martes, 3 de mayo de 2011

La batalla de Libia es la batalla de Nuestra América

En homenaje a Saif Al Arab, mártir de la causa antiimperialista

El verde de la bandera libia simboliza la dignidad de los pueblos que resisten con las armas en la mano las agresiones de los imperios cobijados en la OTAN. La sangre roja de Saif Al Arab representa el sacrificio de los mártires y héroes que acompañan esta lucha por la paz y la justicia.
La batalla de Libia es la batalla de América Latina y el Caribe, y su desenlace impactará sin duda alguna la correlación mundial de fuerzas que se enfrentan alrededor del control de los recursos estratégicos como es el agua y el petróleo.
Una derrota del pueblo libio significará un grave retroceso de los esfuerzos que se hacen desde el Sur por construir un mundo más justo, y la mayor entronización de un orden mundial basado en la fuerza y el saqueo, que pretende repetir el reparto del mundo entre las potencias coloniales de principios del siglo XX.
Y por otra parte, una victoria del pueblo libio representará un significativo avance en la tarea crucial de la humanidad para amarrar las manos de  las fuerzas que mediante la guerra pretenden sojuzgar a nuestros pueblos, y así poder atarlos al yugo de un nuevo proyecto de colonialización imperial.
Los imperios pretenden arrebatarle a Libia el petróleo y el agua y humillar a su líder Muamar El Qadafi. Pero la rebeldía ante los imperios es el rostro y el espíritu de los pueblos árabes. Así como es el rostro y el espíritu de nuestro pueblo salvadoreño.
Saludamos desde este rincón del mundo la resistencia heroica del pueblo libio ante los bombardeos genocidas. Libia lleva hoy sobre sus hombros el peso de la dignidad de los pueblos del mundo. Y por tanto nos corresponde, como hombres y mujeres amantes de la paz y la justicia, proclamar desde el fondo de nuestros corazones y con todas nuestras fuerzas: ¡Alto a la guerra de agresión contra Libia! ¡Alto a los bombardeos contra Trípoli! ¡Viva la amistad entre el pueblo libio y el pueblo salvadoreño!

Roberto Pineda
San salvador, 3 de mayo de 2011

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