Definitivamente que estos son malos tiempos para los europeos que con mañas de todo tipo intentan enturbiar toda aquella elección que no salga como ellos quieren, ya sea en Nicaragua, en Rusia o en cualquier otro país de su antojo.
En Nicaragua, el jefe de la misión de observadores de la Unión Europea, Luis Yáñes, tuvo que sufrir la vergüenza de andar distribuyendo un tendencioso pasquín sobre las elecciones del 6 de noviembre con la siguiente advertencia: "El contenido de este informe no ha sido adoptado ni aprobado en forma alguna por la Unión Europea y no puede ser considerado como una declaración de la Comisión".
Dos meses enteros se pasó el español buscando convencer a un número suficientemente grande de gobiernos europeos para que apoyasen su informe, pero nada: Ya muchos de ellos hacía rato que habían felicitado al presidente Daniel Ortega por su incontestable victoria.
Un ridículo similar es el que han tenido que pasar algunos de los representantes de Europa en Rusia.
Tonino Picula, jefe de la misión de observadores de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa, OSCE, (algo así como el Yáñez de los rusos) criticó los comicios de ayer en Rusia: "La gracia de las elecciones es que su resultado debería ser incierto", dijo.
Claro, las elecciones en las que no se sabe quién va a ganar son seguramente más divertidas, pero ¿qué hacer si uno de los candidatos es mucho más popular que el resto? ¿descalificarlo? ¿cancelar las elecciones? ¿hacer que los votos de sus adversarios valgan por tres? Si serán "carepiedra" ciertos europeos que se las dan de demócratas...
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