Por Rory Great (Cronica Popular)
Es Secretario Internacional del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), diputado nacional y presidente de la Comisión de Relaciones Internacionales de la Asamblea Nacional de Nicaragua. Un peso pesado del sandinismo. Jacinto Súarez Espinoza habla con voz pausada y claro en el Ateneo de Madrid, el 15 de octubre, acompañado por dos grandes amigos de Nicaragua, de la Nicaragua sandinista.
Jacinto Suarez en evento del Ateneo de Madrid foto de Juanjo Delapeña |
La fundación lleva por nombre el del gran poeta modernista nicaragüense, que fue embajador de su país en Madrid y que supo aunar en su poesía una desbordante riqueza de metáforas y de léxico con una denuncia de la prepotencia de los EE.UU. Por ejemplo, en su poema Los cisnes, integrado en susCantos de vida y esperanza, de 1905, donde se preguntaba con un deje de lamento “¿Seremos entregados a los bárbaros fieros? ¿Tantos millones de hombres hablaremos inglés? ¿Ya no hay nobles hidalgos ni bravos caballeros? ¿Callaremos ahora para llorar después?” O en su Oda a Roosevelt, donde se convirtió en uno de los primeros escritores que, siguiendo la estela del cubano José Martí, denunció el imperialismo yanqui que cree que “donde pones la bala el porvenir pones”- y al que advirtió que, frente a su poderío, existe una América que lo rechaza, “esa América/ que tiembla de huracanes y que vive de Amor/hombres de ojos sajones y alma bárbara, vive,/Y sueña. Y ama, y vibra; y es la hija del Sol./ Tened cuidado, ¿Vive la América española!/Hay mil cachorros sueltos del León Español”.
Momentos antes, los tres habían estado reunidos en el llamado Salón Azaña, el antiguo despacho de quien fue presidente del Gobierno de España de la II República, en 1931,1933 y 1936, y luego presidente de la República, de 1936 a 1939. Y, a través de la conversación con el filósofo y presidente del Ateneo, Jacinto Suárez Espinoza conoce que Manuel Azaña fue una de las personalidades españolas que presidieron este centro de la cultura española, después de haber desempeñado también los cargos de secretario y depositario.
Jacinto Suárez Espinoza sabe que las paredes del Ateneo madrileño rezuman cultura, conocimiento e historia. Cultura, Conocimiento e Historia republicana. Y este despacho en el que conversa con Carlos París y José María Torres es uno de los espacios particularmente emblemáticos de esa triada. Se le llama Salón Azaña. Un merecido recuerdo a aquel gran político e intelectual. El amor al Ateneo de aquel político e intelectual, que en 1926 había recibido el Premio Nacional de Literatura por su biografía del escritor y diplomático Juan Valera, el autor de Pepita la larga, fue tan intenso, tan vivido, que simultaneó su cargo de presidente ateneísta con el de la presidencia del Consejo de Ministros desde 1931 hasta 1932. Y en estos años de presidente del Ateneo tuvo allí su despacho.
Es una estancia en la que se recibe a los personajes ilustres que participan en actos en el Ateneo, como el político nicaragüense. La preside un retrato de Azaña. Y, además, sus paredes están decoradas con espléndidos cuadros de algunos de los mejores artistas del siglo XIX. Entre ellos, del impresionista Aureliano de Beruete, y de los realistas Rafael Monleón y Agustín Lhardy, este último pintor y grabador, hijo del fundador del restaurante de más prestigio y antigüedad de Madrid, próximo a la Puerta del Sol. Curiosamente, todos estos valiosos lienzos habían servido de decoración en una tragicomedia estrenada en el cercano Teatro Español, titulada “El pueblo dormido”…
Jacinto Suarez Espinoza leyendo el de Crónica Popular Chile 40 años después. foto de Juanjo Delapeña |
En la sala Azaña hablan de cultura y revolución. El filósofo denuncia el cerco mediático a que está sometida la revolución sandinista, que, afirma, ha llevado a cabo “una transformación ejemplar” de Nicaragua, en esta época que él caracteriza como “la época de la mentira”. Carlos París tiene, además, un especial respeto y cariño a la Nicaragua sandinista. Y recuerda algo que le conmovió en su primera visita a Nicaragua: un soldado armado montaba guardia ante una escuela donde se daba clases a niños de corta edad. Esto le impresionó vivamente, porque, afirma, “la cultura tiene que estar protegida”. Lo rememora a Jacinto Suárez Espinoza y lo relata después al público que escucha la intervención del nicaragüense.
Ante ese público, José María Torres desgrana la semblanza del político sandinista. Nacido en Managua en 1947, e hijo de un abogado y notario nicaragüense, Jacinto Suárez Espinoza se integró siendo un adolescente en el FSLN. Era el año 1963 y todavía no había terminado el bachillerato en el Instituto Ramírez Goyena de la capital cuando puso su vida al servicio de su patria y de los más desfavorecidos. Tenía solo 15 años cuando entró en las filas del movimiento fundado, en 1961 por Carlos Fonseca Amador, Tomás Borge y otros. Junto a ellos tomó el testigo de Augusto Cesar Sandino, el llamado “General de Hombres Libres”, que, de 1927 a 1933, sostuvo una guerra de guerrillas contra la intervención norteamericana en su país, donde sus tropas permanecían desde 1912, y fue asesinado en 1934 por Anastasio Somoza, el dictador e iniciador de la siniestra “dinastía de los Somoza”.
En la década de los sesenta fue guerrillero urbano, participó en asaltos a bancos y a empresas privadas en busca de recursos para la organización, así como en enfrentamientos armados con la Guardia Nacional. Pagó caro su temprana lucha contra la dictadura somocista. En 1967, fue detenido y encarcelado, casi al tiempo que Daniel Ortega, al que había reclutado para el FSLN. Pasó siete años en una cárcel donde fue sometido a torturas, de las que hay testimonios fotográficos.
En 1974, él, Daniel Ortega y otros presos sandinistas son liberados por un comando guerrillero. Cuando recobra la libertad, se traslada a Cuba, donde él y sus compañeros sandinistas reciben entrenamiento militar y apoyo solidario del Gobierno de Fidel Casto y donde se encuentra también el entonces secretario general del FSLN, Carlos Fonseca, que le asigna la labor de relaciones internacionales, lo que lleva a cabo hasta 1978.
En ese año se integra en las tareas de la ofensiva final contra la dictadura somocista y luego en 1979 es nombrado secretario ejecutivo de la Comandancia General del Ejército Popular Sandinista. Viceministro de Relaciones Exteriores (1980-1981), embajador extraordinario y plenipotenciario en Moscú (1981-1985) jefe de la Inteligencia (1985- 1990), segundo jefe de Relaciones Internacionales del FSLN (1990-1996), en la actualidad, y desde 2007, es Secretario Internacional del FSLN, diputado nacional desde 2011 y presidente de la Comisión de Relaciones Internacionales e Integración de la Asamblea Nacional de Nicaragua.
Junto a Daniel Ortega y tantos otros luchadores, Jacinto Suárez Espinoza es la historia viva del sandinismo. Pero él habla en el Ateneo no de sí mismo sino de la historia del sandinismo. De las distintas etapas en la lucha por la recuperación de la soberanía de su pueblo desde que, después de sostener una enconada lucha armada, el FSLN derrocó en 1979 a la dictadura de Anastasio Somoza. Y de los retos que tienen ante sí, hoy en día, los integrantes de la generación que Carlos Fonseca llamó “los hijos de Sandino”. Para él, está claro que la revolución sandinista “rompió el poder en todas sus costuras, como decía Lenin, porque nosotros somos una revolución”. Y, aunque en 1990, perdió el instrumento esencial del poder, mantuvo el apoyo de la masa popular”. Porque el FSLN es “el partido de los pobres y del alzamiento de los recontra, de los recompas y de los revueltos”.
Al principio, recuerda Jacinto, “algunos que venían del somocismo entraron en el sandinismo”. Pero no permanecieron mucho tiempo. La razón se encuentra en que, para él, “la revolución es como un tren y los últimos vagones que se suman a ella son los primeros que se bajan. Ese fue el proceso que se desarrolló en 1990”. Después vinieron en 1996, “las elecciones más sucias de la Historia de Nicaragua”, luego “la guerra infame que nos decretó Reagan”, más tarde “las depreciaciones neoliberales”. Pero, al final, después de dieciséis años de lucha y resistencia popular y social antineoliberal, volvió el triunfo del FSLN en las elecciones de 2006., con un 62% de los votos
Entonces, los sandinistas se encontraron con “un país en el que, por ejemplo, en algunas zonas solo había diez horas de energía eléctrica, un país endeudado fuertemente financieramente…” Por eso, el Gobierno del FSLN tuvo que acometer de nuevo la reconstrucción económica y social de su país, aunque contaba con un dato que resulta esencial para comprender y analizar la Nicaragua que surgió de la revolución sandinista: la distribución de la tierra en manos de los campesinos. En los años de la revolución, el primer gobierno sandinista entregó tierras en usufructo, pero luego los campesinos accedieron a los títulos de propiedad. El resultado de este proceso es que Nicaragua es hoy “un país de pequeños propietarios de la tierra, de pequeños productores agrícolas”.
Jacinto Suarez y Carlos París en el acto celebrado en el ateneo de Madrid Evento organizado por la Fundación Ruben Dario |
Después habla de los programas en marcha actualmente en Nicaragua, de los que “el más emblemático es el de pobreza cero”. Unos proyectos en los que participan curas párrocos de la Iglesia católica. Jacinto Suárez Espinoza subraya el acercamiento entre el Gobierno del FSLN y la Iglesia católica y particularmente con el cardenal Miguel Obando y Bravo, quien, después de una primera etapa de enfrentamiento, hoy apoya al sandinismo., “Otro regalo que nos hizo la oligarquía”, sentencia el político nicaragüense. “La oligarquía nicaragüense – añade- tiene un problema con Obando. Es racista y no le gusta un cardenal negrito”. Por ello, después de recordar que muchos jesuitas participaron en la lucha revolucionaria, al hablar del acercamiento del FSLN a la Iglesia católica vuelve a utilizar su metáfora del ferrocarril y dice que “algunos se bajaron del tren y otros se subieron pero a un tren de paz y de reconciliación nacional”.
Pepe Torrez, Jacinto Suarez y Carlos París durante el acto . |
Al final de su intervención, Jacinto Suárez Espinoza reafirma algunas cuestiones clave de la revolución sandinista que, dice, “pretendió quebrar la columna vertebral del capitalismo nacionalizando la banca” y que “heredó lastres que todavía no ha podido resolver”. Pero para él está claro que “no es lo mismo tener un proceso revolucionario que una revolución”. Y eso es lo que hay hoy en Nicaragua.
Solidaridad europea con la Revolución Popular Sandinista
Durante los días 11,12 y 13 de octubre se celebró en Arbucies (Girona) el Encuentro Europeo de Solidaridad con la Revolución Popular Sandinistas, al que asistieron delegaciones de treinta y nueve organizaciones procedentes de Nicaragua, España, Italia, Dinamarca, Suecia, Suiza, Austria y Bélgica.
El Encuentro aprobó una resolución en la que, tras reafirmarse “en los valores de la solidaridad internacionalista y animados por los procesos de cambio en defensa de la soberanía y la justicia social que tienen lugar en América Latina y el Caribe”, destacan su compromiso en la defensa de la Revolución “que hoy pasa por el proyecto del Canal Interoceánico, entendiendo que es la mejor estrategia para sacar de la pobreza al pueblo nicaragüense y conseguir la verdadera soberanía nacional que permita la plena integración en la región centroamericana y en la nueva América Bolivariana que se va consolidando”.
Otro de los puntos aprobados señala “celebrar especialmente la Declaración de la UNESCO de Nicaragua Territorio Libre de Analfabetismo y las posteriores acciones alfabetizadoras en las comunidades indígenas en la Costa Atlántica, respetando las identidades culturales de sus pueblos y la cooperación en el marco del ALBA, que ha permitido grandes avances en los ámbitos energético, comercial, de protección de la salud y otros”.
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