Por Edwin Sánchez.
Hay dos temas sobre los que reflexionó y escribió Carlos Fonseca Amador en la primera edad del Frente Sandinista, y uno más de cohesión: el antiimperialismo responsable, atender la realidad propia en vez del inútil esquematismo, y la hermandad, nacida del ejemplo de Cristo. En la base de estas consideraciones prevaleció la visión y praxis del general Augusto César Sandino.
Hay dos temas sobre los que reflexionó y escribió Carlos Fonseca Amador en la primera edad del Frente Sandinista, y uno más de cohesión: el antiimperialismo responsable, atender la realidad propia en vez del inútil esquematismo, y la hermandad, nacida del ejemplo de Cristo. En la base de estas consideraciones prevaleció la visión y praxis del general Augusto César Sandino.
Si algo deben reconocer los adversarios del FSLN es que el pensamiento de Carlos hizo del movimiento una organización revolucionaria muy juiciosa. En los años de la lucha guerrillera urbana y rural, aún en medio del fenómeno de la división, no se registraron atentados terroristas.
Con todo y la amarga campaña mediática que el sandinismo enfrentó desde sus inicios, incriminados de ser agentes del terrorismo internacional, vinculados a organizaciones "mal vista" por Occidente, la dirigencia del Frente en su desarrollo nunca puso en peligro la vida de seres inocentes.
No se trataba de aventureros y putschistas, seudomarxistas y cualquier corriente en boga del ultraizquierdismo, del cual todavía hay ciertos suscriptores que denigran al liderazgo histórico del Frente Sandinista de "abandonar" la revolución. Y por revolución entienden someter a Nicaragua a planteamientos superados. Pueden considerar, incluso, reaccionario que el FSLN asuma los Nuevos Tiempos: Dios, el porvenir, la verdad y la vida, el respeto al prójimo, al hermano.
Pueden calificar de "pecados" la solidaridad y el cristianismo, el entendimiento con los empresarios y los trabajadores. Acusar, además, a la juventud de "ignorante" por no endiosar a los antiguos cuadros intermedios de la década de los 80, y atribuirle el "delito" --- no son atenuantes las razones del calendario--- de no haber participado con las armas en la mano en el derrocamiento de la dictadura de Somoza. Es evidente que esas críticas revestidas de misticismo con fondo social reaccionario, revelan la incurable enfermedad infantil del izquierdismo que sufren algunos.
Quisieran una confrontación irracional, extemporánea y desgastante primero contra el empresariado; anhelan desde su vetusto esquema que el Gobierno Sandinista rompa con el FMI y se enfrente a los Estados Unidos. Quisieran que el presidente Daniel Ortega dirigiera y controlara la economía y por último anulara todo vestigio de emprendedurismo y cooperativismo. Esto para "probar" de qué material revolucionario está hecho el FSLN de este siglo.
Ningún proceso socioeconómico y político está exento de errores, máxime cuando en el pasado, una potencia agredió al país, pero no sería revolucionario repetir en minúscula, los yerros que en mayúscula contribuyeron a generar desde sus espacios de poder, aquellos que ahora se dan un falso baño de democratismo que en su oportunidad histórica estuvieron lejos siquiera de intentar.
La población y su protagonismo en el FSLN es la tarea actual. Los que enarbolaron sin ninguna creatividad la deplorable consigna de "Dirección Nacional: ¡Ordene!", son los que más ardidos se sienten cuando mejor se habla de cristianismo, socialismo y solidaridad. El Pueblo Presidente es un avance para rectificar aquel retroceso, de cuya mala hora aún hoy, como terminación del Premio Mayor, algunos reclaman posiciones, admiración y hasta culto.
Tanto ayer como ahora, en palabras del propio Carlos Fonseca, hay desde el FSLN un antiimperialismo responsable, no locuritas izquierdosas. La revolución es cambio no estancamiento, es inclusión, no exclusión: el verdadero enemigo es la pobreza y todo aquello que contribuya a que el país no salga del subdesarrollo.
La dialéctica de Carlos
Contrario a lo que la propaganda enemiga, incluido luchadores antisomocistas, infamaba al fundador del FSLN, no fue un dogmático. Huyó de las copias mecánicas de experiencias ajenas, estimuló como letra fundamental del sandinismo, estudiar los escritos, proclamas y pensamiento del General de Hombres Libres, para crear una doctrina revolucionaria nacional. La realidad de Nicaragua era la condición primera de toda obra de nuevo tipo.
La flexibilidad, escribía Carlos en 1975, es la "norma que ayuda a ver una serie de situaciones, matices que rebasan la alternativa blanco-negro". Ya muy temprano, en 1960, afirmaba: "La lucha revolucionaria, para culminar victoriosamente, necesita poseer una extraordinaria flexibilidad...".
"Debemos velar porque los progresos teóricos estén vinculados a nuestra práctica local concreta, ya que de lo contrario se cae en un estéril dogmatismo".
"Tenemos que evitar la simple imitación de las experiencias de otros países. Como siempre, es imprescindible nuestra situación concreta, y nuestros intereses concretos".
Respecto a Estados Unidos
"Nuestra organización en su pasado ha tenido cuidado en lo que se refiere a buscar el enfrentamiento físico con las fuerzas norteamericanas en el país. Por una razón de sensatez elemental, se ha tenido en cuenta por nuestra parte la excesiva limitación de nuestras fuerzas, lo que contribuiría a dificultar grandemente una lucha exitosa".
"La cuidadosa actitud del Frente Sandinista debe ser tenida muy en cuenta para demostrar que no practicamos un antiimperialismo ciego, sino un antiimperialismo responsable, fiel continuador de la actitud adoptada por nuestros antepasados".
"No ha sido un afán belicista lo que ha determinado las resistencias antiyanquis de 1855 a 1857; de 1909 a 1910; de 1912 y de 1926 a 1933. Ha sido el empecinamiento norteamericano lo que ha obligado a nuestro pueblo patriótico a emprender la lucha armada".
Posible entendimiento con Estados Unidos
En el valiosísimo ensayo "Nicaragua Hora Cero" (1969), Carlos da muestra de que su liderazgo no es obcecado, que no lo atan los manuales ni reduce a los clásicos del socialismo científico a una lectura maquinal.
En el citado estudio de la historia de Nicaragua, deja ver que un movimiento progresista sólido, durante la Segunda Guerra Mundial, hubiera considerado una potable relación con los mismos Estados Unidos, impulsada por dignos objetivos, al padecer la nación su propio Hitler bananero. Una vez más, el continuador de Sandino deja claro que no hay un odio per se a la potencia del Norte.
"El imperialismo yanqui, enemigo tradicional del pueblo de Nicaragua, se convirtió en un aliado del frente mundial antifascista. La falta de una dirección revolucionaria en Nicaragua impidió que esta realidad fuera interpretada correctamente, y Somoza se aprovechó de la situación para consolidar el dominio de su camarilla".
Cristianismo y Socialismo
Carlos Fonseca reivindicó el tratamiento evangélico de "hermano" para toda la militancia.
En una referencia sustancial a Jesucristo, en la Proclama del FSLN, 1969, para aquellos que rechazan el cristianismo en el partido como invento de última hora, subraya: "Hace dos mil años hubo un redentor, quien para explicar quiénes eran sus hermanos, dijo que sus hermanos eran aquellos que hacían la voluntad de quien estaba en los cielos, de donde según Él, procedían la justicia y la verdad".
"Ese es mi hermano y hermana, dijo aquel redentor. Hermano llamaba Augusto César Sandino a quienes lo acompañaban empuñando el fusil guerrillero en la resistencia contra los agresores yanquis".
En la misma proclama, sostiene con sabiduría: "La reivindicación socialista y la emancipación nacional, se conjugan en la Revolución Popular Sandinista. Nos identificamos con el socialismo, sin carecer de enfoque crítico ante las experiencias socialistas".
Carlos define para la Historia las coordenadas del verdadero Sandinismo: "En política es imprescindible trazar lineamientos de acuerdo con la realidad concreta, y buscarle hábilmente el lado ventajoso de cada factor". Indispensable, para que nunca más vuelva la "falsa república" (*).
(*)Término acuñado por José Santos Zelaya en referencia a la Nicaragua dominada por la oligarquía. Carlos Fonseca lo reivindica en un escrito de noviembre de 1975, perseverante en su concepción de que se parta de la experiencia nacional y no de "la repetición excesiva de lemas revolucionarios procedentes del exterior".
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