Que pasen. Que pasen todos. Que salten la valla de la vergüenza, que la tumben, que la rompan en pedazos. Que vengan todos, aunque no quepamos. Que colapsen las sociedades occidentales, que cortocircuiten el sistema. Que el caos ahogue las calles, los centros comerciales, los espacios de circulación del capital. Que reine la desesperación global.
A fin de cuentas, o jugamos todos o se rompe la baraja.
¿Cuanto peor, mejor? No. Cuanto más justo, mejor. Cuanto más igualitario, mejor. Cuanto más solidario, mejor.
Ya lo sabemos. Es muy fácil ver y hablar pero más fácil es cerrar los ojos y callar. Es mucho más fácil darle la razón a los poderosos, justificar el genocidio normalizado, defender con uñas y dientes unas migajas que cualquier día desaparecerán o que nunca podremos disfrutar porque moriremos enfermos por la comida mercantilizada y el aire intoxicado, atropellados o empotrados en las carreteras del consumo salvaje, evitablemente accidentados en el trabajo.
Por qué defender nuestro precario bienestar cuando en realidad nuestras vidas valen lo mismo que las de nuestros hermanos ejecutados en las fronteras: cero.
Ni muerte en las pateras, ni europeos con ceguera.
A fin de cuentas, o jugamos todos o se rompe la baraja.
¿Cuanto peor, mejor? No. Cuanto más justo, mejor. Cuanto más igualitario, mejor. Cuanto más solidario, mejor.
Ya lo sabemos. Es muy fácil ver y hablar pero más fácil es cerrar los ojos y callar. Es mucho más fácil darle la razón a los poderosos, justificar el genocidio normalizado, defender con uñas y dientes unas migajas que cualquier día desaparecerán o que nunca podremos disfrutar porque moriremos enfermos por la comida mercantilizada y el aire intoxicado, atropellados o empotrados en las carreteras del consumo salvaje, evitablemente accidentados en el trabajo.
Por qué defender nuestro precario bienestar cuando en realidad nuestras vidas valen lo mismo que las de nuestros hermanos ejecutados en las fronteras: cero.
Ni muerte en las pateras, ni europeos con ceguera.
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