'En Israel desde la guardería ya estás rodeado de símbolos militares', afirman la insumisa Sahar Vardi y el ex-soldado Micha Kurz. Ambos censuran la política del miedo con la que se educa a la sociedad israelí. Juntos tratan de que el movimiento de resistencia a la ocupación de Palestina cobre mayor fuerza entre la población judía.
Los dos son israelíes. Han mamado desde pequeños la cultura de la militarización que impregna los libros de texto en las escuelas judías. Cada uno tomó un camino diferente hasta que, pasados unos años, confluyeron en la misma senda.
Sahar Vardi sabe muy bien cuál es el precio de la insumisión en Israel. Esta joven originaria de Jerusalen ha estado hasta en tres ocasiones en la cárcel por haberse negado a realizar el servicio militar. Es una refusenik, u objetora de conciencia, o, a ojos de gran parte de la sociedad israelí, donde el Ejército es la institución más venerada, simplemente una "traidora".
Micha Kurz, también de Jerusalen, por el contrario, sí se alistó. "Era un patriota", se define al recordarse en los tiempos en los que participó en algunas incursiones y combates durante la Segunda Intifada. Sin embargo, durante los tres años de instrucción obligatorios algo pasó. Ahora, juntos, comparten un mismo ideal, el de la resistencia a la ocupación de Palestina y la discriminación en Israel.
Ambos se encuentran estos días en Madrid. Esta tarde, a las 16.30 horas, compartirán una tertulia sobreDesobediencia en contextos represivos, organizada por el Instituto Internacional por la Acción Noviolenta, en el Teatro del Barrio. En ella hablarán de sus experiencias y de cómo es la vida en Israel de un movimiento contestatario que, muy a pesar, no tiene un gran poder de influencia.
En un encuentro con Público, explican que, entre otras cosas, la sociedad en la que han crecido no conoce las implicaciones y el alcance real de la ocupación. Para aclarar esto, ponen de relieve la "política del miedo" con la que Israel empapa a los niños. "Crecimos durante la Segunda Intifada. Nos decían que todo el mundo quería asesinarnos, que nos matarían en la calle", subraya Vardi.
Ella tuvo su primer contacto con los palestinos a los 12 años, en un pueblo de Jerusalen, a quince minutos en coche desde su casa. Ya desde entonces pudo comprobar la discriminación del establishment o los ataques de los colonos judíos.
Kurz, por su parte, no interactuó con ningún palestino hasta que entró en el Ejército. "Crecí sin conocer a un solo palestino, sin visitar nunca uno de sus barrios, sin codearme con los colonos, sin saber lo que era un asentamiento y lo que significaba. La primera vez que tuve que lidiar con la ocupación fue a través de las lentes de un militar", comenta.
"Todo tiene que ver con la forma en la que estamos educados", apunta su compañera. "Los israelíes están aterrorizados. El mayor ejemplo está durante la celebración de la pascua judía cuando se canta un canción cuya traducción sería algo así como: en cada generación hay alguien que quiere exterminarnos", explica Vardi.
Kurz señala otro aspecto de la educación en Israel: una militarización mezclada con un lenguaje bíblico. Por su condición de insumisa, Vardi tuvo que superar un proceso de varios meses del que no escapó hasta que un tribunal le liberó de su obligación de servir al Ejército alegando problemas de salud mental. Después de aquello, le tocó sufrir las consecuencias de la discriminación -"oficialmente no existe, pero en la práctica, sí"- por no haber hecho el servicio militar.
Y es que, como subraya Kurz, "en general Israel es una sociedad muy militarista. Creo que nunca hemos estado en un lugar tan derechista y tan racista. Cuando acabé el servicio militar, me puse a leer para aprender más sobre un movimiento palestino que no merecía ni una nota a pie de página en la prensa. Quería que mis amigos, mi familia y especialmente mi madre supieran lo que estaba pasando", apostilla el exsoldado, cofundador de Rompiendo el Silencio, una organización de exmilitares israelíes que desde hace años examina las actuaciones en los territorios ocupados.
Vardi incide en el mensaje "de lucha por la supervivencia" que las autoridades israelíes se empeñan en propagar entre la población. "La idea del miedo está muy conectada con la identidad judía. Desde el jardín de infancia ya estás rodeado de símbolos militares por todas partes", comenta la también anglófona, antes de volver a insistir en que "el mensaje es el de supervivencia, pero el de sobrevivir a base de atacar primero. Hay una cita bíblica que suele usar la gente y que viene a decir que al que alza la mano para matar, mátale primero".
Ese mensaje, apunta Kurz, sirve además "para oscurcer el debate en torno a la parte económica, el de la economía de la ocupación, y lo que la campaña de boicot supone". El exsoldado destaca que el ataque de BDS (Boicot, Desinversiones y Sanciones) amenaza con causar serios estragos en las finanzas del Estado hebreo. El propio Gobierno israelí ya ha mostrado cierta inquietud al respecto.
Ambos defienden el boicot como una forma de protesta no violenta que puede llegar a ser más contudente que la propia confrontación armada. Mientras, ellos seguirán en su empeño de conseguir una mayor conciencia de resistencia contra la ocupación palestina entre los israelíes. En ello están. Sin embargo, también son conscientes de que, ante la fuerza militar de Israel, su lucha desde dentro depende de lo que esté dispuesto a hacer la comunidad internacional. "Hay docenas de buenas soluciones al conflicto, pero necesitamos las presiones externas", defiende Vardi. "El lenguaje político se pierde en lo abstracto. A veces sólo hace falta mirar cuanta gente no tiene acceso a un trabajo o la cantidad de niños que no pueden ir al colegio", concluye Kurz.
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