comentarios en los bares, con los amigos, en la calle… Todo es preocupante, pero todo parece irreal, todo ocurre en lugares tan extraños y lejanos que parece que no son ciertos, las malas noticias inundan nuestros hogares tan frecuentemente que pasan a convertirse en un zumbido ajeno del que ni siquiera nos planteamos nada.


Sólo estando allí, solamente conviviendo cara a cara con la pobreza, con la miseria, con la escasez, con la enfermedad… sólo así puedes conocer la realidad. En Nicaragua aquellas caras de niños malnutridos, de hombres cansados, de jóvenes que apenas habían podido ir a la escuela, de mujeres humildes que se conforman con hervir un poco de arroz se convirtieron en reales. Conocía sus nombres y ellos el mío, tenían, al igual que yo, sentimientos, emociones, necesidades físicas y afectivas… Nuestros ojos cruzaron miradas, nuestras manos se tocaron, nuestros cuerpos se abrazaron, trabajábamos juntos a diario para conseguir finalizar con éxito el proyecto de construcción que habíamos financiado principalmente nosotros mismos con la venta de camisetas. Y lo conseguimos, todo era divertido, todo fue maravilloso, como una historia de cine en la que todos son felices y todo acaba bien, en la que seres humanos colaboran y trabajan unidos en la búsqueda de objetivos.

Llegó el último día, el de la despedida, la despedida de un grupo de personas que habían establecido un vínculo muy fuerte de comprensión y de afecto durante un tiempo, y lloré, lloré mucho y lloramos todos, ellos y nosotros. Las despedidas siempre son tristes, pero aquello para mí fue mucho más que una despedida, aquello significó para mí el interrogante más grande que jamás me he planteado ¿Y por qué? ¿Por qué el mundo es así? ¿Por qué viven en la miseria, en la ignorancia, en la escasez, en el abandono y olvido de este mundo? ¿Por qué se permite? Tantos porqués por resolver y yo me tenía que ir, me iba a mi casa con mi tele y mi ordenador, con mis comodidades, mis amigos, mis fiestas, mi salario, mi trabajo… Ellos se quedaban, se quedaron en sus casas construidas con cañas, madera y tierra seca, con sus harapos, con sus miserias, hirviendo tal vez dos tristes mazorcas en una olla sucia impregnada de hollín debido a la combustión del carbón como pude observar varias veces, allí se quedaron, con su incansable búsqueda del bienestar que nunca encontrarán…

http://difusionrebelde.blogspot.com/

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