lunes, 9 de enero de 2012

La fuerza de la primera fuerza.Por Carlos Fonseca Terán

Por Carlos Fonseca Terán
 

Dice Gioconda Belli en uno de sus más recientes artículos, titulado “La fuerza de la segunda fuerza”: Dichoso Daniel Ortega que está convencido que tanta gente cree en él. Dichosa ella, diríase en cambio, que está convencida de que su candidato, Fabio Gadea Mantilla, obtuvo una avalancha de votos suficiente para que una fuerza que no existía pudiera colocarse como segunda fuerza, y pobres Ortega y los suyos, que según el insólito análisis de la laureada escritora bien harían en poner su barba en remojo.

El optimismo ha sido una debilidad característica de este humilde opinador, a quien por eso le resulta inevitable poner atención a quienes muestran tan agradable defecto, aunque con frecuencia también frustrante, pero dichosamente no por experiencia propia, contrario a lo que es muy probable que suceda con el júbilo mostrado en el mencionado artículo, jamás escrito con tanto aplomo de vencedora por quien se identifica con una agrupación electoral que acaba de perder unas elecciones en una relación de dos a uno (la más apabullante derrota electoral sufrida jamás por fuerza política alguna en la historia de Nicaragua), a pesar de tener a su favor los dos únicos medios de comunicación escrita en el país y el apoyo de quienes ejercen la hegemonía ideológica y un poder omnímodo en lo económico, lo político y lo militar a nivel mundial. Pero esta insigne poeta y novelista que como con frecuencia ocurre en su medio, confunde la realidad con la fantasía, no se inmuta ante esto y se atreve a afirmar que el candidato del PLI alcanzó en estas elecciones uno de los triunfos más rotundos jamás vistos en la política nicaragüense. Verdaderamente alucinante.

Según Gioconda Belli, la “avalancha de votos” recibida por su candidato fue causada por lo que ella llama la guerra sin cuartel (del “orteguismo”) contra la clase media, la intelectualidad, y todos los que se sienten excluidos, atacados injustamente y cuya libertad está amenazada, luego de haberse referido en otra parte y sobre el mismo tema, al “atropello” del campesinado pobre que, atacado en sus derechos democráticos, se aglutinó en estas elecciones en la Alianza PLI.

Belli identifica como causa de lo que ella considera la confrontación entre el FSLN y la clase media, la evidente contradicción que estaría planteada entre una eventual alianza del “orteguismo” con el gran capital y su necesidad política de continuar presentándose como representante de los pobres al que, imposibilitado de atacar a sus supuestos nuevos aliados (es decir, los sectores más pudientes del país), no le queda más salida que designar a la clase media como el enemigo necesario y por tanto, estigmatizar a este sector como símbolo de una derecha que en realidad no es tal, presentándolo en su discurso como la burguesía que tampoco es y que ha sido siempre la clase contrarrevolucionaria por naturaleza en el imaginario histórico del sandinismo, aunque dentro de esta lógica la nunca bien formada burguesía nacional (y por tanto no tan real ni mucho menos auténtica), representada por el liberalismo “de cepa” (para decirlo en buen nicaragüense), estaría ubicada (producto del Pacto entre Ortega y Alemán) de igual manera que la oligarquía (representada por el COSEP y algunos millonarios independientes, según la lógica de este análisis), como aliada temporal de un sandinismo oficialista cuya obsesión por el poder lo habría despojado de todos sus referentes éticos tradicionales, necesarios sin embargo en su discurso.

Es necesario hacer un alto aquí para explicar (o más bien confesar) que en realidad el análisis de la autora en cuestión no profundiza lo suficiente como para llegar a estas últimas conclusiones, las que sin embargo serían no sólo consecuentes con su planteamiento, sino con toda seguridad, suscritas por ella. En otras palabras, su punto de vista es tan erróneo que se hace inevitable darle esta pequeña ayuda para poderlo rebatir de manera total, es decir evitando que los argumentos a ser planteados aquí en oposición a los suyos deban arrastrar consigo sin tener por qué hacerlo, las limitaciones intelectuales propias de la evidentemente pobre formación teórica de una escritora entre cuya excelencia literaria y la calidad política de su discurso es inevitable advertir una relación inversamente proporcional o lo que es igual, perfectamente contradictoria, como suele suceder a ciertos escritores de talla mundial como ella cuando su fanatismo ideológico les lleva a terminar exhibiendo un ego intelectual superior a su inteligencia, haciendo gala de un diletantismo político tan tentador y temerario como navegar en un exhuberantemente bello y caudaloso río que derramara su portentosa inmensidad en el hermosísimo pero fatal precipicio de una gigantesca catarata.

Dice Gioconda Belli: …Ya que se aliaron con el capitalismo y la clase alta; ensañarse con la clase media es el error más grande que pueden cometer. El FSLN, defensor de los intereses de las clases populares y con la presencia abrumadoramente mayoritaria de éstas entre sus cuadros y militantes, ha definido un marco de convivencia con el gran capital en base a la negociación y en aras de la estabilidad necesaria para cualquier proyecto que pretenda el desarrollo del país. La necesidad misma de esa convivencia y esas negociaciones habituales entre actores tales como el gobierno, la empresa privada gremialmente organizada y los trabajadores a través de sus organizaciones sindicales, demuestra que el FSLN no representa ni defiende los intereses de los sectores pudientes de la sociedad (pues si así fuera no necesitaría negociar con ellos para establecer el marco de esa convivencia que necesariamente, sólo ocurre entre sujetos esencialmente distintos entre sí), aunque trate de evitar confrontaciones innecesarias y contraproducentes con dichos sectores. Los gobiernos de los ricos simplemente dejan que el mercado lo arregle todo, y por eso cuando los ricos gobiernan son frecuentes los conflictos sociales violentos como fase previa a cualquier negociación que en esos casos, resultan procesos forzados por la lucha de los trabajadores, siempre que éstos logren ejercer la presión suficiente; habiendo contado en esa lucha y en todo momento, con el apoyo del FSLN desde la oposición durante los tres gobiernos nicaragüenses de derecha entre 1990 y 2006.

Es evidente que entre sus aliados políticos, el FSLN no cuenta con los grandes empresarios, apenas una parte de los cuales está en el COSEP, al que pertenece también un apreciable y quizás hasta mayoritario segmento de la clase media, incluyendo algunos que lo hacen para sentir que se “codean” con la crema y nata de la burguesía, hasta el punto de que en cierto momento fue electo como Presidente de esta organización alguien cuya única empresa propia consistía en un consultorio pediátrico. Lo que el FSLN ha logrado establecer desde su condición de fuerza gobernante ha sido una inédita y por cierto muy exitosa búsqueda de consenso entre los tresa actores antes señalados (empresarios, trabajadores y gobierno), este último como mediador formal, pero en manos de una fuerza política identificada con los intereses de los trabajadores. Esto, lejos de contradecirse con los antagonismos de clase, es una expresión de la existencia de éstos, pero también de la necesidad de poner en primer plano la estabilidad que necesita el país precisamente para que, en defensa de los intereses de las clases populares que siempre ha representado, el gobierno sandinista cuente con las condiciones más apropiadas que necesita el país para continuar impulsando la transformación revolucionaria de la sociedad nicaragüense con métodos que incluyen la participación a largo plazo, del sector privado convencional de la economía, pero promoviendo a la vez el protagonismo creciente de los sectores populares en este ámbito, es decir la socialización de la propiedad que, siendo característica fundamental del socialismo, se presenta ahora de esta manera en la búsqueda de un nuevo modelo socialista impulsado tras el derrumbe del socialismo burocrático y estatista del siglo XX, no teniéndose en cambio ahora como vía fundamental la estatización de la economía, sino su democratización mediante el ejercicio directo y creciente de la propiedad por parte de los trabajadores (obreros asociados, campesinos cooperativizados, pequeños propietarios de parcelas y microempresas de todo tipo, trabajadores por cuenta propia, comunidades indígenas, entre otros), de igual forma que en el ámbito político, el nuevo modelo socialista que se busca y a la vez se construye en los países del ALBA promueve el ejercicio directo del poder por las clases populares (en el caso de Nicaragua mediante el Poder Ciudadano) en lugar de la sustitución de las clases populares por el partido (que era lo usual en el modelo socialista anterior), de modo que la misión del partido sea ahora la conducción del proceso revolucionario ejercida mediante la comunicación persuasiva y perceptiva a través del trabajo político permanente de sus estructuras en todos los espacios institucionales y organizados de la sociedad, incluyendo por supuesto, el Poder Ciudadano, cuya institucionalización como expresión organizada de la democracia directa – y desde la que los ciudadanos, según este nuevo modelo socialista en construcción práctica y teórica, ejercen directamente el poder en lugar de que lo haga el partido – es una de las metas estratégicas del sandinismo.

El FSLN, pues, no es enemigo de la clase media ni necesita serlo. La antojadiza percepción de un sandinismo gobernante intencionalmente confrontado con la clase media no es más que una expresión de la egocéntrica adversidad mostrada en contra del FSLN por apenas una porción cuantitativamente muy reducida de ese sector culturalmente tan importante conocido como “los intelectuales”, que a su vez contituyen una pequeñísima parte de la clase media, pero cuyos debutantes apologistas y aspirantes a ideólogos no solamente se creen voceros de toda la clase media – en la cual, del mismo modo que en todos los ámbitos de la vida social, estos voceros autonombrados son una ínfima minoría -, sino que incluso pretenden hablar en nombre de toda la sociedad; entre otras cosas, es por eso que los exclusivos espacios herederos de los clubes sociales de antaño, con que se pretende dar forma organizada a este fenómeno se llaman a sí mismos “la sociedad civil”, aunque no representen siquiera a los pocos beneficiarios de los irrisorios proyectos sociales que manejan algunas ONGs involucradas en esa aventura política patrocinada por ciertas agencias creadas con ese fin por las potencias imperialistas, y que son verdaderos (aunque fracasados) ejemplos del asistencialismo y clientelismo electoral que tanto critican sus divulgadores oficiales y oficiosos.

Es oportuno aquí aclarar que la llamada clase media ni siquiera es una clase social, aunque suele confundirse con lo que en la modalidad eurocéntrica del marxismo se conoce como la pequeña burguesía, término poco apropiado para caracterizar en lo que de común tienen las estructuras sociales de América Latina y el Caribe, pero que es usado por Belli en su artículo, en cuyo lenguaje por consiguiente aún quedan resabios de un pasado ideológico propio del que sin embargo parece huir como de la peste. La clase media es un segmento social constituido por una amalgama de segmentos a su vez pertenecientes a diversas clases sociales que por ubicarse en el centro de la jerarquía social, una buena parte de sus integrantes lo son también de las clases populares y otra, de la burguesía e incluso, el segmento de la oligarquía con menor poder adquisitivo, puesto que la oligarquía está definida no únicamente por el ingreso, sino por el modo de vida y los vínculos sociales originados en la pertenencia a determinados clanes familiares en una sociedad como la nicaragüense, con notables rasgos culturales propios de la Edad Media y donde, tal como el suscrito ha afirmado en cierta ocasión, se ha entrado a la era de la Revolución Electrónica con instrumentos propios del Neolítico o Edad de Piedra avanzada, es decir una época anterior a lo que se considera como la civilización. Por lo general, la oligarquía asigna el papel de voceros promotores de sus valores – mal asimilados por la clase media que sin embargo, por lo general aspira a hacerlos suyos y cuyos integrantes a los cuales sus amos oligáquicos asignan este mencionado papel tienden gustosos a aceptarlo –, a quienes en sentido clasista y para decirlo en el marco de la realidad nicaragüense, son los hijos de casa de esa oligarquía que sienten su condición como parte de la clase media como una especie de estatus social y moral sagrado. Frecuentemente se trata de individuos tan alienados que viven amargados por torturantes complejos cuyo origen puede encontrarse en causas tan diversas como su extracción humilde, el color de su piel y otros aspectos de sus fenotipos, características entre las cuales existe una fuerte vinculación mutua en los países ex coloniales, como Nicaragua, donde la mayor parte de los ricos son blancos y la mayor parte de los pobres son mestizos. Debe recordarse aquí que uno de ellos hasta hizo de esos complejos su identidad electoral, presentándose a sí mismo en su candidatura presidencial como “el feo”, porque en una sociedad patriarcal y semimedieval como la nicaragüense, hasta en la estética prevalecen los criterios de la clase cultural e ideológicamente hegemónica, cuyos rasgos físicos son asumidos incluso por quienes no los poseen, como parámetros para medir belleza y fealdad.

Llama la atención – y vale la pena detenerse un instante en esto – la poco disimulada y ya mencionada apología de la clase media que hace Gioconda Belli en su artículo, tan enternecedoramente romántica como la que antes hacía ella misma del “proletariado”, lo que por cierto es una vieja práctica del marxismo dogmático, muy criticada nada menos que por ese Lenin tan actual que nunca escapa a las estigmatizaciones alusivas a él en contra de los revolucionarios del mundo, como cuando la escritora se refiere a Daniel Ortega aludiendo a un Leninismo del que no logra evolucionar. En lo que ya pasa a ser una especie de paroxismo apologético divorciado de la más elemental realidad, Belli llega a afirmar: No en balde es una verdad como una casa que todas las revoluciones, sin excepción, han sido lideradas por la clase media.
La clase media, tal como se le concibe en el contexto del capitalismo, no ha liderado jamás revolución alguna en la historia. Diferente es que la mayor parte de los líderes revolucionarios puedan ser ubicados en ese rango social por razones objetivas muy específicas, entre las que se destaca el hecho que de que casi todos ellos suelen pasar, en el proceso de su formación como tales, por las aulas universitarias, desde donde en cierta medida, en el caso de los que proceden de las clases populares entran en lo que se conoce para efectos empírico-sociológicos como la clase media, pero no es esta condición social como tal o en sí misma, sino su acceso al conocimiento que los coloca en dicha condición, lo que pasa a ser un factor clave para esta socialmente fortuita vinculación entre liderazgo revolucionario y clase media, debido a que el conocimiento adquirido en su formación académica permite comprender con mucha mayor facilidad que en otras condiciones, las causas de los problemas existentes en la sociedad, y quienes a partir de ello deciden luchar por erradicarlas – y al hacerlo asumen una posición de liderazgo en la lucha revolucionaria – lo hacen, no en defensa de la clase media a la cual circunstancialmente entraron mediante el acceso a ese conocimiento, sino en defensa de las clases populares que son, esas sí, las que han hecho todas las revoluciones, sin excepción y de la que suelen proceder aún muchos de los líderes revolucionarios que por lo general antes de llegar a serlo, se llegaron a vincular con la clase media por la vía ya mencionada. Este fenómeno, por cierto, fue abordado por Carlos Fonseca en aquel famoso documento donde analiza la situación del movimiento estudiantil en la Nicaragua de los años sesenta y la formación revolucionaria de los jóvenes estudiantes, así como la vinculación de la lucha revolucionaria con el acceso al conocimiento universitario. Es más, en el caso de Nicaragua el origen de los más connotados líderes revolucionarios de su historia es tan marcadamente popular, que incluso el más importante de todos, Augusto C. Sandino, ni siquiera podría decirse que en algún momento perteneció a la clase media. Pero lo más importante de todo es que aún en el caso de los líderes revolucionarios de clase media (casi todos ellos por la vía de su acceso a la educación universitaria, pero desde un origen popular), no es en nombre de la llamada clase media ni en defensa de intereses vinculados con dicho segmento de la sociedad que actúan en la realidad social, sino en defensa de los intereses de las clases populares, por lo general vinculados no sólo – y como es obvio – a su posición de clase, sino también a su origen de clase en el caso de Nicaragua.

Pero aún hay más sobre este tema: Una cosa es el origen de clase (a qué clase social pertenece la familia), otra cosa es la situación de clase (es decir, a qué clase social se pertenece según el modo de vida adquirido con posterioridad) y otra es la posición de clase (o sea, con qué intereses de clase se identifica cada quien). En el caso de la clase media, sin embargo, recuérdese lo ya dicho antes en el sentido de que ésta no es propiamente una clase social, ya que la pertenencia a ella no está vinculada con el lugar ocupado por cada quien en las relaciones de producción (lo cual define la situación de clase), sino acaso únicamente con la porción de la riqueza material a la que cada quien tiene acceso. O sea, que lo dicho anteriormente no solamente es válido para los revolucionarios de extracción popular que entraron en la clase media por la vía de su acceso a la universidad, sino aún para aquellos cuyo origen mismo está en la clase media sin que en ello haya intervenido el factor aquí mencionado, ya que aún en estos casos, la pertenencia a la clase media no determina ningún papel relevante de ésta en el desarrollo de las luchas revolucionarias, debido al hecho mismo de que no se trata de una clase social y por tanto, no juega un papel homogéneo como grupo humano en el devenir histórico. La mejor prueba de ello es que, independientemente de su origen de clase, la innegable recurrencia en la vinculación del liderazgo revolucionario con la clase media está ineludiblemente relacionada con ese sector de la clase media o en vías de entrar en la misma, que es el estudiantado universitario; y para efectos de lo aquí analizado, es irrelevante la diferencia que pueda existir entre la pertenencia a dicho segmento social y la condición de ascenso social hacia el mismo, representada en la sociedad de clases por la circunstancia señalada.

A propósito de homogeneidad, Belli afirma que quienes componen esta Alianza (del PLI) (…) NO representan una ideología homogénea, ni son el resultado de una contradicción económica. NO se aplica en este caso – prosigue la ideóloga de ocasión – la cita de Marx de que “la política es la expresión concentrada de la economía” (las mayúsculas son de la autora). En primer lugar, la homogeneidad ideológica siempre es relativa, pues la reacción se expresa ideológicamente bajo diversas expresiones doctrinarias, tales como el fascismo, el liberalismo, el conservatismo o el reformismo, para sólo citar las más connotadas, y cada una de ellas suele estar vinculada con intereses de clase específicos y diversos, pero cuyo punto en común es la defensa del orden de cosas establecido y por tanto, del sistema socioeconómico y político imperante cuando éste responde a los intereses de las clases opresoras, para las cuales la pérdida de instrumentos tan importantes como los órganos ejecutivo y legislativo del poder político, la administración de justicia, las fuerzas armadas, aún cuando se preserve el esquema social diseñado por ellas y según su conveniencia, es un asunto de extrema gravedad. En el bando contrario, el movimiento revolucionario también proviene ideológicamente de diversas vertientes doctrinarias, como el anarquismo y el marxismo en sus diferentes variantes, cuya coincidencia es la defensa de los intereses de las clases oprimidas en busca del cambio de sistema que ponga fin a la opresión, para lo cual circunstancialmente, el uso de instrumentos de poder como los ya mencionados, aún cuando el sistema no haya sido cambiado, puede ser parte de una estrategia exitosa de lucha, siempre que no se renuncie al cambio revolucionario (riesgo que siempre se corre en tales circunstancias), que nunca es un asalto al cielo, sino un proceso de construcción que tampoco debe confundirse con la gradualidad angelical proclamada por esa deformación del socialismo que es el reformismo, aunque suele suceder que ciertas reformas se constituyen como parte del proceso revolucionario, pero no las promovidas por el reformismo, que no conducen al cambio de sistema.

La negación que hace Belli de la concepción marxista de la política como la expresión concentrada de la economía (al menos en su aplicación para el caso de estas elecciones, dice ella sin preocuparse por averiguar ni por curiosidad, la causa de semejante supuesta excepcionalidad), no es más que una especie de comida chatarra de la ideología reaccionaria en su variante reformista que ha tenido muy mala venta como argumento de la disidencia sandinista, incluyendo al sector que pretende pasar por ultraizquierda sin tener siquiera un planteamiento político que se corresponda con tal pretensión, tal como lo confirma su identificación con la tesis aquí cuestionada y que consiste en ubicar una supuesta contradicción entre democracia y dictadura como la principal de Nicaragua en este momento, negando que tal contradicción principal sea de tipo ideológico, entre revolución y reacción como expresión de la contradicción clasista entre explotados y explotadores; y la existente entre izquierda y derecha a nivel electoral como expresión de esa contradicción ideológica y clasista que también se da a nivel mundial entre naciones oprimidas y potencias imperialistas, pero que actualmente para suerte electoral del FSLN no se expresa ya en la confrontación bélica que era propia de la Guerra Fría, sino en la unidad continental frente a las pretensiones hegemónicas imperiales.

Mientras existan los antagonismos de clase, éstos constituirán la esencia de todas las contradicciones políticas entre fuerzas cuya incompatibilidad reside precisamente en tales antagonismos, y mientras esto sea así (es decir, mientras el ejercicio del poder por una clase o grupo de ellas sea históricamente necesario y por tanto, sea también necesaria la democracia para legitimar ese poder), la contradicción entre democracia y dictadura nunca será el problema fundamental. Aún más, mientras la democracia tenga razón de ser (es decir, mientras sea necesaria como instrumento de legitimación del poder ejercido por una clase social o grupo de ellas con intereses afines entre sí, sin lo cual el poder mismo y con él la democracia carecerían de todo sentido), jamás la contradicción entre democracia y dictadura será la principal en ninguna realidad social ni política, sino las contradicciones de clase, que no desaparecen incluso aún después de ser suprimida la explotación, ya que perduran durante determinado período histórico en la conciencia social. Por eso Lenin aconsejaba que detrás de los discursos de los políticos siempre debe identificarse qué intereses de clase defienden. En otras palabras, la contradicción principal de una sociedad jamás está planteada entre democracia y dictadura. Y en Nicaragua, tal como se ha visto ya, la contradicción fundamental está planteada entre las clases populares que tienen en el sandinismo su doctrina política impulsando como proyecto histórico la construcción del socialismo, en el FSLN su expresión organizada y en Daniel Ortega a su líder; y frente a este movimiento revolucionario, el bloque oligárquico-burgués con su expresión política tradicional libero-conservadora en estado de colapso y con su proyecto neoliberal proimperialista, que en las elecciones de 2011 se volvió a unificar en la práctica, esta vez y coyunturalmente, alrededor del PLI, pues no cuenta con una fuerza política organizada como lo fue en su momento el PLC, ni un liderazgo definido y estable.

Sin embargo, la identificación de la contradicción fundamental entre revolución y contrarrevolución, entre las clases populares y el bloque oligárquico-burgués, no implica negar la existencia de la contradicción que efectivamente, también existe, entre la democracia y su negación, sólo que en este caso la bandera de la democracia está siendo levantada por el FSLN con su planteamiento del ejercicio pleno de la soberanía popular mediante un sistema político en el que los ciudadanos no solamente elijan representantes y gobernantes, sino que también decidan las políticas públicas, gubernamentales y de Estado que los electos deberán implementar o de lo contrario, ser revocados de sus cargos, lo cual constituye la esencia de la democracia directa promovida por el FSLN y cuya expresión organizada es el Poder Ciudadano. Y es el antisandinismo mediante las fuerzas políticas tradicionales ahora totalmente en quiebra y con un pie de amigo tan endeble como la famosa “sociedad civil” quienes se oponen a los cambios democráticos promovidos por el sandinismo, aunque en esta contradicción no está planteada entre democracia y dictadura política, sino entre la democracia de la época actual, que es la democracia directa como expresión político del nuevo modelo socialista, y un sistema político que no encuentra salida, porque la democracia representativa que pretende oponérsele ya no responde a las necesidades de la actual etapa, globalizadora y neoliberal de desarrollo del capitalismo, que así como no tiene otro modelo posible distinto al neoliberal en estado de profunda crisis, no tiene tampoco otra democracia con qué legitimarse, con lo cual cada vez muestra más su esencia negando toda democracia mediante la imposición de la dictadura del capitalismo global de las corporaciones multinacionales y los grandes grupos financieros, expresión de lo cual fue la reciente negativa de la Unión Europea al derecho del pueblo griego de expresar su punto de vista en un plebiscito sobre la continuidad de la pertenencia o no de su país a la zona euro.

Y es que se debe vivir, no en Estados Unidos como Gioconda Belli, sino en otro planeta, para negar que en Nicaragua la inmensa mayoría de los ricos ha votado SIEMPRE contra el FSLN, y que los pobres SIEMPRE han votado divididos, unos por el FSLN y otros en su contra, como muestra de la razón que asiste a la famosa afirmación de Marx y Engels, de que las ideas dominantes en una sociedad son siempre las ideas que favorecen los intereses de las clases dominantes, tratándose en este caso de un país donde la hegemonía ideológica y cultural ha sido patrimonio de la oligarquía conservadora que se ha repartido el poder con la burguesía nacional, representada por el liberalismo, respecto a lo cual debe especificarse que, luego de su debacle política por el kupia kumi a inicios de los setenta, la oligarquía ha continuado presente en los crículos de poder mediante el mimetismo político, presentándose como fracción del liberalismo a partir del 2001, opción agotada con la inestabilidad y fragilidad política del PLI, sumada a la aún más importante debacle electoral del PLC que ha llevado de regreso a los liberales a la fosa común que compartían con los conservadores y de la que los primeros habían logrado salir a partir de los años noventa. Incluso, la oligarquía conservadora (que en esto le lleva gran ventaja a la burguesía nacional liberal) estrenó su mimetismo aprovechando las alianzas promovidas por el sandinismo en contra de la dictadura liberal somocista cuando quedó rota la convivencia de esta última con el gran capital oligárquico, presentándose una fracción radicalizada de éste como expresión predominante del sandinismo en los ochenta y luego como disidencia de éste desde los noventa, mientras por su parte a la burguesía nacional le ha correspondido el triste papel de ser la clase social, literalmente, mal nacida desde que, representando en tiempos de Zelaya los intereses nacionales de Nicaragua, entró en choque con el entonces naciente imperialismo norteamericano, hasta terminar siendo instrumentalizado por éste, tomando así el relevo de aquel incipiente antimperialismo las clases populares, únicas capaces de llevarlo hasta sus últimas consecuencias, con el surgimiento del sandinismo como primera expresión de la articulación de dichas clases en un proyecto político, lo cual motivó la conocida frase de Sandino, de que sólo los obreros y campesinos irán hasta el fin; sólo su fuerza organizada logrará el triunfo.

Basta ver en el mapa de cada cabecera departamental en Nicaragua, el comportamiento del voto para darse cuenta de cómo en las zonas poblacionales donde habitan los sectores más pudientes es donde menos favorecido resulta el FSLN, y viceversa. El problema hasta ahora había sido que el FSLN salía más perjudicado en esos sectores, que sus adversarios en los sectores populares. Esto es fácilmente comprobable, y se alude aquí a las cabeceras departamentales por ser en ellas donde se concentran las familias más pudientes. El análisis se facilita asignando un color a las Juntas Receptoras de Votos ganadas por el FSLN y otro a las ganadas por los adversarios de éste. La mayor desventaja del FSLN en las zonas habitadas por familias pudientes respecto a la desventaja de sus adversarios en las zonas habitadas por los sectores populares reside en el fenómeno ya señalado antes, del voto unido de los primeros en contra del FSLN y el voto dividido de los segundos, debido a que el ejercicio del poder por una clase social o grupo de ellas con intereses comunes es la vía más efectiva para la toma de conciencia de esas clases sociales acerca de sus intereses. Es la diferencia entre lo que el marxismo llama una clase en sí (no consciente de sus intereses) y una clase para sí (consciente de éstos debido a que el ejerccio del poder o en caso contrario, la lucha por obtenerlo la educa en tal sentido). El hecho de que haya muchos municipios rurales donde una parte considerable del electorado también vote en contra del FSLN no hace más que confirmar todo lo ya dicho, con el factor adicional de que el mayor atraso cultural y el aislamiento propio del modo de vida del pequeño campesinado tradicional impide su capacidad de desarrollar el grado de conciencia que le permita percibir el origen de sus problemas fundamentales y por tanto, asumir su condición de explotado por la oligarquía latifundista.

La tradicional hegemonía ideológica y cultural del sector oligárquico de las clases pudientes en Nicaragua experimentó un retroceso histórico en estas elecciones de 2011, debido a la política social implementada por el FSLN desde el gobierno en condiciones favorables para la izquierda en América Latina con la existencia del ALBA, y a la desaparición del miedo de la población votante a la guerra y el bloqueo económico como factor electoral usado a manera de chantaje por la derecha y que sólo podía ser superado luego de que los recién pasados cinco años de gobierno sandinista demostraran la falacia de tales amenazas que habían impedido en cuatro elecciones consecutivas al FSLN superar un voto cautivo cercano al 40%. Por añadidura, y contrarrestando así también en la práctica algunos de los temas que formaban parte del chantaje electoral de la derecha, el gobierno sandinista logró mantener una economía sana y en crecimiento a pesar de la grave crisis económica mundial, aparte de la solución a la crisis energética en que se encontraba el país al final del último gobierno neoliberal.

De tal manera, y producto de los dos factores mencionados (el efecto de la política social del gobierno sandinista y la desaparición del miedo antes inculcado al electorado por la derecha), el contraste entre la mayor desventaja del FSLN en las zonas con predominio poblacional de las clases pudientes y acomodadas o de los sectores más conservadores del campesinado tradicional, en relación con la menor desventaja del antisandinismo en las zonas habitadas por los sectores populares con mayor acceso al conocimiento, se vio drásticamente reducido en estas elecciones y posiblemente incluso, revertido al menos en buena parte del territorio nacional, en lo que se ha constituido como un avance en la unidad del voto popular en términos clasistas frente al siempre unido voto oligárquico-burgués, presentándose así un salto cualitativo mediante el ejercicio directo del poder por las clases populares, del proceso de su toma de conciencia que comenzó con la toma del poder por el sandinismo mediante la lucha armada contra la dictadura somocista en 1979, y cuyo avance posterior tendrá como resultado que en algún momento, los sectores tradicionalmente más empobrecidos y en general, las clases explotadas en el marco del sistema socioeconómico capitalista dependiente propio de Nicaragua, voten unidos a favor del FSLN como la fuerza política que defiende sus intereses, con lo cual se habrá puesto fin a la hegemonía ideológica de la derecha, aunque debe señalarse que ello implicará cambios profundos no solamente en la manera de votar y de hacer elecciones, sino también de todo el sistema político actual.

Sobre esto último, es importante decir que el problema de la oposición en Nicaragua no es el tipo de elecciones vigente ni mucho menos el sistema político a cuyas características las mismas responden; sino que bajo las reglas del juego propias de esta democracia y este sistema diseñados para legitimar y preservar el poder político en manos de la oligarquía y la derecha, también a ambas les toque perder de vez en cuando, unidas o no, pero siempre en contra del FSLN, y tras ellas infaltablemente sus “hijos de casa” alienados y sus “hijos pródigos” arrepentidos y de regreso al redil oligárquico del que una vez se descarriaron (y cuyo segmento menos pudiente es conocido como el de los “medio pelo”, que no debe confundirse con la clase media, aunque sin duda pueden ser incluidos como parte de ella. De hecho, ambos especímenes sociopolíticos (los “hijos de casa” de extracción popular y los “hijos pródigos” surgidos ya sea de familias adineradas o de medio pelo, pero casi todos teniendo en común el haber ocupado altos cargos o haber sido apologistas de oficio en el gobierno sandinista de los años ochenta) abundan en las reducidas filas del sector de la disidencia sandinista aglutinado en el MRS, adonde pertenece la escritora a quien debe agradecérsele el artículo que motivó estas modestas divagaciones que podrían ser de alguna utilidad a favor de las fuerzas revolucionarias en la lucha de las ideas que tampoco es entre una democracia inconsecuente y una dictadura inexistente, sino entre una revolución en marcha y un sistema socioeconómico y político cuya sustitución por un sistema distinto es la meta estratégica fundamental del FSLN, razón por la cual en realidad, el primer interesado en cambiar no solamente este tipo de elecciones, sino todo el sistema político vigente en Nicaragua para instaurar una democracia en la que el poder sea ejercido efectivamente por el pueblo como soberano, es el FSLN. De tal manera pues, que dicho todo lo anterior puede comprenderse cuánta razón tenía el sabio Marx al decir que la política es la expresión concentrada de la economía y no sólo eso, sino cuán aplicable es tal afirmación en la realidad de Nicaragua.

Otro tema que aborda la célebre poeta y novelista a quien tanto gusta incursionar en el terreno de lo explícitamente ideológico, es el papel de la juventud en la actual situación política que vive Nicaragua. Cuando un proceso revolucionario no es auténtico, el principal síntoma de ello es la apatía de la juventud, porque debido a muchas razones que sería largo enumerar, la evidencia histórica demuestra que las revolucioes las hacen los jóvenes. Por eso es que las más importantes movilizaciones masivas de nicaragüenses en respaldo al FSLN en esta segunda etapa de la Revolución Sandinista no solamente han contado con la abrumaduramente mayoritaria participación de los jóvenes, sino que han sido convocadas y organizadas por la Juventud Sandinista, e incluso en ocasiones la iniciativa ha surgido de jóvenes sandinistas al margen de la dirigencia juvenil, pero con el sabio respaldo de ésta. Brigadas de jóvenes profesionales han sido designadas para verificar el correcto cumplimiento en la ejecución de diversos programas sociales impulsados por el actual gobierno sandinista, garantizando que el criterio para la selección de los beneficiarios no responda a simpatías políticas ni a criterios personalistas, sino a las necesidades de cada quien, lo cual ha tenido óptimos resultados. Miles de jóvenes militantes sandinistas han sido asignados en unos casos para asumir diversas responsabilidades políticas y en otros, para atender determinados problemas en las estructuras del FSLN, igualmente con resultados altamente exitosos. Esta política se basa en la convicción de que otorgar responsabilidades importantes o asignar misiones políticas difíciles, es una forma de crear en las actuales condiciones históricas, el desafío indispensable para desarrollar el potencial existente en los jóvenes revolucionarios, que en otras épocas estuvo determinado por las circunstancias objetivamente épicas del momento, de modo que se logre en las actuales circunstancias, un heroísmo cotidiano y de nuevo tipo que pueda además manifestarse en todos los ámbitos de la existencia humana como parte del proceso de transformación revolucionaria de la conciencia, sin la cual no es posible la transformación revolucionaria de la sociedad, tema al que tanto se refiere el Che y más específicamente en su conocido artículo El socialismo y el hombre en Cuba.

A estos muchachos Gioconda Belli les llama jóvenes hordas a las que según ella, han utilizado para dar la apariencia de un sistema de valores “sandinista” y poner en el escenario nacional los actores con quienes reproducir la épica cuyas hazañas muchos jóvenes mamaron de sus padres y que ahora Daniel y Rosario les han hecho creer que les toca a ellos revivir. A punta de morteros, pañoletas en la cara, imágenes del Che y violencia contra grupos desarmados e indefensos de manifestantes, hacen creer a los jóvenes que ése es aquel sandinismo del que oyeron hablar.

Tal como se acaba aquí de plantear, del Che no sólo está presente su imagen gráfica en el quehacer de esta nueva generación de revolucionarios cuyo proceso de formación ha comenzado a pasos agigantados. Aquello de lo que Belli acusa al FSLN respecto a los jóvenes que lo respaldan es, irónicamente, lo que hace la disidencia sandinista con los minúsculos grupos de jóvenes “rejudines” y compañía de la oposición, a quienes los ex dirigentes desertores de la Revolución – y con cuyas posiciones se identifica Belli – les han hecho creer que en Nicaragua hay una dictadura similar al somocismo… ¡o incluso peor!, y en consecuencia los quieren hacer sentir como si fueran los héroes que en otras épocas se enfrentaban a un régimen tiránico. En esa linea, Belli hace referencia a una violencia que en ocasiones efectivamente, se ha presentado, pero entre manifestantes de diferentes bandos y no entre policías y opositores como en las “democracias” europeas, norteamericana y de algunos países latinoamericanos, modelos a seguir por la oposición en Nicaragua y cuyos personeros quieren venir a decir qué es democrático y qué no lo es, con frecuencia provenientes de países como España y Chile, cuyas Constituciones actuales fueron hechas por dictadores aún más autoritarios que el propio Somoza. El papel de la Policía en el caso nicaragüense, es evitar enfrentamientos entre manifestantes de un grupo y otro, como los que se daban en los años ochenta, cuando la hoy promotora de la democracia burguesa apoyaba eufórica como propagandista en jefa del FSLN que era, el término (hermoso, por cierto) de “turbas divinas” creado por Daniel Ortega en respuesta al calificativo de “turbas” aplicado por la derecha a los manifestantes sandinistas. El término creado por el entonces Coordinador de la Junta de Gobierno intaurada tras el derrocamiento de la dictadura somocista, es una ingeniosa analogía con el “bandolero divino” que en su momento fue Sandino para los intelectuales que lo apoyaban, respondiendo al término de “bandolero” con que calificaban los gobiernos norteamericano y nicaragüense de los años veinte y treinta del siglo pasado al más grande héroe de la historia de Nicaragua.

El término “contramarcha” se ha puesto de moda en los medios de la derecha porque efectivamente, el FSLN organiza marchas en fechas que coinciden con las de la oposición, pero no para que haya confrontación entre ambas (lo cual  por cierto, raras veces ha llegado a ocurrir, gracias a la eficiencia y madurez de la Policía Nacional), sino para evidenciar el contraste entre la formidable capacidad de convocatoria del sandinismo y la siempre irrisoria convocatoria de la oposición, a sabiendas además, de que las marchas convocadas por la derecha con apoyo de la disidencia sandinista forman parte de una estrategia elaborada a nivel mundial en base a criterios militares por la Fundación Nacional para la Democracia (NED por su siglas en inglés), creada por Ronald Reagan en los años ochenta para asumir de forma más efectiva el papel de la CIA en el ámbito político; tal estrategia definida por esta organización que financia directa o indirectamente, y controla las acciones de innumerables ONGs que se presentan como “la sociedad civil”, se conoce como “golpes de Estado light”, los cuales son perpetrados contra gobiernos que no son afines a la política exterior de Estados Unidos o que han instaurado o defienden regímenes políticos y socioeconómicos que no son del agrado de la única superpotencia existente en la actualidad. El resultado más elocuente del ya mencionado papel que asume la Policía nicaragüense es que cuando coinciden las manifestaciones de ambos bandos, la mayor parte de lesionados son policías, que no usan ni siquiera los medios antidisturbios convencionales, siendo incluso fuertemente agredidas en una oportunidad un grupo de mujeres policías por lo que Belli llama grupos desarmados e indefensos de manifestantes en una marcha apoyada por ella, sin que esto haya motivado su protesta ni la de ciertos grupos autodenominados feministas.

Belli se ha empeñado en presentar la imagen de Daniel Ortega como un hombre intolerante y belicoso, pero las primeras declaraciones del líder sandinista después de su contundente triunfo electoral, fueron para anunciar que el FSLN seguirá buscando el consenso para gobernar, renunciando así al derecho jurídicamente adquirido gracias al respaldo del voto popular, de no negociar nada con nadie. Semejante muestra de madurez y tolerancia no la ha dado jamás político alguno en la historia de Nicaragua; pero siempre alimentando la imagen conflictiva que pretenden proyectar los medios de la derecha respecto al reelecto Presidente de Nicaragua, Belli afirma que esa violencia (de Daniel Ortega) quizás era natural para alguien con su pasado, con lo cual ella asume la visión compartida por la oligarquía y el somocismo en los años sesenta y setenta, de que todo joven rebelde era un resentido social o chavalo pendenciero cuya sombra todavía se cierne sobre nosotros, tal como literalmente al afirmar eso ahora de Daniel Ortega, la otrora propagandista del FSLN denigra también a los héroes y mártires de la Revolución Sandinista, en cuyo nombre a veces todavía se atreven a hablar ella y sus “corrreligionarios” renovadores; y que no por violentos o pendencieros, sino por convicción revolucionaria arriesgaban y entregaban sus vidas (como lo hicieron ella y algunos de los disidentes sandinistas alguna vez) luchando en defensa de los derechos más elementales del pueblo que ahora están siendo restituidos por una Revolución que se encuentra nuevamente en marcha.

En lo que ya es el colmo de la manipulación enfermiza y la falta de contacto con la realidad que cada vez más exhibe Gioconda Belli – y que muestra tan elocuentemente como en otros casos aún más patéticos que el de ella, la tragedia de una lucidez mental superada por el fanatismo político –, la escritora y “analista política” dice que quienes entregaron o no las cédulas, los que integraron las mesas de las JRV, la mayoría de los fiscales y de los que contaron los votos, así como los magistrados del CSE eran casi en un 100%, afiliados, empleados, reclutas o infiltrados del partido de gobierno… ¿Quién debe en realidad aquí dejar para sus recuerdos y nostalgias (como pide ella a Daniel Ortega en relación a su pasado de “chavalo pendenciero”) lo que en el caso de ella sería un pasado quizás justificadamente paranoico (es decir, psicosis de perseguida)? Sólo que según parece, en vez de eso Belli más bien ha sumado a lo anterior una evidente esquizofrenia (pérdida de contacto con la realidad) que se muestra no solamente en afirmaciones como la que acaba de ser aquí citada, sino en las ya señaladas al inicio, nada propias de alguien que ha sido contundentemente derrotado, como ocurrió con la agrupación electoral que llevaba como candidato al archireaccionario clerical, misógino y homofóbico confeso que tuvo el apoyo de la disidencia reformista del sandinismo, con cuyos planteamientos se identifica Belli. Aunque si algo debe reconocérsele es que a diferencia de otros por ahí con quienes comparte todos sus criterios, ella aún no ha perdido completamente el buen estilo, la elegancia en el lenguaje y cierta habilidad de crear sofismas. A ver por cuánto tiempo, porque según se ha visto al menos en ciertos casos, parece que el proceso de degradación mental tan propio del fanatismo hace desaparecer la inteligencia de manera perturbadoramente rápida, lo que tratándose de Gioconda Belli sería una lástima para la literatura hispanoamericana.

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