Los pecados de los medios de comunicación, los más grandes, son los que van por el camino de la mentira, de la falsedad, y son tres: la desinformación, la calumnia y la difamación. Estas dos últimas son graves, ¿eh? pero no tan peligrosas como la primera. ¿Por qué? Les explico. La calumnia es pecado mortal, pero se puede aclarar y llegar a conocer que aquella es una calumnia. La difamación es pecado mortal, pero se puede llegar a decir: "pero esta es una injusticia porque esta persona ha hecho aquello en aquel tiempo, después se ha arrepentido, ha cambiado de vida". Pero la desinformación es decir la mitad de las cosas, las que son para mí más convenientes y no decir la otra mitad. Es así, de lo que se ve en la televisión o aquello que se escucha en la radio no se puede dar un juicio perfecto, porque no se tiene los elementos y no se los dan. De estos tres pecados, por favor, huyan: Desinformación, calumnia y difamación. "(El periodismo) tiene que ser un servicio a la verdad, a la bondad y a la belleza. Tenéis que evitar conceptos tan dañinos como la desinformación, la difamación, la calumnia y mantener un alto nivel ético". (Papa Francisco en el 60 aniversario de la primera emisión televisiva de la RAI)
Tales afirmaciones del Papa Francisco calzan a la perfección con el sufrimiento diario de los venezolanos por la pérdida de ética en la casi totalidad de los medios. Entendiendo, claro está, que para el pueblo, gobierno y sectores populares, lograr manifestar sus verdades y realidades, incluyendo las expresiones críticas por duras y dolorosas que estas sean en los medios oligárquicos nacionales es tarea imposible.
Los dueños de los medios burgueses-oligárquicos manejan sus propios códigos económicos, políticos y geopolíticos. Y en el sumun de miserias, miedos y conductas cobardes no entran para nada conceptos tales como democracia, intereses nacionales, patria, etc. Para ellos lo que cuenta es el grado de afinidad con los EEUU y Europa, en tanto y cuanto, les arrimen cuotas de poder político como base y pivote para acceder a los petrodólares. Es ese el centro medular de sus intereses. Siempre fue así desde la aparición del petróleo. Cambiar tan miserables estructuras culturales ya se hizo, más que utópico, imposible; son irrecuperables. Se convirtieron en piedra y callos.
Nada estará perdido mientras prevalezca el firme e indeclinable propósito revolucionario. Por ello, la lucha traducida en pequeñas porciones de información, persistente, invariable, reiterada y sostenida, es una opción pacífica que abre puertas para la comprensión y respuestas a la interrogante. ¿Por qué tanto odio a Venezuela y desquiciado amor a los EEUU y a las elites privilegiadas?
Así entonces, día a día iremos transmitiendo información y datos irrefutables que dan buena cuenta de una nueva realidad que intenta abrirse paso ante tanta desgracia comunicacional fascista.
Arévalo Méndez Romero, Embajador.
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