Por Orlando Núñez Soto
¿Qué necesita un país para salir del empobrecimiento?
En primer lugar habría que aclarar que un país puede ser muy rico, es decir, tener un Producto Interno Bruto (PIB) altísimo y ser un país empobrecido, tal podría ser el caso de algunos de los grandes países emergentes como la India o Brasil, los que destacan como potencias económicas, pero con un nivel de empobrecimiento de la mayoría de su población también altísimo.
En términos generales podemos decir que si se trata de un país inserto en el sistema capitalista, como es el caso de los países latinoamericanos, disminuir el nivel de empobrecimiento implicó e implica superar la herencia colonial, entre la que destaca una economía basada en la producción primaria y en la exportación de materias primas; en otras palabras, tiene que industrializarse y aumentar el valor agregado de su producción, para lo cual tiene que fortalecer su mercado interno, de manera tal que una parte significativa de la producción nacional deberá poder colocarse al interior de su propio territorio, para lo cual tendrá que democratizar su economía; esta condición implica a su vez una permanente redistribución del ingreso evitando así que la brecha social le impida democratizar su economía. Esta tarea corresponde en principio a la burguesía nacional, es decir, a una clase empresarial emprendedora capaz de unificar a las fuerzas nacionales alrededor de los intereses propios de la nación por encima de los intereses de la metrópolis, sea ésta España o Estados Unidos; históricamente hablando, se trata de una burguesía que pueda llevar a cabo o emprender su revolución liberal (soberanía, mercado interno, infraestructura, industrialización, democratización de la economía). Incluso, un país con vocación socialista, es decir, que tiene la voluntad de superar las contradicciones inherentes a todo país capitalista también está obligado a realizar aquellas tareas, aunque no lo haga bajo la hegemonía de la clase capitalista nacional, como es el caso de los países de la Alianza Bolivariana de las Américas (ALBA). Lenin decía al respecto que el socialismo tiene que llevar a cabo aquellas tareas que la burguesía no fue capaz de realizar.
En el caso concreto de Nicaragua la pregunta que quisiéramos despejar no es simplemente por qué es un país empobrecido, sino más bien, cuáles fueron las razones que hicieron que llegáramos al siglo XXI siendo el país más empobrecido del continente americano, incluso comparándonos con Centroamérica. Cuando hablamos de países empobrecidos y no de países pobres es porque son países cuyos sistemas económicos son empobrecedores, independientemente del punto de partida.
La primera respuesta que se me ocurre, enmarcando la pregunta dentro de la historia de un país capitalista, es que en el caso de Nicaragua el nacimiento de la burguesía nacional y de la revolución liberal que la catapultaría estuvo retrasada o rezagada por la presencia hegemónica de la oligarquía conservadora, al menos en relación con el resto de países centroamericanos.
Existen muchas causas que podríamos esgrimir, pero todas están fuertemente condicionadas por la que acabamos de exponer. Podemos decir que es un país pequeño, sin embargo, existen otros países más pequeños que Nicaragua y no están tan empobrecidos. Podemos decir que no tenemos recursos naturales o minerales, sin embargo, tenemos más recursos naturales y minerales que otros países de la región. Podemos decir que sufrimos dictaduras, sin embargo, también existen otros países que tuvieron similares dictaduras a la nuestra. Podemos decir que fuimos intervenidos militarmente, sin embargo, otros países han sido intervenidos y aún hoy en día siguen intervenidos militarmente, sin embargo no están tan empobrecidos como Nicaragua. Podemos decir que padecimos el flagelo de las políticas neoliberales, sin embargo, este flagelo ha sido padecido por todos los países centroamericanos. Por supuesto que no queremos subestimar estos factores como causales significativas del empobrecimiento de un país, sin embargo, quisiera esta vez resaltar una razón que me parece muy importante relativamente hablando y además muy oportuna para discutirla en la actual coyuntura que vive Nicaragua, como es el bloqueo histórico que desde hace quinientos años ha existido en Nicaragua para salir al Atlántico, siendo ahí precisamente donde nació y se desarrolló el capitalismo desde el siglo XVI.
En todo caso, este artículo quiere insistir en las dificultades que a lo largo de su historia Nicaragua ha encontrado para construir un proyecto nacional que permitiera la conformación de un capitalismo nacional, encabezado por una burguesía nacional. Entre los factores que nos parecen más determinantes escogeremos los siguientes: 1) Desde el punto de vista histórico, el retraso político de la revolución liberal, 2) Desde el punto de vista económico estructural, la desvinculación económica con el mar Caribe, 3) Desde el punto de vista militar, las ocupaciones de tropas extranjeras, 4) Desde el punto del vista de las políticas económicas, el flagelo de las políticas neoliberales.
1) El retraso político de la revolución liberal
Como todos sabemos, en la etapa del capitalismo nacional, la burguesía nacional, a través de la revolución liberal o democrático-burguesa, es quien encabeza el desarrollo capitalista, aún en las colonias, al momento de alcanzar su independencia política.
Nicaragua lleva un siglo de retraso en su revolución liberal en comparación con el resto de países latinoamericanos, incluso centroamericanos. Las medidas naturales de una revolución liberal son, entre otras, la formación de una burguesía nacional que lleva a cabo la independencia política, la unidad nacional, la infraestructura económica, la reforma agraria, el mercado interno, la industrialización de sus materias primas, en fin, el proceso de acumulación que le permite insertarse y competir como capitalismo nacional en el concierto capitalista mundial. El cultivo del café que jugó un importante papel en la transformación económica centroamericana, en la formación de la burguesía nacional centroamericana y en el proyecto de unidad nacional, no tuvo en Nicaragua la preponderancia que en el resto de estos países, por la competencia de las haciendas ganaderas y la presencia desintegradora de los enclaves mineros extranjeros.
Como se sabe, las revoluciones liberales nacen desplazando a las fuerzas conservadoras, exponentes de las oligarquías locales, rentistas, hacendarias, compradoras o consumistas, alejadas del proceso re-inversionista que requiere la acumulación de capital, no solamente subordinadas económicamente al mercado mundial como toda clase dominante colonial o postcolonial, sino también a los intereses políticos, sociales y culturales de la metrópolis, primeramente a España, últimamente a la metrópolis norteamericana, particularmente Estados Unidos y Canadá.
Como dijimos, Nicaragua llega al siglo XXI, sin haber logrado llevar a cabo las medidas que la revolución liberal emprendió en Centroamérica. El primer intento de la revolución liberal nicaragüense, bajo el régimen del General José Santos Zelaya (1893-1910) es frustrado por la voluntad del imperio estadounidense que derroca a Zelaya y entrega el poder a los conservadores. En esos años, Nicaragua retrocede y renuncia hasta de su propia independencia política, debilitando aún más la propia soberanía y unidad nacional, pues es ocupada militarmente por las tropas estadounidenses; alejando así las tareas de la revolución democrático burguesa, ya que ni siquiera las inversiones externas se articulan al capitalismo nacional, pues el capital extranjero mantiene su presencia bajo el régimen económico de una economía de enclave. En aquella época, la soberanía nacional pasaba entonces por expulsar a las tropas imperialistas, tarea a la que se dedica Sandino exitosamente, pagando con su vida tremenda hazaña, siendo asesinado por Somoza en cumplimiento de la voluntad del imperio yanki. Sandino, habiendo nacido políticamente liberal se divorcia tempranamente de lo que llamó la alianza oligárquica libero-conservadora.
El segundo intento de emprender las tareas de la revolución liberal es emprendido por la dinastía de los Somoza, subordinando para ello al partido conservador y a la élite que hasta entonces mantenía la hegemonía ideológica, es decir, los valores más conservadores con los que habían educado al pueblo nicaragüense. Somoza lleva a cabo una serie de medidas liberales a favor del capitalismo nacional, aunque supeditado políticamente al imperio. Antes de terminar el siglo es desplazado del poder por una revolución nacionalista y anti-imperialista, apoyada en la etapa antisomocista por una naciente burguesía, pero sobre todo por la oligarquía conservadora.
El tercer intento por emprender las tareas que en otros países correspondieron a la revolución liberal, estuvo encabezado por el primer gobierno del Frente Sandinista de Liberación Nacional (1979-1989), una vez divorciado de las fuerzas liberales y conservadoras, todas ellas aliadas al gobierno de los Estados Unidos; en este período se inician las tareas de la reforma agraria, la alfabetización, la redistribución del ingreso, la diversificación de los mercados, la agro-industrialización, la independencia de las políticas económicas del gobierno estadounidense, entre otras.
De nuevo, las fuerzas conservadoras, arrastrando a todas las fuerzas políticas tradicionales y en alianza con el gobierno estadounidense, dieron al traste con el gobierno sandinista e instauraron de nuevo un régimen oligárquico de raíces conservadoras y contrarrevolucionarias que hicieron de nuevo retroceder el país, no solamente desencadenando una guerra civil, sino porque una vez en el poder se prestaron a ejecutar el programa neoliberal que debilitó a la burguesía nacional, al Estado nacional y al mismo capitalismo nacional.
El cuarto intento por modernizar la economía y llevar a cabo aquellas transformaciones que los países aledaños ya habían emprendido desde hace un siglo, lo constituye la retoma del poder a través de las elecciones por parte del Frente Sandinista de Liberación Nacional, durante el período 2007-2012, primero, y posteriormente en el período que inicia en el año 2012 y termina en el año 2017, esta vez, con el apoyo de una mayoría política que desplaza a las fuerzas liberales y conservadoras de la hegemonía tradicional. Durante este período se retoman las viejas tareas inconclusas. Una burguesía nacionalista decide incorporarse al proceso y contribuye a forjar la unidad nacional, la inversión extranjera y los mercados mundiales se diversifican, la construcción de carreteras y la producción energética se reactivan y se inicia un plan para enrumbar la economía del país a la ventana del Atlántico.
2) La desvinculación económica con el mar Caribe
La vinculación económica con el Caribe es la gran asignatura pendiente de la economía nicaragüense, la cual ha limitado sus esfuerzos al desarrollo del litoral pacífico, y en menor medida a la zona central del país.
Si de desarrollo económico se trata, había que estar, desde el inicio de la colonia, justamente presente ahí donde se desarrollaban los acontecimientos que sentaron las bases del desarrollo capitalista, momento en que el sistema mundial se desplaza del mar mediterráneo europeo al océano atlántico. Y como el desarrollo de un país está relacionado con el desarrollo de otros países, resulta que Nicaragua fue el país centroamericano más rezagado con respecto a aquellos países centroamericanos que desde hace más de un siglo han unido el océano pacífico con el océano atlántico, ya sea por carretera, ferrocarril o canal húmedo, como es el caso de Guatemala, Honduras, Costa Rica y Panamá.
Ahora bien, el hecho que un país como El Salvador, no tenga costa en el océano Atlántico, nos hace sospechar que la ausencia de una burguesía nacional llevando a cabo su revolución liberal es el factor causal más cercano a una hipótesis de trabajo sobre el empobrecimiento estructural. En el caso del resto de países centroamericanos llama mucho la atención que Nicaragua, teniendo costa en el mar Caribe u Océano Atlántico, no tiene puertos en dicha costa, tanto es así que hoy por hoy Nicaragua exporta gran parte de sus mercancías por puertos hondureños y costarricenses, concretamente por Puerto Cortés en Honduras y Puerto Limón en Costa Rica.
Y cuando decimos Nicaragua, estamos refiriéndonos al país que nació como provincia española a inicios del siglo XVI y que se mantuvo como tal durante tres siglos hasta alcanzar su independencia, es decir, que la impotencia para que este país se pudiera asentar en el Atlántico cobija el período del todopoderoso imperio español. Resulta un fenómeno digno de mayor atención el hecho que siendo tan omnipotente el imperio español, quien conquistó prácticamente todo el continente americano y siendo la salida al Atlántico la vía natural para vincularse con el comercio mundial, esto no haya sido logrado por la corona española. Más sorprendente resulta dicho fenómeno sabiendo que desde el inicio de la Conquista y la Colonización Nicaragua estuvo en la mira de todas las potencias como el lugar más codiciado para encontrar el famoso estrecho que supuestamente comunicaba ambos océanos; asimismo Nicaragua fue escogido por el imperio estadounidense para construir una vía que uniera el Océano Pacífico y el Océano Atlántico, al menos hasta la construcción del Canal de Panamá, sin que tampoco se haya logrado.
Una vez que Nicaragua se independiza de España a comienzos del siglo XIX y las potencias anglosajonas, Inglaterra y Estados Unidos, se asientan en el mar Caribe, es decir, comenzando su biografía republicana, tampoco logra Nicaragua vincularse económicamente con el litoral atlántico, a pesar de que a finales de este mismo siglo la revolución liberal se toma militarmente lo que todavía se denominaba la Mosquitia. En gran parte la desarticulación se debió a que el modelo de expansión económica estadounidense en la región se llevó a cabo por medio del establecimiento de enclaves (mineros, bananeros, madereros, caucheros).
Gran parte de la explicación sobre el por qué la Costa Caribe, a diferencia del resto del continente americano no haya sido conquistada ni colonizada por los diferentes imperios y proyectos nacionales, se debe a la heroica resistencia y defensa de los indígenas caribeños de su autonomía, particularmente de las étnias mískitas, cuyo autonomismo y sagacidad son las razones que más explican semejante excepcionalidad, cosa que debiera de llenarnos de orgullo a los nicaragüenses. Para ser justo habría que decir que parte de ese orgullo hay que compartirlo con Sandino, quien en el primer tercio del siglo XX comprendió la importancia de la soberanía del territorio nicaragüense sin menoscabo de la autonomía de las poblaciones autóctonas de la Costa Caribe. No menos orgulloso debemos sentirnos los sandinistas que entendimos que la liberación nacional hacia afuera pasaba por la liberación nacional hacia adentro, concretándose y completándose el proyecto revolucionario sandinista con la aprobación de la Ley de Autonomía de los Pueblos Indígenas y Comunidades Étnicas de la Costa Caribe, hoy por hoy la ley más progresista en todo el continente americano, después de una difícil coyuntura donde las contradicciones internas fueron convertidas en conflicto externo por la guerra de baja intensidad impuesta por el imperialismo yanqui.
3) Las ocupaciones de tropas extranjeras
Las ocupaciones militares retrasan el desarrollo endógeno de cualquier país. Si en este listado de obstáculos lo ponemos en tercer lugar no es porque sea menos importante que los dos primeros, sino porque otros países centroamericanos, habiendo sufrido la ocupación militar, la misma no ha tenido tanto peso y tanto involucramiento de las élites locales, particularmente conservadores, que ha tenido en Nicaragua. En todo caso, mantenemos la tesis de que los dos primeros factores señalados han pesado más que otros que podamos agregar.
Las revoluciones liberales centroamericanas se gestan a finales del siglo XIX, posterior a las guerras independentistas de inicios del mismo siglo frente a España, y bajo la influencia de la revolución francesa, las Cortes españolas de Cádiz, la Independencia y la primera Constitución estadounidense. La independencia política y las reformas liberales frente al imperio español fueron retrasadas por las élites conservadoras, igual pasó con el impulso federativo centroamericano.
Resulta que en el caso de Nicaragua, desde la lucha por su independencia entre 1821 y 1838, es decir, desde inicios del siglo XIX y hasta finales del siglo XX, alrededor de doscientos años, con excepción de algunos cortos períodos, este país ha sido invadido y ocupado militarmente, directa e indirectamente, por el poderío de gobiernos anglosajones, primeramente por fuerzas militares británicas, sobre todo en la Costa Caribe, posteriormente por fuerzas militares estadounidenses. Esta situación mantuvo a este país enfrascado y desgastado por perennes guerras civiles y por ocupaciones militares que atrasaron su independencia política y mucho más su independencia económica, cargando con una herencia colonial, postcolonial, imperialista y por una colonialidad que ha dificultado aún más la construcción de un proyecto de unidad nacional y por ende un despegue económico al menos similar al resto de países centroamericanos.
Ya señalamos anteriormente que el imperio español no pudo conquistar ni colonizar el territorio y las poblaciones de la Costa Caribe, debido a una fuerte alianza entre los intereses de la piratería, el contrabando y el comercio británicos, por un lado, y la beligerante lucha de los pueblos indígenas aferrados a su autonomía, por otro lado.
A mediados del siglo XIX, concretamente en el período de 1856-1860, Nicaragua es ocupada por filibusteros o piratas de tierra, con el apoyo de los Estados sureños de vocación esclavista, que en aquel período todavía tenían cierta influencia en el poder imperial estadounidense. La ocupación fue tan extrema que el líder de aquella ocupación, el filibustero estadounidense William Walker, llegó a ser Presidente de Nicaragua, fusilando a la élite política y desconociendo la ley que hacía poco había prohibido la esclavitud, intentando asimismo instaurar el idioma inglés en nuestro territorio. Nicaragua fue liberada de los filibusteros, gracias a la posición independentista del resto de países de la región centroamericana.
A comienzos del siglo XX y por un período de 23 años (1910-1933), Nicaragua es ocupada por tropas estadounidenses, quienes administran directamente el Gobierno, las políticas y los recursos del país, fomentan una guerra civil entre liberales y conservadores, dando pie a una guerra por la soberanía del país, encabezada por el General Augusto C. Sandino y el Ejército Defensor de la Soberanía Nacional (EDSN). Durante el resto del siglo XX, el gobierno estadounidense apadrina y controla el país a través de la Guardia Nacional, dirigida localmente por la dinastía de los Somoza, convirtiendo a Nicaragua en un portaviones terrestre y marítimo para invadir al resto de países centroamericanos y caribeños.
A finales del siglo XX, concretamente durante la década revolucionaria sandinista de los años 80, Nicaragua es presa de una guerra de baja intensidad, desencadenada por el gobierno estadounidense, fomentando una guerra civil que destruyó por tercera vez la economía del país. Es así que la economía nicaragüense llega a finales del siglo XX y comienzos del siglo XXI, herida por las huellas de la devastación que generaron las guerras civiles y las guerras de ocupación o intervención.
4) El flagelo de las políticas neoliberales
Entre el primer gobierno sandinista de reconstrucción nacional (1979-1990) y la llegada al poder del segundo gobierno sandinista de reconciliación y unidad nacional (2007), tres gobiernos de corte neoliberal apoyados por el gobierno estadounidense se empeñaron con bastante éxito en desmantelar la cosa pública nicaragüense, contando para ello con 16 años de impunidad para hacer retroceder la autodeterminación y retrasar el despegue económico.
Las políticas neoliberales sobre-endeudaron a Nicaragua, desnacionalizaron el país entero, desmantelaron las empresas e instituciones públicas encargadas de la educación, la salud y la construcción de la infraestructura, así como de fomentar la producción nacional. Igualmente, desmantelaron las fronteras arancelarias abriendo total y desventajosamente su economía al mercado mundial.
Durante este período se detuvieron y deterioraron las carreteras y caminos de penetración, incluyendo el desmantelamiento del ferrocarril del Pacífico. Se desmontó y revirtió la matriz energética al sustituir la generación de energía renovable por la generación de energía no renovable, logrando con ello paralizar prácticamente el suministro energético a la industria y al consumo de la población nacional. Se eliminó el crédito a la economía campesina, base de la producción de alimentos del país. Se detuvo asimismo el proceso de autonomía de los Pueblos Indígenas y Comunidades Étnicas de la Costa Caribe.
Con este expediente y esta biografía histórica no sorprende que nuestro país haya llegado al siglo XXI siendo el país más empobrecido del continente americano, tanto así que manteniendo el actual crecimiento económico tardaríamos más de 20 años en alcanzar el nivel económico de Honduras, uno de los países más empobrecidos de Nuestra-América, como la llamó Martí.
Hay que salir al Atlántico para salir de la pobreza
A raíz de la llegada al gobierno del Frente Sandinista desde hace siete años el país ha recuperado el dinamismo que hace tiempo necesitaba para despegar económicamente. Se han dinamizado los ejes de la acumulación, como son la construcción horizontal y la energía en su conjunto, particularmente la energía renovable. Se han diversificado los mercados, particularmente lo que yo llamo el Gran Caribe Mesoamericano (México, Centroamérica, las Antillas y Venezuela). Se ha recuperado el buen desempeño de las cuentas nacionales, reactivándose el crecimiento económico y consolidándose la unidad nacional, sin embargo, lo que queda por hacer es tan grande o más de lo que estamos haciendo. Hoy en día Nicaragua goza de estabilidad política y unificación nacional sin precedente.
El objetivo principal de este artículo, sin embargo, es mostrar la importancia estratégica de salir al Atlántico para recuperar el rezago estructural de nuestra economía con respecto a Centroamérica. En tal sentido, es significativo lo que se está haciendo. Para empezar se logró finalmente llevar la carretera hasta Río San Juan, el legendario e histórico río del Desaguadero, así como la construcción de un puente, precisamente sobre este río, que nos conectará económicamente con Costa Rica.
Se ha avanzado en la construcción carreteras y puentes que unen la Costa Pacífica y la Costa Atlántica. Se ha continuado con la demarcación y titulación de más de treinta mil kilómetros cuadrados de territorio autonómico por parte del gobierno sandinista.
Se están terminando los diseños para la construcción de puertos en el Océano Atlántico, así como para la construcción de un ferrocarril que una finalmente nuestras dos costas.
Aunque quizás donde están las mayores esperanzas para salir al Atlántico es en el tan soñado canal interoceánico, el que no solamente uniría ambos océanos, sino que por su envergadura, sería una de las obras, por sí sola, capaz de lograr un despegue significativo del desarrollo económico nacional. No hay duda que un canal de tal dimensión funcionaría como una locomotora no solamente para la economía nicaragüense, sino también para la economía de la región mesoamericana y caribeña.
Articular la economía nacional a través de rutas y puertos interconectados entre ambas costas dinamizaría el comercio nacional e internacional y tendría un efecto multiplicador sobre el desarrollo económico nacional.
Salir al Atlántico en estas condiciones significaría sin lugar a dudas una de las condiciones y posibilidades para que la mayoría de la población nicaragüense salga de la pobreza y el país deje de ser el más empobrecido del continente americano.