Realizar un análisis político del gobierno del Frente Sandinista en la Nicaragua actual nos parece un ejercicio de alto riesgo, teniendo en cuenta el desmesurado peso que el factor emocional sigue ocupando en las miradas de todas y todos aquellos que vivieron en primera persona la Revolución de los años ochenta. Sin embargo, consideramos necesaria una lectura más sosegada del momento presente, evitando las posturas extremas que oscilan entre el hipercriticismo nostálgico y la complacencia acrítica. Siete años de gobierno (2007-2013) es un periodo lo suficientemente extenso como para poder abordar un análisis serio del Ejecutivo sandinista liderado por Daniel Ortega.
El regreso del FSLN. La victoria electoral del Frente Sandinista en las presidenciales de noviembre de 2006 se produce fundamentalmente por la confluencia de dos factores: el descrédito creciente de la derecha liberal que había aplicado a rajatabla las directrices del Consenso de Washington durante más de 15 años (1990-2006), provocando el hartazgo ciudadano; la nueva política de alianzas del FSLN, poco escrupulosa pero sumamente eficaz, que le permitió ampliar su base electoral gracias al pacto realizado con antiguos enemigos, como la cúpula de la Iglesia (personificada en el cardenal Obando) y un sector de la ex Contra-revolución.
¿Un nuevo modelo político? El Ejecutivo de Daniel Ortega ha denominado oficialmente a su proyecto de gobierno como “Modelo de Participación y Poder Ciudadano”. En parte, parece cierto que en estos años se han abierto instancias de comunicación con las bases, lo que ha permitido un mayor flujo de demandas desde lo local hacia arriba. A su vez, el liderazgo que ha asumido la Juventud Sandinista en la ejecución de algunos programas sociales ha beneficiado a la imagen pública del Frente.
Sin embargo, también es innegable que se ha producido un proceso de concentración de poderes en manos del matrimonio Ortega-Murillo. La imagen de dirección colectiva de la década del ochenta ha sido sustituida por un liderazgo de corte personalista en el que Daniel Ortega conserva la imagen carismática y el control de la política económica y exterior, mientras que Rosario Murillo opera como una suerte de “primera ministra” de facto, con amplio control de la agenda social y comunicacional (es la vocera del gobierno). El arrinconamiento de una gran parte de la vieja guardia sandinista que todavía permanecía en el Frente es el dato más significativo en este sentido.
A día de hoy, el FSLN se jacta del control que ejerce en los poderes del Estado (legislativo, judicial y electoral, además del Ejecutivo) y de su incidencia mediática gracias a la relevante presencia que tiene en los principales canales de televisión, ya que los hijos de Ortega tienen supuestamente el control de 4 de los 8 canales que emiten en señal abierta.
La persecución y castigo a la disidencia es una de las prácticas que más se le critica al FSLN. La supresión de la personalidad jurídica al Movimiento Renovador Sandinista en 2008, por medio de una forzada maniobra de ingeniería legal que imposibilitó que se presentara a las elecciones, hay que situarla en estas coordenadas. Pero quizás, uno de los casos más sangrantes ha sido la criminalización del movimiento feminista tras las duras críticas que lanzó al Frente por el apoyo de este a la ilegalización del aborto en todos los supuestos. Este hecho no solo se recuerda por su carácter represivo sino también como una concesión imperdonable del sandinismo hacia los sectores más ultras y conservadores del país, como nos confesó la ex comandante Mónica Baltodano. El actual discurso oficial sobrecargado de contenido religioso y simbolizado en la figura esotérica de Rosario Murillo es el indicador más contundente del giro hacia un cristianismo marcadamente conservador.
A pesar de todo esto, el FSLN cosecha a día de hoy un amplio apoyo popular, por su habilidad y pragmatismo para adaptarse al momento histórico y a las nuevas coordenadas sociológicas. Rosario Murillo ha diseñado una nueva imagen del Frente alejada del recuerdo de la guerra y sus muertos, asociando ahora al gobierno con la conquista de “la paz y la reconciliación”. Estos dos conceptos se han convertido en ideas-fuerza del nuevo tiempo y sobre todo, en capital político del Ejecutivo sandinista. Las encuestas ciudadanas certifican esta afirmación.
Política social. El terreno donde mayor reconocimiento -incluso desde algunos sectores de la oposición- ha cosechado el gobierno sandinista ha sido en el ámbito social, con la puesta en marcha de diversos programas dirigidos a la población más desfavorecida. Aunque esto no ha supuesto un cambio de paradigma en materia social, es indudable que se han producido cambios apreciables en comparación con el abandono sufrido en los noventa.
El Ejecutivo de Ortega asegura que en los últimos 4 años ha logrado reducir la pobreza rural en más de 6 puntos y la desnutrición crónica a la mitad (del 22% en 2009 al 11,6% en 2013). A su vez, la CEPAL ha situado a Nicaragua entre los países que más han reducido la desigualdad en la región.
La recuperación de la gratuidad en salud y educación desde el inicio del mandato ha sido una de las principales iniciativas del gobierno, posibilitando la restitución de un derecho humano básico y un mayor acceso y ahorro para las familias.
Paralelamente, el gobierno ha puesto en marcha una serie de programas emblemáticos, entre los que destacan el ‘bono solidario’ y el ‘bono productivo’. El primero, ha permitido incrementar de manera relevante el salario de más de 170.000 trabajadores de la administración pública. El ‘bono productivo’, por su parte, hasta el momento ha beneficiado a más de 100.000 familias en todo el país, a través de la entrega de animales de crianza y formación técnica para la creación de cooperativas. Las mujeres están siendo las destinatarias directas del bono ya que son la garantía para el éxito del programa, por su rol de administradoras y cuidadoras del hogar.
Otros programas sociales que también están teniendo un impacto reconocido son: el denominado ‘Usura Cero’, que pretende sortear los préstamos onerosos de la banca privada otorgando microcréditos a mujeres para la creación de pequeños negocios; el exitoso programa de inspiración cubana ‘Misión Milagro’, que está brindando gratuitamente intervenciones de carácter oftalmológico; y la recuperación de las brigadas de alfabetización con la implicación de numerosos jóvenes.
Pilares del modelo económico. La orientación liberal en materia económica se ha mantenido a grandes rasgos, según el reputado economista Adolfo Acevedo. Esto se evidencia, en primera instancia, en el mantenimiento de la alianza con los grandes grupos empresariales (nacionales y extranjeros). El mantenimiento del Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos y la subordinación al FMI –desaprovechando la debilidad de este organismo a principios de siglo- corroboran esta idea. A esto, hay que agregar dos reformas tributarias negociadas con el gran capital para reducir sus impuestos, como recuerda Acevedo.
Sin embargo, el lado opuesto de la balanza nos muestra un escenario económico más complejo. En primer lugar, la coyuntura internacional favorable a los productos clásicos de exportación (café, azúcar, etc.) ha permitido al país mayores ingresos y por ende más recursos para el presupuesto gubernamental. En segundo lugar, el aumento del empleo y la seguridad social y sobre todo el fuerte incremento del salario mínimo (casi un 150% en 5 años) tanto urbano como rural, muestran la cara más progresista del Frente, como señala José Bermúdez, Secretario General del Frente Nacional de Trabajadores (FNT).
En la misma línea, el trabajo conjunto con el sindicalismo agrario liderado por la Asociación de Trabajadores del Campo (ATC) ha propiciado algunas mejoras en las condiciones de vida del sector campesino, destacándose dos programas: el citado Bono Productivo y el Programa Crisol (otorgamiento de más de 100.000 créditos a familias campesinas con más facilidades que la banca privada y con el compromiso estatal de compra a los pequeños productores), según nos manifiesta Edgardo García, Secretario General de la ATC.
Los interminables apagones eléctricos de la época de la derecha liberal también fueron superados gracias al apoyo vital del gobierno venezolano, a pesar de que el infame servicio brindado por la española Unión Fenosa no ha terminado desembocando en una deseada nacionalización. En este campo, desde el FSLN consideran que no es tiempo de nacionalizaciones porque hay que evitar “generar zozobra con el sector privado”, como nos puntualiza Carlos Fonseca Terán, de la Secretaría de Relaciones Internacionales del Frente, afirmación muy significativa que retrata las coordenadas en las que hoy día se mueve el sandinismo.
Pero el tema estrella de actualidad en Nicaragua es la promesa de la construcción de un canal interoceánico que conecte el Atlántico con el Pacífico. El viejo sueño centenario ha sido rescatado por el Ejecutivo de Ortega, consciente de que en el imaginario colectivo y popular siempre fue considerado una vía indiscutible para “salir de la pobreza y el subdesarrollo”. Los detractores, en consecuencia, son minoría (grupos ambientalistas y la izquierda más consecuente), a pesar de que el modelo de concesión a un empresario chino quiebra el concepto de soberanía nacional. Los más críticos se atreven a señalar a la familia Ortega como la futura beneficiaria oculta del proyecto.
Entre el TLC y el ALBA. La política exterior es uno de los terrenos donde con mayor claridad se percibe la postura ambivalente del gobierno de Ortega. La apuesta en 2007 por incorporarse al ALBA (expresión del modelo de integración más revolucionario hasta la fecha en América Latina) no supuso la ruptura del Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos, vigente desde hace una década.
El Ejecutivo del FSLN continúa por tanto manteniendo un difícil equilibrio sobre el trapecio político, sujetando una pértiga que se inclina hacia la derecha, cuando el gran capital –incluidos algunos “empresarios sandinistas”- le presiona para que permanezca en el TLC, mientras que por la izquierda la supervivencia le aboca a seguir integrado en el ALBA, vía principal de transmisión de los recursos venezolanos.
La ayuda bolivariana, de hecho, le ha permitido la creación de ALBANISA, complejo empresarial estratégico desde el que se están financiando diferentes emprendimientos sociales y económicos. Los resultados, sin embargo, han sido limitados, ya que según Adolfo Acevedo la magnitud de la cooperación venezolana podía haber sido la palanca para una reorientación profunda del modelo económico.
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