Una profecía prusiana
Quizás algunos crean que Otto von Bismark fue áspero con aquello de que “Dios tiene una providencia especial para amparar a los tontos, los borrachos y los Estados Unidos de América”. Otros pueden pensar, sin embargo, que tal ocurrencia, hace más de un siglo, cuando el país aludido apenas se daba a conocer, era una profecía mordaz de lo que vendría después en la conducta del nuevo imperio a lo largo del siglo XX y lo que va del XXI.
Recordé la frase al leer una mucho más reciente, agosto de 2014, del senador republicano Jeff Flake quien, criticando las más recientes acciones anticubanas de la Agencia Internacional para el Desarrollo (USAID) ironizaba: “Esos programas necesitan desesperadamente supervisión adulta”. Se refería el legislador al largo y ampliamente documentado reportaje investigativo de la Associated Press sobre el programa clandestino para el envío a Cuba de jóvenes latinoamericanos con el fin de reclutar a sus pares antillanos, organizarlos y convertirlos en una fuerza capaz de derrocar al gobierno revolucionario.
No hace mucho la AP había revelado otro plan de la USAID, utilizando como subcontratista algo llamado Creative Associates International, para armar, mediante el engaño, una red subversiva de telefonía celular, el llamado “ZunZuneo”. Antes había publicado un reportaje que desenmascaró el verdadero papel de Alan Gross actualmente en prisión en Cuba. La propaganda oficial norteamericana lo había presentado como si hubiese venido para ayudar a la comunidad judía cubana a acceder a Internet. Aún se repite tal falacia pese a la rotunda y precisa negación de los líderes de esa comunidad que, además de Internet, tiene muy cordiales y respetuosas relaciones con las autoridades cubanas. El artículo incluía comunicaciones confidenciales entre Gross y quienes lo dirigían, en las que explícitamente reconocen el carácter ilegal y subversivo de su misión.
Seis días después del arresto de Gross, la USAID echó a andar este nuevo proyecto. Casualmente se lo encargó también a Creatives Associates International.
Ahora la agencia noticiosa dio a conocer papeles secretos, incluyendo guías para las comunicaciones encubiertas e informes enviados por los jóvenes conspiradores y las orientaciones que recibían. La AP entrevistó a algunos de los noveles espías, de Costa Rica, Venezuela y Perú, así como a varios de sus “reclutas” cubanos.
La operación parece extraída de un folletín de factura barata. Los latinoamericanos eran entrenados, según dijeron a la AP, en cursos rápidos, apenas una semana, en los que aprendían técnicas de búsqueda y selección de candidatos para ulteriores y más complejas tareas subversivas, así como en códigos de lenguaje cifrado para comunicarse con quienes los dirigían desde el exterior. En cumplimiento de su misión, fueron a Cuba simulando estar interesados en ayudar a los cubanos a desarrollar labores comunitarias útiles para mejorar sus condiciones de vida. En sus intercambios con los receptores de la “ayuda” identificarían a los quejosos ante las dificultades y fallos con que tropiezan diariamente, y tratarían de atraerlos y formarlos como futuros líderes de oposición.
Quienes concibieron la idea seguramente no se han enterado aún que, desde hace años, en esos y otros países del continente, decenas de miles de jóvenes cubanos participan en programas de atención médica, educación, cultura y deporte, entre otras materias, que en mucho contribuyen a salvar y mejorar vidas, así reconocido por los gobiernos y organismos internaciones especializados como la OMS, la OPS y la Unesco. Tampoco parecían conocer que si algo hay en abundancia en Cuba es gente que expresa abiertamente sus opiniones y critica los errores y las insuficiencias que encuentran en su cotidianidad. Lo hacen en los medios de prensa, en las reuniones en las que sus delegados electos les rinden cuenta, y en las de sus organizaciones sociales y gremiales. Lo hacen, en fin, todos los días en cualquier esquina. Lo hacen porque la mayoría de la población nació después de 1959 y ha vivido acostumbrada a que la universalidad y gratuidad de la educación y la salud, así como la asistencia y la seguridad social son derechos inalienables, que son suyos, les pertenecen, aun antes de salir del vientre materno. Para ellos, además, los asaltos de la policía a sus centros escolares y las golpizas y la cárcel a quienes intentaran protestar, son historias del pasado que sólo vivieron sus abuelos.
La excusa perfecta
El costarricense Fernando Murillo, uno de los principales dirigentes de la operación, realizó varios viajes a Cuba. Entrevistado por la AP habló de sus correrías por Santa Clara con muchachos que practican la música urbana y otras manifestaciones artísticas. En pose de descubridor, confesó su satisfacción por lo que calificó como “la excusa perfecta” para impulsar su plan: organizar un taller sobre la prevención del VIH-sida, aunque se negó a dar detalles alegando el compromiso de confidencialidad (nondisclosure agreement) que había suscrito con sus empleadores. Se limitó a decir que “enseñaba a la gente cómo usar condones correctamente”. La vocera del Departamento de Estado fue más locuaz, y al defender este plan reconoció que, además de la supuesta lucha contra el sida, tenía otro propósito de carácter subversivo.
Omitió decir que, años atrás, debió Cuba encarar esa enfermedad no sólo sin contar con ayuda alguna de Estados Unidos, sino enfrentando la crueldad del bloqueo que le impedía adquirir retrovirales esenciales que entonces eran producidos exclusivamente por laboratorios del país vecino. En aquellos tiempos iniciales, los pocos pacientes de la isla aliviaron sus sufrimientos con la ayuda solidaria de algunas ONGs y personas particulares. La guerra económica que se nos impone incluye también, desde 1964, las medicinas y los equipos e instrumentos médicos. En la aplicación de esa política genocida participan todas las agencias gubernamentales, incluida la USAID. Por ejemplo, en sus charlas didácticas, Murillo no podía mostrar condones “made in USA”.
Pero, hace ya bastante tiempo, Cuba, además de producir los retrovirales necesarios y mantener su sistema de salud gratuito para todos, lleva a cabo un programa especial para los seropositivos que permite sobrevivir, y en condiciones decorosas, al 90% de los portadores del virus. Sin olvidar que es Cuba uno de los países menos afectados por esa enfermedad, la cual tiene en la isla una tasa de prevalencia de 0.2%, mientras en América Latina es 0.4% y en Estados Unidos y Canadá 0.6%. En cuanto a los jóvenes de 15 a 19 años, el índice cubano -0.02- es el más bajo de las Américas y Cuba está optando para ser certificada como el primer país de la región en eliminar la transmisión vía genética de la sífilis y el VIH.
Los gobernantes de Estados Unidos tienen derecho, desde luego, a exhibir su ignorancia y actuar cual tontos y borrachos, como diría el prusiano. Pero es una infamia imperdonable manipular groseramente la salud y la vida de los demás.
¿Un nuevo comienzo?
Desde 1959 Washington se ha empeñado, infructuosamente, en destruir a la Revolución Cubana. Lo ha intentado todo. La guerra económica, la intervención militar, la subversión y una incesante propaganda hostil.
En 1999 fue publicado un libro del investigador norteamericano Jon Elliston sobre la guerra sicológica y la propaganda anticubana. Es básicamente una recopilación de documentos desclasificados que ilustran sobre el colosal derroche de recursos para tratar de confundir y dividir a los cubanos y de engañar a los pueblos de América Latina. Echaron mano a todo, hasta a libros de historietas infantiles con ediciones de millones de ejemplares.
Los planes que ahora denunciamos continúan una larga saga de agresiones, en las que, no pocas veces, junto al crimen iba el dislate. Los más recientes fueron concebidos y ejecutados por la actual administración. Poco después de instalarse en la Casa Blanca, el presidente Obama anunció que habría “un nuevo comienzo” en la política hacia Cuba. Obviamente esa es una más de las promesas olvidadas. O quizás para él, “cambio” significa más de lo mismo.
Texto tomado de la publicación: Punto Final, edición Nº 811, 22 de agosto, 2014.
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