Asia Times Online
Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens
Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens
Comencemos con la invocación de un icono cultural occidental, Dante: “Oh vosotros los que entráis, abandonad toda esperanza" – porque el derecho internacional tal como lo conocemos acaba de recibir una estaca a través de su corazón. El “nuevo” darwinismo sociopolítico implica neocolonialismo humanitario, asesinatos selectivos –ejecuciones extrajudiciales– y guerras de drones, todo realizado en nombre de una carga del hombre blanco actualizada.
En el torbellino de mentiras e hipocresía que abruma el asesinato de Osama bin Laden, el hecho crucial relacionado con la justicia es cómo un hombre desarmado, con “Gerónimo” como nombre de código, fue capturado vivo y ejecutado sumariamente frente a una de sus hijas – después de la invasión con la rapidez de un relámpago de un país teóricamente “soberano”.
En cuando a la guerra pantanosa librada por la OTAN contra Libia, el hecho es que a la opinión pública occidental se le hizo tragar un ataque militar contra un país soberano que no ha cometido violación alguna de la carta de las Naciones Unidas. Y hablen de un colonialismo lobo –disfrazado de cordero– la “guerra humanitaria”.
El meollo de la cuestión es el concepto mismo del derecho internacional –adoptado por todas las naciones “civilizadas”, así como lo que constituye una guerra justa. Sin embargo, para las elites gobernantes occidentales es solo un detalle; no ha habido ningún debate a alto nivel sobre las implicaciones de una guerra de la OTAN justificada por las Naciones Unidas cuyo objetivo en última instancia –y nunca declarado– es el cambio de régimen.
Darwinismo Tomahawk
La operación sucia en el Norte de África resulta ser aún más repugnante ya que se ha probado que la guerra contra Libia fue inicialmente conceptualizada por dudosos intereses franceses; que Arabia Saudí organizó una truculenta votación de la Liga Árabe para EE.UU. porque quería librarse de Muamar Gadafi y al mismo tiempo tener mano libre para aplastar las manifestaciones por la democracia en Bahréin; que Libia ofrece la posibilidad perfecta para que el AFRICOM del Pentágono tenga una base africana; que un montón sospechoso de “rebeldes” abusó de protestas legítimas, junto con desertores de Gadafi, yihadistas vinculados a al-Qaida y exiliados como ser el agente de la CIA, Khalifa Hifter, quien vivió durante casi 20 años en Virginia, y se encargan de la tarea.
Lo que sucedía se hizo aún más repugnante cuando se supo que el 19 de marzo las elites financieras de Washington/Londres/París autorizaron al Banco Central de Bengasi a que tuviera su propia política monetaria –dictada por Occidente–, a diferencia del banco nacional libio, de propiedad estatal, y totalmente independiente, en Trípoli; Gadafi quería librarse del dólar de EE.UU. y del euro y pasar al dinar de oro como divisa común africana – y muchos gobiernos ya estaban de acuerdo.
La guerra contra Libia ha sido vendida globalmente con la consigna R2P –Responsabilidad de Proteger– un “nuevo” concepto humanitario imperialista que fue blandido con entusiasmo en Washington por tres amazonas porristas: la secretaria de Estado Hillary Clinton, la embajadora de EE.UU. ante la ONU, Susan Rice, y la consejera presidencial, Samantha Power.
Amplios sectores del mundo en desarrollo –la verdadera “comunidad internacional”, no esa ficción en las páginas de los medios dominantes occidentales– lo vieron por lo que es: el fin del concepto de la soberanía nacional, como en un hábil “replanteamiento” que desdibuja completamente el Artículo 2, Sección 1, original, de la Carta de la ONU del principio de la igualdad soberana de los Estados.
Vieron que los “que toman las decisiones” sobre R2P son exclusivamente Washington y un puñado de capitales europeas. Vieron que a Libia la golpearon con bombardeos de la OTAN – pero no a Bahréin, Yemen o Siria. Vieron que los “que toman las decisiones” no hicieron esfuerzo alguno por negociar un cese al fuego dentro de Libia – ignorando planes de Turquía y de la Unión Africana (UA).
Y los peces gordos, Moscú y Beijing, claro está, no pudieron dejar de ver que R2P podría ser invocado en caso de agitación en el Tíbet y en Xinjiang – y que el próximo paso sería ver tropas de la OTAN dentro de territorio chino. Lo mismo en lo que concierne a Chechenia – con el factor hipócrita occidental adicional de que los chechenos han sido armados durante años por la OTAN a través de redes vinculadas a al-Qaida en el Cáucaso/Asia Central.
Incluso los protagonistas suramericanos no pudieron dejar de ver que podrían usar R2P a largo plazo para una intervención “humanitaria” de la OTAN en Venezuela o Bolivia.
Por lo tanto, estamos ante el nuevo significado de “derecho internacional”: Washington –a través de AFRICOM o de la OTAN– interviene en todo caso, con o sin resolución del Consejo de Seguridad de la ONU, en nombre de R2P, y todos guardan silencio respecto al daño colateral, al bombardeo de un régimen mientras se niega que el objetivo sea el cambio de régimen, a que no se auxilie a botes cargados de refugiados abandonados en el Mediterráneo.
En cuanto al motivo por el cual se patea a Gadafi mientras los al-Khalifa en Bahréin, Saleh en Yemen y Bashar al-Asad en Siria se salen con la suya – es simple: nadie es un maligno dictador si se trata de uno de “nuestros” hijueputas – es decir se ajusta a “nuestras” reglas. El destino de “independientes” como Gadafi es que los tuesten. Ayuda si uno ya tiene una base militar esencial de EE.UU. en su territorio – como los al-Khalifa y la Quinta Flota de EE.UU.
Si los al-Khalifa no fueran lacayos de EE.UU. y si no hubiera una base militar estadounidense, Washington no tendría problemas en justificar una intervención a favor de los manifestantes pacíficos, en su mayoría chiíes, por la democracia contra una horrenda tiranía suní que necesita a la Casa de Saud para reprimir a su propio pueblo.
Y luego hay los legalismos. Imaginad que se procesara a Gadafi. ¿Una corte marcial o un tribunal civil? ¿Un tribunal irregular y arbitrario –estilo Sadam Hussein– u ofrecerle todos los medios “civilizados” para que se defienda? ¿Y cómo enjuiciar crímenes contra la humanidad más allá de toda duda razonable? ¿Cómo utilizar testimonios objetivos gracias a la tortura, perdón, “interrogatorios realzados”? ¿Y por cuánto tiempo? ¿Años? ¿Cuántos testigos? ¿Miles?
Es mucho más fácil solucionarlo todo con un Tomahawk –o una bala en la cabeza– y luego llamarlo “justicia”.
Pepe Escobar es autor de “Globalistan: How the Globalized World is Dissolving into Liquid War” (Nimble Books, 2007) y “Red Zone Blues: a snapshot of Baghdad during the surge”. Su último libro es “Obama does Globalistan” (Nimble Books, 2009). Puede contactarse con él en: pepeasia@yahoo.com.
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