Quinto capítulo de Crónicas de Siria, realizadas clandestinamente durante estas Navidades en la ciudad sitiada de Homs, Siria.
Encaramado en una tarima, Mohamed al Dalaub, un obrero de 23 años, arranca una canción. Hombres, mujeres y niños le hacen de coro y comienzan a bailar como si de una fiesta se tratara. Solo que la fiesta, como en el resto de Siria, puede acabar bañada en sangre.
“Cuando la libertad llama a tu puerta el miedo desaparece”. Así explica al Dalaub que continúen las marchas.
Encaramado en una tarima, Mohamed al Dalaub, un obrero de 23 años ataviado con una camiseta roja, arranca una canción que ya ha sido memorizada por los centenares de personas que acuden casi a diario a las manifestaciones del barrio de Baba Amr, en la ciudad siria de Homs. “Venga Bashar,lo que haces está mal. Vete y deja Siria en paz”. Hombres, mujeres y niños le hacen de coro, se dejan llevar por el ritmo del tambor golpeado por Mohamed Darmush, un pintor de 23 años, y comienzan a bailar como si de una fiesta se tratara. Solo que la fiesta, como en el resto de Siria, puede acabar bañada en sangre porque las fuerzas de Seguridad, desde hace nueve meses, intentan acallar con sus armas los gritos que exigen libertad.
Las manifestaciones en Siria comienzan con música y suelen terminar con disparos. En cada barrio de Homs, ciudad cercada desde hace cinco meses, cada noche se celebra una demostración de repulsa al régimen. Ya han dejado de tener la improvisación que las marcaba al principio, y el principal ejemplo de ello es que cada una cuenta con sus propios cantautores revolucionarios como Al Dalaub o su compañero Zakiah Ahmad, un obrero de 22 años, que dedican los días a componer y ensayar junto a Darmoush en una humilde vivienda los temas que entonarán por la noche.
“Al principio era un caos, los manifestantes gritábamos consignas sin coordinarnos. Poco a poco decidimos buscar a quien tuviera mejor voz, más potente, para que nuestras voces motivaran a la gente”, explica Ahmad. Así surgió la idea de asignar cantautores a las marchas, otra forma, para ellos, de luchar por su libertad. “Yo exigo mis derechos gritando, me vengo de los crímenes de Assad cantando por la libertad”, continúa el joven.
“Cuando la libertad llama a tu puerta el miedo desaparece”. Así explica al Dalaub que continúen las marchas pese a la represión del régimen. Para los tres jóvenes, su nueva ocupación desde que comenzó la revolución popular siria que exige el final de la dictadura es algo más que una afición. “Antes de esta revolución, esta entrevista hubiera sido imposible. Incluso una reunión como ésta nos habría costado la cárcel. El régimen nos prohíbe hasta acampar. Ahora no podemos dejar de salir a las calles”, explica Al Dalaub. “Hemos saboreado la libertad, ¿cómo podemos olvidarnos de su sabor?”. Darmoush coincide en ello. “Vivimos en una enorme prisión, y por fin hemos perdido el miedo. Ahora podemos hablar en alto, demostrar que no necesitamos a Bashar y rendir homenaje a Hama”.
La matanza de Hama de los años 80, cuando el régimen aplastó lo que calificó de insurrección islamista en una operación militar que costó entre 10.000 y 20.000 vidas, según diferentes estimaciones, no tuvo repercusión en el exterior por la escasez de periodistas y la ausencia de Internet o teléfonos móviles. Para los sirios sigue siendo una herida abierta, una muestra de lo que es capaz su régimen con tal de doblegarles. Y la relativa visibilidad que le dan ahora las redes sociales y los precedentes creados por las revoluciones árabes constituyen la mejor oportunidad, consideran, de lograr libertad. Por eso estiman que “ya no hay vuelta atrás”.
Los cantautores políticos son un fenómeno nuevo surgido a raíz de la revolución siria, y a medida que ésta se asienta, ellos perfeccionan su forma de actuar. Han creado una red mediante Facebook para conectar con otros intérpretes en todo el país, darse información de las protestas y coordinar los temas con los que ponen música a las manifestaciones, así como la letra de los mismos.
Como el resto de Homs, los tres jóvenes sufren duras consecuencias por participar en la revolución. A Mohamad, un ataque con un lanzagranadas contra su casa hace unos días le dejó las manos quemadas; uno de sus amigos falleció en esa explosión. En el caso de Mohamed Darmush, su hermano fue detenido por las fuerzas de Assad. “Le dispararon en una pierna y le arrestaron. Nos dijeron que le liberarían si me entregaba. Los espías les habían dado mi nombre, aunque es fácil reconocerme por los vídeos. Contratamos a un abogado, pero no pudo hacer nada más que verle. Mediante él, mi hermano me envió un mensaje que decía ‘sigue manifestándote, sigue en las calles, yo estaré bien’”.
“Incluso la gente que se queda en sus casas, que ni siquiera sale a manifestarse, muere.Prefiero morir exigiendo mis derechos antes que morir callado”, subraya Zakiah Ahmad, de 22 años. El riesgo es omnipresente, y los rostros de los tres jóvenes son bien conocidos dado que las grabaciones de las protestas llevan desde hace meses siendo difundidas por Internet.
“Si me arrestan me cortarán la cabeza”, apunta Darmush. “Nos arrancarán la garganta”,disiente Dalaub, recordando el conocido caso de Ibrahim Qashoush, un cantante que animaba las manifestaciones de Hama hasta que fue arrestado por el régimen: le arrancaron las cuerdas vocales.
A Khaled Ikrahied, su equivalente en el barrio de Homs de Bab Hud, en el centro histórico de Homs, le arrestaron y torturaron. “El cadáver fue entregado a su familia en tan mal estado queera irreconocible”.
Eso no les disuade de seguir animando cada marcha que se celebra con sus voces y sus tambores. Como dice Mohamed al Dalaub, “cuando ves los crímenes que se están cometiendono puedes quedarte de brazos cruzados, lamentándote. Hay que hacer algo, hacer cualquier cosa para tratar de evitarlo. Y cuando no puedes hacerlo con tus manos hay que hacerlo con la lengua, denunciándolo, y si tampoco funciona con el corazón. Nosotros cantamos con el corazón. Ya Bashar, lo que haces está mal. Vete y deja Siria en paz”.
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