viernes, 2 de marzo de 2012

La conspiración contra Sandino. Por Jesús Miguel (Chuno) Blandón

Como el asesinato de Lincoln, de Kennedy, de Maderos, de Villa y de Zapata, de Pedro Joaquín Chamorro, de Olof Palme…, tras los rostros conocidos directamente en la acción, yacen conspiraciones que la historia parece nunca aclarar. Este trabajo pretende profundizar sobre el asesinato más trascendente en la historia de Nicaragua, el del general Augusto C. Sandino.

Al leer esta pregunta, el lector se responderá automáticamente: los yanquis, Somoza y la GN. Sin embargo, con el paso de los años han venido surgiendo elementos de juicio que nos permiten considerar que la respuesta pareciera ser más compleja de lo que a simple vista se percibe.

Efectivamente, a mediados de la década de los 80, el dirigente revolucionario y eminente psiquiatra, Dr. Mario Flores Ortiz, nos reveló al periodista Eligio Álvarez Montalbán y a mí, que el sargento ex GN, Juan Emilio Canales, quien en 1934 fungía como escolta del general Anastasio Somoza García, le había dado el siguiente testimonio: que un poco antes de los trágicos sucesos del 21 de febrero de 1934, que culminaron con el asesinato de Sandino y sus compañeros, él --en desempeño de sus funciones-- había asistido a cuatro reuniones secretas, en la oficina de Somoza, en La Curva, en una de las cuales había estado presente el embajador de Estados Unidos en Managua, Arthur Bliss Lane. Que el diplomático reunió a notables liberales y a conservadores, representantes de las paralelas históricas, para plantearles la necesidad de eliminar físicamente a Sandino, como condición indispensable para que hubiera paz en Nicaragua.

Por los liberales, según el testimonio de Canales, asistieron el general José María Moncada, el general Gustavo Abaunza Torrealba, el general Carlos Pasos y el general Somoza García. Por los conservadores concurrieron con el general Emiliano Chamorro, el general Bartolomé Víquez y el doctor Carlos Cuadra Pasos.

Todos aceptaron la propuesta de Bliss Lane y solamente se abstuvo el doctor Carlos Cuadra Pasos, por motivos religiosos.

Por otra parte, el doctor Carlos Manuel Vílchez Castillo, quien hasta hace poco fungiera como magistrado de la Corte de Apelaciones de Estelí, viene a fortalecer lo dicho por el doctor Flores Ortiz cuando, al ser entrevistado por nosotros, afirmó que conoció al sargento ex GN Juan Emilio Canales, en el año de 1977, cuando éste era cuidador de las instalaciones de Pinturas Sur, kilómetro 14, carretera a Masaya.
Agrega el doctor Vílchez que él era muy amigo del doctor Orlando Montenegro Medrano, alcalde de Managua, y que uno de sus escoltas era ahijado de Canales. Declara el doctor Vílchez que un hermano suyo tenía un terreno colindante con las instalaciones de Pinturas Sur, por lo cual miraba frecuentemente a Canales. Un día, éste le dijo que tenía en su poder el reloj y otras prendas del general Sandino y que, como estaba en mala situación económica, quería venderlos.

Canales tendría en esa época unos 75 años, dice el doctor Vílchez, y ya había salido de la Guardia. En otras conversaciones, sostuvo el ex GN que él conocía cosas muy importantes sobre lo ocurrido a Sandino, pero un día que Vílchez llegó con una grabadora, Canales mostró mucho miedo y dijo que eran cosas peligrosas que comprometían a muchas personas y no quiso grabar.

¿Quién era Canales?

¿Quién era Juan Emilio Canales, testigo principal en los trágicos sucesos que se analizan?

Según Francisco Gurdián, ex redactor del diario La Noticia, cuyo testimonio es reproducido por Eduardo Pérez Valle ("El Martirio del héroe -La Muerte de Sandino", Empresa Nicaragüense de Ediciones Culturales, Managua, Nicaragua, p. 53): "Juan Emilio Canales era mi vecino cuando ejercía el oficio de sastre, siendo a la vez sargento de la Guardia. Sus buenos modales, decencia y honradez eran reconocidos. Yo lo traté y utilicé sus servicios cuando compartía dificultades económicas con su primera esposa, doña Matilde Venerio, de Chinandega, ya fallecida. Vivíamos dos cuadras al norte del Campo de Marte."

"Doña Matilde me contaba cómo, desde el 21 de febrero de l934, su vida había cambiado totalmente. Juan Emilio, que antes no tomaba licor, desde entonces bebía noche a noche, y le daba mala vida. Para contener su agresividad, ella lo amenazaba con denunciar por el periódico su participación en el asesinato de Sandino; cómo había llegado a casa todo nervioso, por primera vez, con tragos entre pecho y espalda, que le habían hecho beber sus superiores, y le refirió lo del asesinato; cómo había llegado con el overol manchado de la sangre del héroe, pues él había cargado su cadáver desde Los Guanacastes hasta los predios del viejo hospicio".

"Más tarde, este matrimonio se disolvió, y cada cual cogió por su lado, cargando ella con sus hijos".

Este testimonio es vital para la sustentación de nuestro alegato. Juan Emilio Canales era un sastre que, para complementar sus modestas entradas, requería del sueldo de sargento G.N. Quiso su mala suerte que lo conociera Somoza y lo nombrara su ayudante personal, cargo en el cual lo fueron envileciendo hasta obligarlo a tomar licor, por primera vez, la noche trágica del 21 de febrero, y así hacerlo partícipe del crimen.

A partir de ese momento, Canales va ascendiendo en las filas de la Guardia, hasta llegar a Mayor, y, en 1947, aparece entre los esbirros que hostigan al doctor Leonardo Argüello, cuando éste sale de la Embajada de México hacia el exilio.

En 1953, cuando Carlos Eddy Monterrey, otro de los asesinos materiales de Sandino, se rebela contra Somoza por haber nombrado a su hijo Jefe del Estado Mayor GN, Juan Emilio Canales comparece en el Consejo de Guerra, como testigo contra Monterrey.

En 1956, a la muerte de Somoza, Canales es apartado del Ejército como lo fueron otros oficiales viejos y se le nombró Fiel del Rastro, puesto que ocupó durante algunos años.

En 1966, poco antes del asesinato del mártir antisomocista Silvio Parodi Basset, éste fue avisado por su hermano, Lázaro Parodi, de que había recibido llamadas amenazantes de Juan Emilio Canales, según información que nos ha suministrado el doctor Danilo Aguirre Solís.

Desde entonces, se le pierde la pista hasta que se encuentra, primero, con el doctor Flores Ortiz y, luego, con el doctor Carlos Manuel Vílchez, ya viejo y en desgracia.

Indicios y presunciones

No existen otros testimonios además de lo declarado por el doctor Flores Ortiz y el doctor Carlos Manuel Vílchez, que prueben que sí se realizaron las cuatro reuniones.

Sin embargo, hay una serie de indicios que parecieran demostrar, fehacientemente, que lo dicho por ellos está ajustado a la verdad histórica.

La doctrina penal nos dice que la prueba por medio de indicios y presunciones es supletoria para el juzgador, cuando no existen testigos de cargo o presenciales y lo ayudan a encontrar la culpabilidad o inocencia del acusado. (1)

Visto lo anterior y tomando en cuenta que, cuando se perpetró este asesinato que estremeció al continente no se realizaron las investigaciones ni el proceso correspondiente, porque los autores intelectuales, que ocupaban posiciones de poder lo impidieron, ha llegado la hora de que, a falta de un juicio ordinario legal, se sometan los hechos a otro juicio más importante aún: el juicio de la historia.

Nosotros usaremos el método de inferencia lógica, y valiéndonos de los instrumentos que pone a nuestro alcance la ley penal y la respectiva jurisprudencia en materia criminal, trataremos de demostrar la real posibilidad de que las reuniones mencionadas por Flores y Canales se hayan efectuado, como preámbulo trágico al asesinato de Sandino.

Los conjurados

1.-ARTHUR BLISS LANE Y ANASTASIO SOMOZA

En 1977 fue publicado, en los Estados Unidos, el libro "Guardianes de la Dinastía–La Historia de la Guardia Nacional de Nicaragua", del profesor Richard Millet (Lea, Grupo Editorial -2006).

A lo largo de su obra, el profesor Millet se empeña en demostrar que ni los Estados Unidos ni su embajador en Managua, Arthur Bliss Lane, tuvieron participación en el asesinato del general Sandino en 1934 y que, por el contrario, se opusieron a que se consumara.

Una tarea difícil para el escritor, aunque muy loable su empeño de limpiar la imagen de su país tan deteriorado en la azarosa historia de sus relaciones con Nicaragua a través de los siglos XIX y XX.

Basándonos en investigaciones realizadas en los últimos años, nos proponemos dar al lector una versión más objetiva para que se forme una idea clara sobre estos dramáticos sucesos ocurridos en 1934, que culminaron con el asesinato de nuestro máximo héroe nacional.

En 1968, el diario El Centroamericano, de León, publicó dos folletos. El primero, titulado: "Revolución en Nicaragua" (traducción de documentos oficiales publicados por el Departamento de Estado en Washington, años 1935 y 1936, con relación a Nicaragua) y el segundo: "Inquietud Política en Nicaragua, sobre el asesinato del general Sandino".

"Revolución en Nicaragua" (Editorial El Centroamericano, León, Nicaragua) trata del derrocamiento del presidente Juan Bautista Sacasa y del ascenso de Anastasio Somoza García al poder.

Por una rara casualidad, El Centroamericano fue fundado por el general Gustavo Abaunza Torrealba, mencionado por Juan Emilio Canales en su testimonio al doctor Mario Flores Ortiz.

En su edición del 13 de agosto de 1968, el diario El Centroamericano trae un anuncio que dice:

"El Departamento de Estado Norteamericano ha dado ya libremente a la publicidad toda la correspondencia diplomática cruzada entre Managua y Washington, tanto sobre la forma en que fue ultimado Sandino… como a la caída violenta del presidente Sacasa, dos años después.

Toda esta historia documental figura, íntegramente, en los documentos que escribió desde Managua y recibió de Washington el ex ministro Americano Bliss Lane, a quien se quiso sindicar en la muerte del guerrillero…"

"Lane se defendió en dos folletos de singular interés… cómprelos en la Administración de El Centroamericano".

En la página 18 de Revolución en Nicaragua se registra una comunicación del Embajador Arthur Bliss Lane, al Secretario de Estado, Mr. Cordell Hull.

La comunicación, con fecha 1ro de mayo de 1935, dice en su parte conducente: "Señor: refiriéndome a mis despachos números 803, 808 y 810… el 23 de abril, el doctor Octavio Reyes Spindola, encargado de Negocios de México en Nicaragua, me habló substancialmente como sigue:

"Sería de lo más infortunado para el prestigio de los Estados Unidos, si Somoza, conocido como responsable de la muerte de Sandino, un héroe de América Latina, aunque enemigo mortal de los Estados Unidos, llegara a ser Presidente. Se diría que los Estados Unidos lo habían puesto en el poder como recompensa por haber matado a Sandino".

Más adelante, en la misma comunicación, Lane se refiere a una conversación que sostuvo con el jefe de Protocolo del presidente Sacasa, señor Lisímaco Lacayo Solórzano, el 10 de mayo del mismo año, 1935. Según Lane, Lacayo le dijo: "La elección de Somoza sería indicativo de que nosotros (EU) lo hubiéramos puesto en la Presidencia, y de que, como Somoza había matado a Sandino, el enemigo de los Estados Unidos, toda la América Latina diría que nosotros le habíamos dado la Presidencia a Somoza como una recompensa".
"Estoy preparado --sostiene Bliss Lane-- para admitir que el prestigio de Estados Unidos puede sufrir temporalmente en América Latina si Somoza llegara a ser Presidente".

El 31 de mayo, el subsecretario de Estado Summers Wells, contesta que: "El Departamento ha recibido y leído con interés su despacho estrictamente confidencial # 829 del 14 de mayo, relativo a la situación política general de Nicaragua. La actitud general que usted ha asumido está estrictamente de acuerdo con la política del Departamento. Por el secretario de Estado, Summers Wells".

En otra comunicación fechada el 16 de junio, Bliss Lane dice al Secretario de Estado:

"Hace alrededor de un año me vi obligado a dar una declaración a la prensa con respecto a la opinión popular de que los Estados Unidos estaban apoyando la candidatura de Somoza".

"Yo había amonestado a Somoza el 14 de junio de 1934 de que, a menos que él contrarrestara tal opinión, me vería comprometido a tomar una acción apropiada, que él había persistido en sus actividades y había llegado tan lejos en Granada hasta admitir la responsabilidad por el asesinato de Sandino, por lo tanto, yo había hecho la declaración, con la aprobación del Departamento de Estado (en este momento Somoza interrumpió), si yo siempre te dije que tu declaración era buena y debía hacerse… respetuosamente suyo Bliss Lane".

En un telegrama a Cordell Hull, refiriéndose a la planeada ejecución de Abelardo Cuadra, Lane afirma que conversó con Somoza: "He ido más lejos en este caso que en ningún otro momento, desde la situación surgida como resultado de la muerte de Sandino" ("Revolución en Nicaragua", p. 15).

En la página 24, Lane vuelve sobre el tema de la muerte de Sandino "nosotros seríamos culpados, individual y colectivamente y el gobierno de EU en particular y de que la crítica de lo que yo había tratado de hacer por ayudar en la situación de Sandino, estaba todavía muy fresca en mi memoria, para ser atrapado de nuevo: "Una vez mordido, dos veces cauteloso".

Una extraña relación

¿Por qué esa constante preocupación del embajador Lane de que la opinión pública lo señalara como autor intelectual del asesinato de Sandino?

La verdad es que quien involucra directamente a Lane es el mismo Somoza.

Efectivamente, en primer lugar está el testimonio de uno de los autores materiales del delito, Abelardo Cuadra, que entonces publicó la Revista Bohemia de Cuba en 1949 y que fue reproducido por Gregorio Selser. (Publicado por La Nación, de Buenos Aires, el 21 de febrero de 1934, y reproducido en Sandino, p. 714, Selser, Editorial Aldilá, Managua).

Afirma Cuadra que "el 21 de febrero de 1934, la Guardia Nacional celebró Consejo de Guerra en la residencia de su jefe Somoza". "En la mencionada reunión Somoza dijo: "Vengo de la embajada norteamericana donde acabo de sostener una conferencia con el embajador Arthur Bliss Lane, quien me ha asegurado que el gobierno de Washington respalda y recomienda la eliminación de Augusto César Sandino, un perturbador de la paz del país". Como se ve, estas afirmaciones confirman casi al pie de la letra lo dicho por Canales al Dr. Mario Flores Ortiz.

En segundo lugar, Somoza se refiere implícitamente a Lane durante su discurso en el homenaje que le dieron en Granada, cuando afirmó: "Yo, jefe de la Guardia Nacional, logré segar las cabezas de todos los implicados en esos actos de bandidaje. Fui llamado en cierto momento para liquidar una situación y lo hice, y no rehuyo responsabilidad". (Cable de Asociated Press, publicado por La Nación, de Buenos Aires, el 21 de junio de 1934, y reproducido en "Sandino", Selser, p. 174, Editorial Aldilá, Managua).

¿Por eso es que Bliss Lane se ve obligado a hacer una declaración, llama a Somoza a su despacho y lo amonesta "por haber ido tan lejos en su discurso en Granada?"

Y Somoza, como un niño agarrado en falta, contesta: "Si yo siempre te dije que tu declaración era buena, debía hacerse".

Todo esto revela, por lo menos, una extraña relación, casi patológica, entre ambos personajes. Pero vayamos más a fondo en este tenebroso asunto y regresemos al escenario del crimen, la noche fatídica del 21 de febrero de 1934.

Son las diez de la noche, la cena que el presidente Sacasa y su familia han ofrecido a Sandino, ha concluido en Casa Presidencial, Loma de Tiscapa.

Federico Sacasa acompaña a Sandino y a sus amigos hasta la puerta, Sandino, su padre y Salvatierra se colocan en la parte trasera del carro, Umanzor y Estrada van adelante con el chofer Francisco Rodríguez. Bajan de La Loma, y al acercarse al retén de El Hormiguero notan que está obstruido el paso por un vehículo que aparenta tener las llantas ponchadas: es un Ford GN 5.

De su interior, sale nada menos que nuestro viejo conocido Juan Emilio Canales, quien grita: "Párese el carro, al que levante la mano lo tiran ¡Todos a tierra!" ("Sandino", Selser, p. 683).

Todos son conducidos a pie hasta la cárcel El Hormiguero. Permanecen en el patio vigilados con ametralladoras, hasta que llega el pelotón de guardias que comanda Carlos Eddy Monterrey.

Sandino, Estrada y Umanzor son montados en un camión militar. Don Gregorio y Salvatierra permanecen en El Hormiguero.

Son casi las 11 de la noche cuando se escuchan los disparos; don Gregorio dice: "Ya los están matando".

Lane deambula por Managua en la noche.

A la 1 de la madrugada del día 22, tres horas después, llegó a El Hormiguero nada menos que el ministro americano Bliss Lane, quien sube a don Gregorio y a Salvatierra en su carro y se los lleva a la Embajada.
¿Qué andaba haciendo un diplomático de su categoría, en una noche de balaceras, deambulando por Managua?

¿Cómo sabía Lane que todo estaba consumado? ¿Por qué no llegó antes que Sandino y su padre fueran separados, evitando así el crimen? ¿Estaba Lane en comunicación directa con Somoza? ¿Quién le informaba todo, minuto a minuto?

La versión que da Bliss Lane es que el presidente Sacasa lo llamó para pedirle que llevara a Somoza a La Loma, y que después Somoza y Sacasa le solicitaron que fuera a traer a don Gregorio y Salvatierra a El Hormiguero para garantizar sus vidas (El martirio del héroe-La muerte se Sandino", p. 48).

¿A quién se le ocurre que Somoza y Sacasa, dos fieles funcionarios al servicio de la Embajada, iban a mandar a Lane a traer a las mencionadas personas, función que podía realizar fácilmente cualquiera de los oficiales acantonados en Casa Presidencial?

La versión que da el coronel Juan Ferretti --quien escapó de la balacera en la casa de Salvatierra-- el 12 de abril al Diario de Costa Rica, afirma que "el ministro americano es el verdadero jefe de la Guardia Nacional de Nicaragua, con Moncada, principal persona responsable del cobarde asesinato de mi inolvidable jefe".
Agrega Ferretti que "desde mi escondite pude ver al Ministro (Lane) que llegó a inspeccionar la casa de Salvatierra… minutos después del asalto.

Preguntó: "¿Todo está consumado?", revisó los cadáveres y salió satisfecho ("El martirio del héroe–La muerte de Sandino", pp. 60, 61, 62, 63 y 64).

Exageradas o no, las declaraciones de Ferretti confirman dos cosas: una, lo extraño del peregrinaje de Bliss Lane esa noche tenebrosa en las calles de Managua; dos, el sentimiento de repudio generalizado en Centro América hacia su persona.

Pero hay más todavía. Después de cometido el asesinato, nadie, ni el presidente Sacasa, puede localizar a Somoza; nadie sabe dónde está. Pero Bliss Lane sí lo ubica inmediatamente y dice: "Habiéndome dicho el presidente que no le había sido posible conseguir a Somoza, me pidió persuadirlo de llevarlo a la presidencial. Encontré a Somoza en su casa mostrándose renuente a ir, por la posibilidad de que se le hiciera objeto de violencia

Al ofrecerle llevarlo conmigo en mi carro, consintió en acompañarme". ("El martirio de un héroe-La muerte de Sandino", p. 48.)

O sea, que Somoza no hacía caso a su jefe, el Presidente. Pero con Bliss Lane sí caminaba de la mano, como un niño al ser llevado al dentista por su padre.

Finalmente, para cerrar con broche de oro el perfil de este extraño personaje, digno de una obra de Tennesse Williams, y su aún más extraña relación con Somoza, en varias de sus comunicaciones con el Departamento de Estado, se queja amargamente de que Somoza no le hace caso.

"Es cierto que he visto a Somoza muchas veces con anterioridad al miércoles… él me dio su palabra de honor, la última vez a las 6 pm del 21 de febrero, de que no tomaría ninguna acción contra Sandino sin mi consentimiento.

¿O sea, que él se arrogaba el derecho de ser quien diera la orden final? No se quejaba porque Somoza hubiera matado a Sandino, sino porque no había sido tomado en cuenta. Pero, a pesar de todo, Lane defendería a Somoza hasta el fin.

"El Presidente me dijo anoche (26 de febrero) que no tiene suficiente confianza en Somoza"

"Lo que el Presidente no parece comprender es que es de vital importancia para él no seguir disgustando a la Guardia".

Lane cierra sus meditaciones con esta frase de antología: "Desgraciadamente está rodeado por influencias… personas que desean humillar a Somoza" (Inquietud Política en Nicaragua, ediciones El Centroamericano)

Somoza admite e involucra

En mayo de 1934, se propuso a la Asamblea el proyecto de amnistía para los asesinos de Sandino, y mientras estaba en debate Somoza se mostró abiertamente complacido de que hubiesen matado a Sandino y admitió que él había dado la orden.

También afirmó que el ministro norteamericano estaba implicado en el asesinato y que apoyaba sus ambiciones políticas. Esto disgustó a Lane, el general prometió no repetir declaraciones semejantes, sin embargo, como lo señaló el propio Lane, continuó haciéndolo, especialmente cuando estaba ebrio" (Lane a Hull 22 de mayo de 1934; 23 de junio de 1934 NARG59, 81700-876; 22, 23 y 25 junio de 1934, Guardianes de la dinastía, p. 270).

Si Lane no confiaba en Somoza por no haberle cumplido su palabra, como repetidamente afirma en sus comunicaciones, lo natural habría sido que tomara distancia de él, aunque fuera para acallar las habladurías. Pero no. Continuará su extraña y enfermiza relación con él, se reunirán, una y otra vez, en diferentes lugares, y lo acompañará hasta casi dejarlo sentado en el sillón Presidencial.

El presidente Sacasa y su familia, después de la muerte de Sandino, se convierten en rehenes indefensos en manos de Somoza y de la Guardia.

Sacasa envía a su hermano Federico, quien junto al encargado de Negocios en Washington, Henry Debayle, hace gestiones desesperadas para que EU detenga a Somoza en sus planes de dar un golpe de Estado.
Lo anterior lo demuestra el memorando del jefe de la División de Asuntos Latinoamericanos, Edwin Wilson (Washington, octubre 16 de 1935).

"El señor Federico Sacasa y el Dr. Henry Debayle visitaron al señor Summes Wells (Subsecretario de Estado) para decirle que Somoza estaba inhibido constitucionalmente para ser Presidente de Nicaragua".

Que el Gobierno de Nicaragua necesitaba ayuda moral de EU, "que el Gobierno estadounidense tenía una parte de la responsabilidad por cualquier situación que surgiera de la acción de la Guardia".

Después de esto, según el memorando, Wells se negó a hacer ninguna declaración a favor de Sacasa en contra de Somoza (Revolución en Nicaragua, p. 62).

Lo mismo se afirma en el memorando de Willard Beaulac, jefe asistente de la División de Asuntos Latinoamericanos, Washington octubre 25 (817008298), y en la carta del presidente Sacasa, en la que pide ayuda a EU (Revolución en Nicaragua, p. 57).

El Departamento de Estado se negó repetidamente a realizar un solo gesto que detuviera a Somoza.

Sin embargo, el mismo profesor Millet en su libro afirma que en septiembre de 1935, la esposa del Presidente, "que era la que llevaba los pantalones", había obtenido armas y el apoyo de los gobiernos de El Salvador y de Honduras para exigir la renuncia a Somoza y ofrecerle un cargo fuera de Nicaragua, si no, su cuartel sería bombardeado por aviones hondureños.

Esto lo confirma Lane, plenamente, en su comunicación secreta No. 829 del día 1 de mayo de 1935 al Departamento de Estado, cuando se refiere a la entrevista sostenida con el embajador de El Salvador, Dr. Cesar Virgilio Miranda. Nótese la forma despectiva con se refiere al mencionado diplomático que adversa Somoza.

"Este individuo, viejo amigo de los Sacasa, ha sugerido e insinuado a mí, respectivamente, que --como Decano-- yo convoque al cuerpo diplomático, a fin de apoyar al Gobierno en sus relaciones con la Guardia Nacional, de que yo intente --con el apoyo del ministro de El Salvador-- la renuncia de Somoza como jefe de la Guardia. (Revolución en Nicaragua, p. 20)."

Lane no sólo se negó a apoyar al señor Sacasa, o sea al gobierno constitucional, sino que consiguió permiso del Departamento de Estado para aconsejarle (al señor Sacasa) que no emprendiera esa acción. (Guardianes de la Dinastía, p. 278).

En resumen, el Departamento de Estado no podría intervenir para apoyar a Sacasa, pero sí para defender a Somoza.

Mataron, batieron palmas, pero el crimen no pagó

Como el asesinato de Lincoln, de Kennedy, de Maderos, de Villa y de Zapata, de Pedro Joaquín Chamorro, de Olof Palme..., tras los rostros conocidos directamente en la acción yacen conspiraciones que la historia parece nunca aclarar. Este trabajo pretende profundizar sobre el asesinato más trascendente en la historia de Nicaragua, el del general Augusto C. Sandino.

Somoza, asesino de Sandino, ¿y cuántos más en la conspiración?

No pretendemos realizar aquí un análisis sicológico de la personalidad de Bliss Lane, porque va más allá de los objetivos que se ha planteado este trabajo, pero sí queremos dejar sentadas algunas verdades con respecto a él.

1.- Somoza no le tenía ningún respeto, lo manoseaba y lo involucraba en situaciones incómodas a la hora que él quería.

2.- La de Bliss Lane nunca fue la actitud viril y enérgica que corresponde al representante de una súper potencia, poniendo en su lugar a un simple guardia a quien ellos han colocado en posiciones cimeras, sino que la actuación de Lane consistía en una serie de quejas y lamentos, afirmando que Somoza no le hacía caso por más que le prometió que sería prudente.

Veamos, por ejemplo, una de las comunicaciones de Lane con su jefe del Departamento de Estado.

"Por la mañana recibí a Somoza... pareció inusualmente excitado... me dijo que él deseaba proceder inmediatamente contra Sandino y que si yo hacía un simple guiño de ojos, lo encarcelaba". (Would ‘lock him up). ("El martirio del héroe-La muerte de Sandino", pág.17)

¿Qué son esas expresiones en boca de un diplomático de tal envergadura?

Todo parece indicar que, en su vida privada, Lane era un solitario. Por lo menos en Nicaragua no se le conocieron esposa ni hijos.

Somoza García era el instrumento directo que usaría Bliss Lane en la realización de sus planes. La vinculación entre ambos era total.

Finalmente, hay un detalle que es importante registrar. Dice Abelardo Cuadra que, 17 minutos antes de las diez de la noche, llegó Lisandro Delgadillo donde estaba con Somoza diciendo que ya habían capturado a Sandino.

"Entonces Somoza nos preguntó si no sería mejor dejar presos a Sandino, Estrada y Umanzor por toda la vida".

Finalmente, para no dejar ninguna duda acerca de la culpabilidad de Bliss Lane y del Gobierno norteamericano en el asesinato de Sandino, Carlos Fonseca Amador, en su trabajo Crónica Secreta (Bajo las banderas del Sandinismo, Editorial Nueva Nicaragua, Managua. Primer tomo, pág. 417) nos dice:

"Al observarse la correspondencia del Embajador, se ve el trazo de mensajes secretos con Washington en los días inmediatos anteriores al 21 de febrero de 1934.

16 de enero, 5 y 16 de febrero, son días en los que, explícitamente, se admite en la recopilación: no impresos, es decir, que Artur Bliss Lane se comunicó secretamente con su Departamento de Estado.

"Por lo que se refiere al propio 21 de febrero, incluyendo el comienzo de la noche, el norteamericano se mantendrá en contacto directo con Somoza García".

En la taimada correspondencia diplomática de Bliss Lane, éste confiesa que, en algún momento, le expresó a Somoza que, en cuanto a Sandino, no se precipitase, lo que es una confesión paladina de la orden del crimen transmitida a Somoza, al que, además, se le exige, según el tono de las palabras citadas, ser oportuno. Carlos Fonseca cita como fuente de información precisamente el folleto publicado por El Centroamericano, Inquietud Política en Nicaragua.

Alude el mensaje 81700/7946, telegrama del Ministro en Nicaragua (Lane), al Secretario de Estado. Managua, 23 de febrero de 1934, págs. 16-17. (2)

José María Moncada:

El tercero de los conjurados, José María Moncada, era tío y padrino de Somoza. Su influencia fue determinante para que lo nombraran Jefe Director de la Guardia Nacional. Somoza había sido traductor de Moncada en el Espino Negro; después fue su asistente personal. Moncada siempre acompañó a Somoza en los momentos más cruciales de su agitada vida política y éste no tenía por qué ser la excepción.

Moncada odiaba a Sandino, quien lo había exhibido ante el mundo como traidor después del pacto del Espino Negro. Desde entonces, Moncada era incondicional de la Embajada Americana.

El 27 de noviembre de 1929, cuando el presidente de los Estados Unidos, Hebert Hoover, llegó al puerto de Corinto, reunió a Adolfo Díaz, Emiliano Chamorro y Moncada a bordo del buque Maryland, donde sirvió un lunch en su honor. Díaz era Presidente, Moncada, Presidente electo, y Chamorro ex presidente. Lejos estaba Moncada de ser el guerrero nacionalista que había luchado por la Constitución contra Díaz y Chamorro.

Siendo todavía Presidente, el embajador Mathew Hanna lo había hecho reconciliarse con sus viejos rivales Emiliano Chamorro y Adolfo Díaz, con quienes había brindado en la Legación Americana (Sandino, Selser pág. 517). "Pero la mayor prueba de la participación de Moncada en el crimen lo constituyen las declaraciones que dio don Gregorio Sandino algún tiempo después de la muerte de su hijo, al Diario Latino de El Salvador, país al que había llegado voluntariamente exiliado. Don Gregorio declaró:

‘Las armas están en poder de la Guardia Nacional y el jefe de ella es el general Anastasio Somoza, quien, junto con Moncada, parecen ser los instigadores del asesinato. Esto sí puedo asegurarles a ustedes, que Moncada es el principal instigador y autor intelectual del delito’. Sigue diciendo Don Gregorio que hay pruebas y, entre ellas, la de que en los días en que se registraron los trágicos sucesos, él (Moncada) estaba en Managua, en la cantina de la Nicolasa, y ahí conversó con cierta persona a quien dijo: ‘Sólo matando al bandido de Sandino se puede arreglar esto. Todo el mundo lo sabe allá, pues lo dice la pública voz...’ desde luego, los instigadores estaban detrás". (Sandino, Selser, pág. 720)

Otra prueba demoledora sobre la culpabilidad de Moncada, la da Gustavo Alemán Bolaños en su libro Sandino el Libertador, reproducido por Selser.

"Moncada, para dar los últimos toques al drama, llegó a Managua procedente de su residencia llamada Venecia, el 21 de febrero, que fue el día del crimen, pasando inmediatamente a las dos de la tarde a la residencia del Ministro Norteamericano, en el cerro de Chico Pelón, donde se quedó a almorzar. A las cuatro salió Moncada de la casa del Ministro y se encaminó al Campo de Marte, donde estaba la residencia de Somoza, y ahí permaneció hasta las siete y treinta de la mañana del día 22". (Sandino, Selser, pág. 710)

Y ¿qué dice Bliss Lane al respecto?

"Tal como le expliqué a Wilson por teléfono hoy (Edwin Wilson, jefe de la División Latinoamericana del Departamento de Estado), la situación se ha agravado por las crecientes y fuertes presunciones de que yo conspiré con Moncada y Somoza para matar a Sandino. Esto me ha sido dicho por nicaragüenses y fuentes diplomáticas". (Comunicación entre Lane y el señor Hull los días 22, 23,24 y 26 de febrero de 1934. Guardianes de la Dinastía, pág. 264. "El martirio del héroe-La muerte de Sandino", pág. 58)

Creo que está demostrada, de manera irrefutable, la culpabilidad de Moncada, y pasamos a otro de los conjurados.

Gustavo Abaunza

El general Gustavo Abaunza Torrealba figuraba en la terna que presentaron los yanquis a Moncada y, luego, éste a Sacasa para Jefe Director de la Guardia Nacional, junto a Somoza y al General José María Zelaya (Semper Fideles–El secuestro de la GN, Justiniano Pérez), o sea, que gozaba de la total confianza de la Embajada Americana.

Una prueba más concreta que incrimina a Abaunza Torrealba aparece en la declaración de uno de los autores materiales del delito, Abelardo Cuadra, que entonces publicó la Revista Bohemia, de Cuba, en 1949, y que fue reproducida por Selser, como mencionamos antes. Afirma Abelardo Cuadra: "El 21 de febrero de 1934, la Guardia Nacional celebró consejo de guerra en la residencia de su jefe Somoza. En ese gran consejo de oficiales participaron el general Gustavo Abaunza, segundo jefe de la Guardia; el coronel Samuel Santos, el mayor Alfonso Gonzáles Cervantes, el capitán Lisandro Delgadillo, el capitán Francisco Mendieta, el capitán Policarpio Gutiérrez, el capitán Diego López, el teniente Federico Davidson Blanco, el teniente José A. López, el teniente Ernesto Díaz, el subteniente César Sánchez y Camilo González Cervantes".

El profesor Richard Millet, en la página 258 de su libro Guardianes de la Dinastía, sostiene que: "Lane y Somoza se vieron varias veces el 21 de febrero de 1934, y el general Abaunza y Somoza se las arreglaron para mantener en Managua, en un recital de poesía, a todos los oficiales que no estaban involucrados, con lo cual se aseguraban que no habría oposición militar a sus acciones".

"Esta información presenta a Abaunza como si hubiera estado considerablemente más decidido a matar a Sandino que Somoza", afirma Millet.

Agrega el escritor norteamericano que, cuando Somoza titubeó, Abaunza dio la orden para la ejecución.
En la página 267 del mismo libro, Millet afirma que: "Abaunza, originalmente, había sido incorporado a la Guardia para que espiara a Somoza (por orden de Sacasa), pero evidentemente se cambio de bando".
"Abaunza y Somoza –-sigue diciendo Millet-- hasta se habían emborrachado juntos y, tambaleándose, fueron a la Loma y mandaron a llamar a Sacasa para protestar por la continua presencia del general Carlos Castro Wassner, enemigo personal de Somoza, como comandante de las fuerzas que resguardaban al presidente".

"Sacasa, finalmente, despidió a Abaunza, y Somoza, aunque lo intentó, no pudo protegerlo", termina diciendo Richard Millet.

Por su parte, en su testimonio, Abelardo Cuadra afirma que Abaunza fue dado de baja mes y medio después del crimen y, luego, fue Director de El Centroamericano, órgano somocista de León". ("El martirio del héroe–La muerte de Sandino", Pág. 18)

Abelardo Cuadra también declara: "Cuando se dio el consejo de oficiales, la tarde del 21, Somoza pidió que se redactara una acta en que constatara la resolución (matar a Sandino).

"La primera acta se rompió --cuenta Abelardo-- debido a una objeción hecha por el general Gustavo Abaunza, quien dijo que allí no quedaba deslindada la responsabilidad, ya que parecía que era el Ejecutivo el que lo autorizaba".

"El acta, firmada por todos, sospecho que Somoza se la entregó al Presidente o al Ministro Americano", finaliza diciendo Abelardo. ("El martirio del héroe–La muerte de Sandino", págs. 20 y 21)

Por su parte, el periodista César Vivas nos afirma que "el general Abaunza, siendo Subsecretario de Gobernación, en 1949, en su oficina le dijo que Sandino y sus compañeros habían sido metidos en una caja de plomo". ("El martirio del héroe–La muerte de Sandino", pág. 72)

En su libro Civiles y Militares, Armando Zambrana Fonseca, (Ediciones Pavsa, Managua) se refiere a la reunión o consejo de guerra mencionado por Abelardo Cuadra a Bohemia y a las afirmaciones de Somoza de que contaba con el respaldo del embajador Bliss Lane.

En la página 207 de su libro, Zambrana sostiene que "Sandino fue echado en un ataúd hecho de plomo, según testimonio del coronel Carlos Eddy Monterrey, uno de los autores materiales del asesinato". "Si esto es cierto --afirma Zambrana-- el simple sentido común nos hará deducir que la preparación del asesinato no se limitó a lo conversado en la mañana del 21 de febrero con Bliss Lane y los oficiales de la GN".

"¿Acaso la reunión del 21 con Bliss Lane fue la última de una serie? ¿Cuántas personas civiles estaban involucradas en la operación?" (El subrayado es nuestro).

"¿Dónde estuvo el ataúd (de plomo)? ¿Quién o quiénes lo tenían guardado?"

"¿Lo hicieron en Nicaragua o lo trajeron de otro lado? ¿Desde cuándo estuvo planificado el asesinato del general Sandino?", se pregunta, repetidamente, Armando Zambrana Fonseca en su libro Civiles y Militares.

Somoza: Fui llamado a liquidar

Granada, Nicaragua, 20 de junio de 1934 (AP). Durante un banquete en homenaje al Jefe de la Guardia Nacional, General Anastasio Somoza, al que asistieron numerosas personas, entre ellas, el ex Presidente General José María Moncada.

Somoza, en un discurso, aceptó prácticamente la responsabilidad por la muerte de Sandino. "...La única forma –dijo Somoza– de terminar con los horribles crímenes que se producían, era liquidar al General Sandino y, los sandinistas. Una falange de bandidos. Yo, Jefe de la GN, logré segar las cabezas de todos los implicados en esos actos de bandidaje. Fui llamado en cierto momento para liquidar una situación y lo hice, y no rehuyo responsabilidad". (Sandino, Selser, pág. 714, Editorial Aldilá, Managua.)

"O sea, que está demostrado que Moncada, Chamorro y demás autores intelectuales estaban presentes en un homenaje público donde el criminal confesaba su ilícito, además, se vanagloriaba de haber cumplido la misión que se le encomendó". ¿Quién se la encomendó?

Voto razonado de conservadores amnistiando a Somoza

El voto razonado de los conservadores ante el Senado, dice, entre otras cosas: "La muerte del General Sandino ha constituido un delito... pero cabe la interrogación de si el hecho fue un asesinato con carácter de delito común... o si perteneció por circunstancias intrínsecas y extrínsecas a la categoría de delitos políticos.

"El fin sangriento del General Sandino no fue un hecho aislado que se realiza por determinación de un solo hombre con ánimo de servir miras particulares o de derivar provechos personales. Fue la culminación de una serie de desgraciados sucesos que afligieron a Nicaragua. Horroroso encadenamiento de crímenes que cubrió de luto y de ruina a las Segovias.

"El conflicto creado y mantenido por las operaciones del General Sandino no llegó a tener más soluciones posibles que la destrucción y la muerte. En los últimos días de su agitada vida en que pernoctó el General Sandino en Managua, los ecos hicieron resonar en la general alarma, el reto terrible cruzado entre Sandino y la Guardia Nacional, único ejército legalmente reconocido.

"Vimos plantearse la disyuntiva implacable: la destrucción del instituto armado o la destrucción a raíz de Sandino y sus huestes.

"Los suscritos senadores conservadores, haciéndonos intérpretes de la opinión de nuestro comitente, votamos a favor de la amnistía".

Firman: Emiliano Chamorro, Carlos Cuadra Pasos, Joaquín Gómez, etc.
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