martes, 4 de octubre de 2011

La amenaza cubana ¿Por qué sigue siendo Cuba blanco de la guerra mediática?

Texto presentado en el 20 aniversario de la Coordinadora Estatal de Solidaridad con Cuba

El 17 de marzo de 2010 los periódicos y televisiones hablaban de cómo la “policía cubana reprimía con violencia una manifestación pacífica de las damas de blanco”, el 26 de marzo RTVE mostraba la solidaridad de “Miami con las damas de blanco”, el 21 de junio los medios daban cuenta de la presentación del libro de Yoanis Sanchez  WordPress, un blog para hablar del mundo ' con titulares del tipo “'Sueño con un 15-M en la Plaza de la Revolución' de La Habana, el 28 de septiembre el presidente de EEUU en una entrevista desde la Casa Blanca contestando a preguntas de la comunidad hispana sobre emigración y decía que "Ya ha llegado la hora de que suceda algo en Cuba" (El Pais, 28-09-11). La lista de noticias, artículos, declaraciones que se refieren a Cuba, ocurra o no algo reseñable sería interminable. De este listado de referencias y noticias que plagan todos los medios masivos –nacionales e internacionales- el tono, los contenidos y las formas son abiertamente agresivos hacia Cuba.
Las anteriores son noticias recientes pero si se seccionáramos cualquier año, cualquier mes, desde el triunfo de la revolución cubana hasta hoy, y realizáramos una análisis de las noticias sobre y/o referidas a Cuba, nos encontraríamos un panorama semejante con valles y cimas en función de los acontecimientos internacionales (guerras del imperio, revoluciones en proceso, cambios de gobierno en AL….) Este tratamiento de los medios hacia Cuba está directamente relacionado con la conversión de Cuba en un objetivo militar al salirse de la órbita imperial.
Como he dicho otras veces, es más que evidente que Cuba ha sido y es un objetivo militar del imperio estadounidense, contra ella, y prácticamente desde el triunfo de la revolución se han desplegado todo tipo de ataques, directos (invasión de bahía cochinos, guerra química, atentados como la voladura del avión de cubana en el 76, intentos de asesinar a su presidente…) e indirectos, dentro de estos últimos se podrían encuadrar los correspondientes a los medios de comunicación. Ser un objetivo militar ha ido siempre de la mano de ser un objetivo mediático.
En esta reflexión pretendo contestar a una pregunta que nos hacemos todos a menudo cuando al recibir cotidianamente estos ataques nos preguntamos ¿cómo es posible que un país como Cuba sea visto como una terrible amenaza? ¿Por qué una isla que no tiene armas nucleares, no tiene una posición geoestratégica particular, no posee grandes recursos naturales… es un objetivo mediático? O en otras palabras ¿qué es lo que convierte a Cuba en una terrible amenaza para el imperio y sus socios?
También quisiera apuntar algo sobre cómo construyen los medios el discurso hacia Cuba creando una pantalla con palabras máscara que orientan nuestra defensa de Cuba hacia determinados territorios en los que no tenemos muchas posibilidades. Por ejemplo, cuando nos dirigen hacia la defensa de cuba en el campo de los Derechos Humanos, o hacia el de las libertades. Este es un territorio de lucha previamente construido y delimitado. En él los discursos mediáticos pueden bombardear impunemente ya que el imaginario social está fuertemente consolidado, y nosotros apenas podremos contrarrestar su efecto. Las reglas del campo mediático están ya prefijadas y lo más sensato es tratar de salir de esos espacios-trampa estudiando cómo se han construido y qué otros espacios tratan de ocultar.
Soberanía e indiependencia nacional
Se me ocurren muchas razones y argumentos por los que Cuba es “realmente una amenaza para el imperio”, pero quisiera centrarme en dos que me parecen esenciales. Dos razones que explican que, aun produciéndose cambios en la isla, muchos de ellos en la dirección que propugna la “Comunidad internacional”, ninguno de ellos serán satisfactorios, ni aplacarán las iras mediáticas, mientras no se modifiquen dos de los pilares fundamentales que sostienen la revolución cubana. El primero de ellos se llama: soberanía, el segundo, lo podemos llamar centralidad del ser humano o sistema que coloca al ser humano en su centro. Se trata de dos aspectos de la revolución cubana que no puede digerir el capitalismo.
Alrededor del concepto de soberanía se encuentran engarzados términos como independencia, autonomía, libertad para definir el horizonte de desarrollo, etc. Alrededor del concepto de humanidad surgen otros como dignidad y solidaridad.
Después de la Segunda guerra mundial se inicia, con diferentes ritmos, un proceso de descolonización. Los imperios europeos salen fuertemente dañados y pierden su hegemonía. EEUU toma el relevo dado que, por diversas circunstancias como su tardía implicación en la guerra, sale de ella fortalecido y en las mejores condiciones para sustituir a Inglaterra y Francia como potencia mundial. Con EEUU se abre una nueva forma de dominio mundial que algunos autores llaman neocolonialismo y otros imperialismo.
Como rasgos principales de esta nueva forma de dominio podemos señalar que el control del territorio tiene lugar prioritariamente a través de la economía, y el dominio de la mente a través del lenguaje (los medios) Esto no quiere decir que no se utilice la fuerza, como sabemos EEUU mantiene más de 800 bases militares en todo el mundo y tiene presencia militar en más de 156 países, además de las bases de sus socios; estas bases funcionan como enclaves que permiten el despliegue de fuerzas rápidas de intervención armada y también como fuerzas disuasorias.
En el siglo 19 la colonización se llevaba a efecto a distancia por lo tanto se hacía necesaria la connivencia de las élites criollas, que eran élites económicas y también culturales. En el siglo 20 el cine y la televisión permitirán una incursión directa en los países no desarrollados y con menos mediaciones. Las industrias de publicidad y de relaciones públicas comienzan un despliegue espectacular unidas a la guerra y al consumo. El capitalismo se globaliza a través de la guerra y del consumo.
Marx y Engels consideraban que el colonialismo, o mejor, la expansión colonialista, era una evolución necesaria del desarrollo industrial capitalista, para garantizar el acceso a las materias primas excluyendo a los países industriales rivales (competencia entre economías capitalistas) y para acabar, en caso de que se diera, con las resistencias de las economías no capitalistas. Enmarcaban así el control colonial dentro del contexto económico general pero no lo reducían sólo a esto, el colonialismo, al tiempo que destruía las economías tradicionales también incidía en las relaciones sociales, culturales, en la ideología.
Podemos entender que a partir de la segunda guerra mundial y a medida que se va cerrando el proceso de descolonización, el nuevo colonialismo es un tipo de imperialismo en el que la referencia política no tiene tanta importancia [1] como la referencia económica, con las implicaciones consecuentes de “control político y militar indirecto”. El neocolonialismo viene caracterizado por la “independencia nacional” mientras que se mantiene el control económico.
La referencia económica permite entender las relaciones internacionales en el momento de expansión del capital, pero ¿cómo se mantiene ese control económico cuando se pierde el dominio político y militar directo? ¿Cómo se concretan las nuevas formas de dominación?
Una primera hipótesis sería que una vez destruidos las formas de producción autóctonas, no es posible un desarrollo económico autónomo, por tanto, mientras las élites nacionales garantizan los intereses de las potencias dominantes – suelen hacerlo porque coincide con sus propios intereses como élites nacionales-, no son necesarias las intervenciones directas. La forma en que se expande el capitalismo desde finales del 19 hasta hoy está indisolublemente unida al desarrollo del capital mediático pues es el que generaliza la forma de vida capitalista: el individualismo, la competencia, el consumo, la mercantilización de todas las relaciones… El capitalismo solo puede sobrevivir si se convierte en un sistema global y total, si subordina, si nos subordina a todos a una misma lógica de explotación y sometimiento. Cualquier proyecto nacional que intente escaparse a esta lógica se convierte en un “estado canalla”. Por eso, ser independiente convierte a Cuba en una amenaza.
La revolución socialista cubana está unida a la lucha por la independencia nacional. Socialismo y soberanía es un par indisoluble en el caso cubano. Para el capitalismo, cuya razón de ser es la acumulación económica no es suficiente que se produjeran cambios en Cuba que de alguna forma liberalizaran las relaciones económicas, o permitieran la entrada de capitales extranjeros, muchas de las medidas que se pusieron en marcha ya en el periodo especial no tenían sino que ser vistas con buenos ojos por el capital norteamericano en tanto que oportunidades de negocio. Sin embargo, el bloqueo económico no se alivió sino que se incrementó y en muchos momentos arreciaron los ataques. Dada esta fusión cubana socialismo-soberanía no es suficiente con la asfixia económica, en el caso cubano, se hace necesaria la subordinación de la dirección política. Esto es así porque en Cuba no basta con que haya cambios económicos –que se consideren en la dirección adecuada-, se hace necesario un cambio de la dirección política porque es la política quien controla la economía. Para mover hacia sus intereses la economía el capitalismo necesita, en este caso, controlar la política. No se pretende pues reformas que hagan homologable a Cuba en el terreno internacional. Se pretende integrarla, hacerla dependiente.
Cuando en la entrevista a Obama en el encuentro con la población hispana el 28 de septiembre El País destaca en el titular "Ya ha llegado la hora de que suceda algo en Cuba" el periodista Antonio Caño se dolía al final de su artículo de que “Fuera de esa descripción general, Obama no ha mencionado condiciones específicas, como elecciones democráticas o libertad de partidos, que el régimen cubano tenga que cumplir para el levantamiento del embargo”.
Este objetivo “integrador” y/o “normalizador” de la política cubana es la única garantía que puede aceptar el imperio. Para acabar con el socialismo hay que acabar con la soberanía, pero también, para acabar con la soberanía hay que acabar con el socialismo.
Es la garantía de que, finalmente, la isla deje de ser un mal ejemplo para el resto del mundo en ese doble sentido. Los intentos que ha habido tras la caída de la Unión Soviética para desprenderse del yugo imperial, en el sentido de recuperan la soberanía perdida han devenido en guerras neocoloniales: Afganistán, Iraq y ahora Libia. Cuba ha sabido resistir y aferrarse a su soberanía enfrentando los envites, en primer lugar de los medios masivos que siempre actúan despejando el camino, estableciendo zonas de exclusión, y en segundo lugar evitando quedar aislada.
Cada vez que se ha producido internacionalmente algún tipo de convulsión que ha puesto en cuestión la hegemonía, ideológica y económica del capitalismo como sistema –ambas van de la mano-, han arreciado los ataques contra Cuba. Así fue en la guerra del 2003 contra Irak, así ha sido desde que se iniciaron las revoluciones árabes y la agresión imperialista a Libia. Esto ocurre porque en dichas coyunturas se interpreta que las fuerzas de izquierda que apoyan a Cuba se encuentran en un momento de mayor debilidad y con posibilidades de fragmentarse más aún.
La pérdida de la soberanía de un país pasa pues por integrar y subordinar a las élites. En el caso de Cuba, a la dirección política. También por segar el vínculo que une a la dirección política de un país con sus bases. La ciudadanía de un país capitalista no puede incidir en las decisiones ni controlar las decisiones que se tomen ya que esto sería un peligro para cualquier gobierno. La falta de legitimidad que se deriva de su incapacidad para resolver los problemas esenciales de la población destruiría cualquier gobierno. Sin embargo, en la isla se produce todo lo contrario. Es el pueblo cubano el que a través de sus vínculos con la dirección política es su principal garante.
Desde mi punto de vista, a partir de los noventa, aprovechando la crisis económica en Cuba, la estrategia norteamericana contra la isla priorizará las ayudas hacia los medios de comunicación y hacia la sociedad civil porque el objetivo es debilitar este pilar que sostiene la revolución cubana: su soberanía.
Es muy interesante detenerse a analizar el Programa de ayuda norteamericana aprobado por el congreso en el 2010 (20mill. De dólares) para “derechos humanos e iniciativas de la sociedad civil en apoyo a la población cubana. [i] En este informe donde se explica hacia donde se destinará la ayuda y los objetivos que se pretenden, se dice explícitamente que se trata de obtener mejores resultados y ser más eficaces. El grueso del dinero (16 millones) se destinará a expandir y reforzar las organizaciones de la sociedad civil desarrollar las redes de la sociedad civil cubana para que actúen como “agents of democratic change. The program also supports networks of opposition leaders, bloggers, entrepreneurs, an Afro-Cubans” (agenes de cambio democratico, líderes de la oposición, empresarios, blogueros y afrocubanos) Además se centrará en “defensores de los derechos humanos, grupos y minorías religiosas, activistas, artistas, músicos y blogueros) Una parte del dinero también se destina a “identificar” a líderes de grupos y a crear espacios para la “libre expresión”. El informe alude indirectamente a la ayuda que tradicionalmente se ha prestado a los grupos disidentes en el exterior que no ha sido todo lo eficaz que se esperaba.
La revolución cubana hizo posible la recuperación de la soberanía y con ella la dignidad.
Socialismo es humanidad
El segundo rasgo que convierte a Cuba y su revolución en una terrible amenaza es esa centralidad de lo hombre y sus necesidades o lo que es lo mismo el socialismo. La revolución cubana se convierte en revolución socialista cuando se hace evidente que sólo desde el socialismo es posible garantizar a su población las condiciones de vida adecuadas. Como diría el profesor cubano Fernando Martínez Herecia, fue una revolución de los pobres.
Es propio del capitalismo crear la ficción de que está entre sus objetivos resolver los problemas del mundo. Si hasta ahora no lo ha conseguido es, o porque no se han seguido sus recomendaciones -las de los economistas claro-, o porque el azar o el destino han torcido la mano invisible. El objetivo de la propaganda en el capitalismo es doble: la aceptación del destino invariable –los pueblos no pueden hacer nada para escapar de la miseria-, y la utopía de un mundo justo ha de permanecer en el campo de los ideales, abstractos y genéricos. El sistema cubano, aparece como una denuncia de la falsedad del discurso neoliberal.
Una isla pobre, sin recursos naturales, apoyada en los principios de igualdad y solidaridad ha conseguido resolver, no sin dificultades, las principales necesidades de su población. Cuba a partir de su revolución se escapa de las garras del imperio y se aleja del destino diseñado para los países del área: la desigualdad, la miseria, la violencia… en la que habitan la mayor parte de los pueblos latinoamericanos.
La revolución cubana es, sobre todo, la posibilidad del socialismo, o lo que es lo mismo, la posibilidad de un futuro para la humanidad. Un futuro deseable debe ser también un futuro posible, si no lo fuera desearíamos inútilmente, caeríamos en la nostalgia, nos enfermaríamos, es una patología que ya describió Freud. Independientemente de las características del proyecto socialista cubano, lo que le convierte en una terrible amenaza para el capitalismo es que nos salva de la neurosis a todas aquellas fuerzas sociales que defienden el socialismo.
De modo que Cuba, su sistema político, económico y social, funge a modo de profeta para el capitalismo ya que generando justicia para los cubanos denuncia la injusticia del capitalismo una y otra vez con el mero hecho de seguir existiendo como país independiente, soberano y justo.
Esta centralidad de lo humano imprime su impronta también en la política internacional: el internacionalismo. Desde el triunfo de la revolución, Cuba no ha dejado de solidarizarse con los más desfavorecidos, hecho que en sí mismo supone un restregón en los morros de los países ricos. Esta solidaridad internacional se convierte automáticamente en una denuncia irrefutable del origen de las desigualdades ya que no se trata de un país poderoso ayudando a otro país pobre atacado por los desastres naturales sino de un país pobre que, sujeto a los mismos desastres que sus vecinos, no sufre sus consecuencias de la misma forma y tiene para ayudar a los demás.
Desde la formación del Grupo de los No alineados, las intervenciones en naciones Unidas de Cuba no han dejado de denunciar que el capitalismo no puede sino reproducir constantemente la miseria y la destrucción. Cuba, no ha dejado de denunciar que el mundo que construye el capitalismo es socialmente injusto, ecológicamente depredador y políticamente perverso.
Soberanía y solidaridad son contenidos incompatibles con el capitalismo. El capitalismo es expansivo por naturaleza. Todos debemos estar y formar parte del sistema y todas las relaciones deben ser relaciones de intercambio. Mientras Cuba permanezca sólidamente asentada en ambos pilares seguirá siendo una amenaza, seguirá siendo un objetivo a derrotar. Ambos son elementos esenciales de cualquier modelo alternativo. Lo alternativo al capitalismo no es cualquier proyecto diferente, es lo radicalmente opuesto. Por eso alternativo al capitalismo sólo es el socialismo.
La guerra mediática contra Cuba
De finales del siglo XIX hasta hoy ha habido dos guerras mundiales y una tercera guerra compuesta por decenas de conflictos, unos armados y otros menos armados y encubiertos, pero en permanente actividad. En todos ellos, los medios de comunicación han jugado un papel central pero, después de la primera guerra mundial, las enseñanzas recogidas por los editorialistas estadounidenses sobre la influencia que es posible ejercer sobre la opinión pública para que apoye una intervención armada, se convertirán en parte sustantiva de la propaganda que sostiene el capitalismo y las guerras contra todo aquello que se interponga (intereses nacionales, proyectos emancipatorios, reformas sociales…). Lippman dirá en 1922, que los medios de comunicación de masas son imprescindibles para que se pueda dar la democracia (léase capitalismo) y Bernays que la propaganda moderna es el intento consecuente y duradero de crear o dar forma a los acontecimientos con el objetivo de influir sobre las relaciones del público con una empresa, idea o grupo.
La propaganda desplegada contra Cuba trata precisamente de influir en las relaciones que la gente establece con la isla. Consigue condicionar estas relaciones en función de los estereotipos que alimenta respecto a la isla. Desde mi punto de vista, la mayor parte de estos estereotipos construyen una imagen que se orienta a acabar con su independencia y con los principios de igualdad y justicia social que le son propios.
El nazismo se introducía en las masas a través de las palabras, pero más bien de las palabras aisladas, de expresiones sueltas que se repetían millones de veces y que eran adoptadas de forma mecánica. Bastaban unas pocas palabras, se alteraba su frecuencia y el valor que se les daba y de esa forma se ponía el lenguaje a su servicio. Se creaba también una especie de darwinismo semántico, las palabras que eran más eficaces eran las que permanecían y desaparecían las menos eficaces. Estos mecanismos se han desarrollado y perfeccionado hasta el extremo en las democracias modernas. Economistas y publicistas son las estrellas del neoliberalismo.
En el caso de Cuba la imagen se construye en torno a dos coordenadas: el sistema político es dictatorial y en Cuba se vive muy mal. Dictadura y pobreza son las dos palabras máscara sobre las que se expande la estrategia de los medios. Estas dos imágenes conducen a desarrollar estrategias de propaganda que crearán las condiciones para poder intervenir en Cuba, por un lado, obligándola a renunciar a su independencia o soberanía por otro fragmentando a la población, haciendo que asuma las desigualdades sociales como algo natural, inevitable.
El objetivo del lenguaje del imperio no es provocar o anestesiar a la población sino el consenso. La unanimidad del pensamiento respecto a Cuba.
Podemos decir que la manipulación por engaño o falseamiento no es la forma de intervención mediática más eficaz, ni la más utilizada. Ideológicamente se manipula no para falsear y crear una imagen negativa sin más, no tenemos que perder de vista que el objetivo es la infiltración para poder intervenir sin encontrar resistencias.
Más allá de las mentiras, las medias verdades, todas las técnicas que hemos ido localizando cuando hemos estudiado guerra mediática contra Cuba, se dirigen de una forma u otra a fijar estas dos coordenadas en el cerebro de los ciudadanos, de forma que actúan como categorías, es decir, formas a partir de las cuales vamos a conocer la realidad cubana, con independencia de nuestra observación directa e incluso de informaciones que contradigan estas categorías. Distintas posiciones ideológicas de los medios, más o menos conservadoras, más o menos progresistas, coinciden en la posición de partida: el cubano no es un sistema democrático.
Los cubanos saben que se juegan más que un modo de vida, se juegan la vida misma, se juegan seguir siendo un referente, una posibilidad real de que exista alternativa al capitalismo. Y con ellos, nosotros, los que defendemos a Cuba nos jugamos nuestra humanidad.
No hay que perder de vista que la lucha contra los medios de comunicación de masas es la lucha contra el Capital y por tanto no se puede emprender ni desarrollar aisladamente de otras luchas que se dan en las esferas productivas, culturales e ideológicas.

RTVe (Radio televisión española). Las formas y las técnicas que utilizan los medios para crear la imagen de un país represivo es un listado interminable. Dejamos aquí esta imagen para que aquellos que esteis interesados podais analizar el titular (las adjetivaciones, la carga semántica, las referencias negativas...), los subtítulos y la imagen. Existen innumerables testimonios (visuales y orales) de que la policía cubana se limitó a proteger a estas mujeres de posibles altercados con el resto de los ciudadanos, también de que la violencia usada consistió en meterlas en un autobús para sacarlas del lugar.

[1] Como dice Wiliams, en la semiología del siglo XIX se entendía el imperialismo como gobierno directo de un centro imperial
[2] Documento: United states department of state congressional notification, program: Cestern Hemisphere, Economic support Funds.

* La autora es Doctora en CC. Políticas y Sociales, profesora de la Universidad Complutense de Madrid (UCM)

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