viernes, 25 de marzo de 2011

Siempre existió la izquierda imperialista.



"La participación de la izquierda en las agresiones imperialistas ha existido desde que los movimientos comunistas se convirtieron en un verdadero enemigo del capitalismo: tras el triunfo de la Revolución Bolchevique en 1917. Desde ese momento, cuando se demostró que la izquierda, el comunismo, podía no limitarse a su papel teórico y protestatario para convertirse en una alternativa sistémica, en la cual la clase obrera arrebatara violentamente los privilegios de las clases explotadoras, la burguesía supo atraerse a parte de esa misma izquierda para sus propios fines.


Tal y como Trotsky y sus seguidores no dudaron en confiar en la intervención imperialista en Rusia para acabar con el sistema soviético, teóricamente para poder construir a partir de ahí el verdadero socialismo, otros supuestos comunistas también hicieron un gran servicio al capitalismo criticando, desde su papel de receptores de subvenciones y su participación de determinadas migajas de poder en las dictaduras del capital, a la Unión Soviética, para continuar colaborando en la destrucción de sus logros tras su caída.


Las revoluciones árabes parece que han conseguido también la colaboración de esa izquierda servil que no ha dudado en, desde el primer momento hasta el inicio de la agresión militar contra Libia, hacer la labor de zapa necesaria para justificar la acción. En un primer momento las revoluciones de Túnez y Egipto podían dar lugar a la duda, al cuestionamiento y valoración de si realmente había un alto componente obrero y revolucionario en su acción o si se trataban de típicas "revoluciones de colores", la fórmula habitual de injerencia en los países díscolos por parte del imperialismo, como justificaciones de golpes de estado o, al menos, sondeos de en qué medida triunfaría un intento de cambio violento de gobierno.


A día de hoy la cosa está más que clara, y nos recuerdan a aquellos que lanzaron la proclama de "Solidaridad con la revolución que comienza al Este...", cuando los países socialistas sufrieron la agresión imperialista para destruirlos desde dentro (Martens, Ludo, El Trotskismo al servicio de la CIA, Rood, n° 24, 26 décembre 1989, p.1.).


Si bien es cierto que especialmente en Egipto el componente obrero ha sido importante en las "revoluciones ciudadanas" (termino que ya implica un alto componente de teledirección occidental), al final el objetivo logrado fue, a costa del precio de saldo de cambiar la cara del peón gobernante, dar la imagen al mundo de que los "pobrecitos" árabes tenían hambre de "democracia". Claro que se trataba, lógicamente, del tipo de democracia que tenemos en los países de la dictadura del capital, limitada a votar cada cuatro años y punto, el tipo de democracia que apoyan los eurocomunistas y otros tipos de izquierdistas agrupados bajo el amorfo concepto de "anticapitalismo" (donde todo cabe), y fuera de esa etiqueta diseñada en los despachos de los medios de propaganda no cabía nada más. Para un cómplice del imperialismo eurocentrista es inimaginable que un pueblo árabe pueda construir su propia democracia, sin que cumpla las reglas de las que él, de forma cobarde, acepta.


Es decir, mientras esos "izquierdistas imperialistas" (esta etiqueta les queda que ni pintada después de su vergonzosa actitud ante el nuevo genocidio contra los libios), se someten sumisamente a las reglas impuestas por el capitalismo para las "democracias" permitidas, y que no ponen en cuestión el orden social salvo en los detalles asumibles, no pueden aceptar que otros pueblos, adaptando la democracia a su propia cultura y costumbres, creen otros tipos de concreciones de formas de autogobierno, ciertamente, como todo, criticables, pero mucho menos que las democracias a los que en el "mundo civilizado" (el que destruye a cualquier pueblo que se ponga en su camino si se trata de petróleo o beneficios) estamos sometidos.


En el fondo podemos decir que la "izquierda imperialista", esa que apoyo hasta el final la agresión criminal contra Libia, es también racista, eurocéntrica, y no puede entender ni aceptar que un pueblo se organice a su manera, y menos si se trata de esos árabes sometidos a dictaduras y que, como no puede ser de otra manera, ansían con locura una democracia como la nuestra (solo como la nuestra -que no lo es). Por eso ha cundido tan fácilmente la consigna entre sus filas de que Gadafi es un dictador (aunque no tenga ningún cargo en el gobierno), que hayan despreciado como si no tuvieran ninguna importancia a los Consejos Revolucionarios y a las milicias libias, y que hayan cacareado como autómatas, como hicieron desde el principio en su labor esencial de criminalización y anatemización de las experiencias socialistas de todo tipo, que Gadafi mata a su propio pueblo (sin por supuesto preguntar al propio pueblo, como suele hacer el imperialismo).



Esto anterior, volviendo al ejemplo del apoyo de la izquierda europea al derrumbamiento del Socialismo en el Este, nos recuerda a las campañas lanzadas desde septiembre de 1989 por la burguesía de la República Federal Alemana y su apoyó con grandes medios económicos, con su radio y televisión, a la agitación anticomunista en la RDA. En aquel entonces el conocido grupo de Mandel, ejemplo de la actitud de esa "izquierda imperialista" de la que hablamos, asegura que "una verdadera revolución política empieza" ( Ibid., Inprecor, n° 296, 30 octobre - 12 novembre 1989, p.4)., aunque hoy vemos de qué se trataba realmente y cuáles eran los verdaderos fines de aquella "revolución".


Así que si de algo ha servido esta crisis de Libia ha sido seguramente para identificar a este tipo de izquierda, hoy tan vigente en toda Europa, con gran papel en todas las campañas y estrategias contra el socialismo y las experiencias revolucionarias reales, y que no han cesado de trabajar desde su cómoda Europa en pro de las revoluciones ajenas y lejanas, a pesar de que nadie conocida demasiado bien que pretendía esa revolución mas allá del mero cambio de peón en los países en los que EEUU y la UE estaban interesados en la continuidad, y que también han aplaudido y fomentado sin vergüenza alguna la criminalización en el caso de los países donde el imperialismo estaba interesado en intervenir.


De hecho esa izquierda tan vieja como el triunfo de la clase obrera en 1917, después de que se ha destapado la caja de Pandora que ha demostrado cual era la finalidad de todas las manipulaciones mediáticas (aplicadas sobre Libia para justificar un crimen pero que sobre Israel, por ejemplo, no tienen ningún efecto), sigue aplaudiendo desde sus salones burgueses la sangre derramada en nombre de esa "democracia" en la que ellos creen y que intentan, como hace el imperialismo en otros países como Afganistán o Irak, imponer a los pueblos árabes por medio de cualquier fórmula: las revoluciones de diseño, la transformación de mercenarios en rebeldes o de grupos de antiguos terroristas islámicos en sinónimo de "pueblo libio", o incluso la destrucción de un país y las matanzas sobre la población civil a la que ellos jamás preguntaron (ni preguntaran) que piensan al respecto.


En realidad, el desenmascaramiento acaecido tras el proceso que ha llevado a la nueva agresión criminal del fascismo capitalista, esta vez contra Libia, ha venido bien para refrescarnos un poco la memoria histórica; y recordarnos quien en el lado de la" izquierda", (un concepto demasiado amplio y amorfo, como los de "revolución popular", "revolución ciudadana" o "anticapitalismo", en los cuales cabe cualquier cosa), está contra el imperialismo y quienes a su servicio"



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