Las elecciones durante los 16 años neoliberales, fueron perfeccionadas como instrumento de adormecimiento popular. Debemos decirlo con valentía, los oligarcas tuvieron notable éxito en ese cometido; durante 16 años consiguieron manipular al pueblo, anestesiarlo. De esa manera lograron sus objetivos.
Fue necesario que pasaran 16 años para que el pueblo comenzara a reaccionar y despertara. Recuerdo muy bien: “si gana Daniel viene la guerra”. Todavía, en nuestra corta vida revolucionaría, no nos hemos podido desembarazar del sistema electoral adormecedor que heredamos. Corremos el peligro de que las herramientas melladas oligarcas continúen su maléfica acción. Veamos.
El avance revolucionario se puede medir por la conciencia revolucionaria que los pueblos van adquiriendo: la conciencia de la naturaleza social del individuo, la conciencia del internacionalismo, la conciencia de la relación amorosa con sus semejantes y con el entorno natural, etc.
A su vez, la conciencia revolucionaria de un pueblo se mide por las razones que lo movilizan. La calidad de las razones de las movilizaciones nos indica la calidad de la conciencia de ese pueblo. Si se moviliza principalmente, por cosas pequeñas, inmediatas, egoístas, ese pueblo tendrá una conciencia pequeña, inmediata, egoísta. En este caso será un pueblo débil, manipulable, engañable. Pero ocurre al contrario si se moviliza por objetivos superiores de existencia conjunta, altruistas, solidarios, amorosos; en este caso estaremos ante un pueblo unido, poderoso, alerta, difícil de “engatusar”.
De aquí que uno de los objetivos principales de la oligarquía, para poder manipular y engañar a los humildes, fue darle un contenido cretino a las movilizaciones populares, fragmentar la participación social. Y en esta tarea las elecciones oligarcas eran instrumento principal.
Las elecciones se convirtieron en la única forma de manifestar la voluntad popular, las transformaron en una suerte de burdo espectáculo, lleno de necedades y de consignas embrutecedoras, en una campaña comercial, como si de la venta de un artículo se tratara. El objetivo era claro: fragmentar a la sociedad en electores cretinos, sin ningún sentido social.
Los revolucionarios, obligados por la etapa histórica a continuar las elecciones que heredamos de la oligarquía, tenemos la necesidad de darle otro carácter, que comienza por dotar de otro contenido a las movilizaciones.
Si movilizamos al pueblo con consignas comerciales electoreras, egoístas, estamos perpetuando la espiritualidad oligarca y el opio electoral. Este error nos llevará a la derrota. La movilización del pueblo nicaragüense debe tener contenidos sociales, amorosos, altruistas, socialistas.
De esa manera estaremos sentando las bases de una nueva relación social, de una nueva manera, creativa y solidaria, de expresión de la voluntad popular. Un pueblo movilizado por esas razones, es un pueblo invencible.
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