Jesús Mosterín lamenta la existencia de un "cierto tipo de pequeña filosofía alejada de la ciencia que es mera palabrería" y defiende la racionalidad práctica.
Respecto a nuestra relación con el resto de animales, considera necesario el fin de las formas más crueles de ganadería, pero no cree en una revolución animalista: "¡Si cada vez hay más cabezas de ganado y se consume más carne en el mundo!". En su opinión, el ser humano es el "cáncer de la biosfera" y para frenarlo hay que controlar la población como hace China.
Filosofía y ciencia. ¿Deben ir de la mano?
Los grandes científicos, como Newton, Einstein y Darwin, siempre han sido también filósofos. Y muchos grandes filósofos han sido científicos, como Aristóteles, Descartes y Kant. Ahora se tiende a separar las dos cosas, lo cual tiene ventajas y también inconvenientes. Eso da lugar a un cierto tipo de pequeña filosofía analfabeta, que es mera palabrería, que no dice nada de nada, aburrida y completamente alejada de la realidad. Para los que la practican es muy fácil, consiste en leer cuatro citas y hacer juegos de palabras. Como filósofo, tengo que conocer las cosas de las que quiero hablar. Ahora, hacer buena filosofía nos es más fácil que a nuestros antepasados, pero si nos remangamos y nos ponemos a trabajar.
Para usted, la racionalidad práctica es la estrategia para vivir lo mejor posible.
La racionalidad práctica nos lleva a alcanzar nuestros fines. No te dice cómo tienes que vivir, sino que te dice: "Dime qué objetivos quieres alcanzar, y yo te diré cuál es el camino para alcanzarlos". Las personas desean cosas distintas, y si todas ellas son racionales se comportarán de tal manera que maximizarán la probabilidad de alcanzar sus fines.
En su último libro, titulado El triunfo de la compasión, analiza nuestra relación con los otros animales. ¿Qué es la compasión?
La compasión es una emoción que consiste en un ejercicio de imaginación: es decir, nos ponemos en el lugar de otro que está padeciendo y, entonces, sentimos el padecimiento, el dolor del otro, como propio. Por eso se llama compasión, porque significa padecer con. Y aunque todavía no se sabe cómo se produce, se cree que las llamadas neuronas espejo constituyen su mecanismo neurofisiológico. Se disparan tanto cuando hacemos una cosa como cuando vemos que otro la hace, cuando nos pasa algo y cuando vemos que a otro le pasa. Por ejemplo, si un coche atropella a una persona o están maltratando a un animal, te sientes mal. Según importantes filósofos, como el mismo Hume, la compasión constituye una de las dos emociones morales básicas, junto con el amor propio.
¿Por qué tendemos a ser, en general, más compasivos con los miembros de nuestra especie que con los otros animales?
La compasión es una capacidad que tenemos, que se puede ejercer más o menos y hasta cierto punto, o no ejercerse nada en absoluto. Igual que nace gente con algún grave defecto físico, también nace gente completamente negada para la compasión, agresiva y cruel. Con la compasión pasa lo mismo que con el lenguaje. Todos los seres humanos hemos heredado genéticamente la capacidad lingüística, pero unas personas hablan mejor que otras, unas aprenden una sola lengua y otras son políglotas.
Cuando Darwin dio la vuelta al mundo observó el comportamiento de los indígenas de la Tierra del Fuego con sus vecinos. Entre ellos, en su pequeño grupo familiar, eran muy solidarios y cariñosos, pero a los vecinos les rompían la crisma de una pedrada, les sacaban los ojos, les hacían barbaridades y, si las víctimas gritaban, se reían. No manifestaban la más mínima compasión. Darwin quedó impresionado y escandalizado por su crueldad y, a partir de estas observaciones, propuso su famosa teoría sobre que el progreso de la moral consiste en la expansión del círculo de la compasión: primero se aplica únicamente a los miembros inmediatos de la familia, y luego ya a otros parientes, a vecinos, a todo un grupo, una raza, una nación... Darwin consideró que la expansión del círculo de la compasión continuaría hasta llegar a su conclusión lógica, es decir, hasta que abarque a todas las criaturas capaces de sufrir, a todos los animales.
España es el país más cruel con los animales de toda Europa. ¿Es una cuestión de cultura?
Toda Europa era muy cruel con los animales humanos y no humanos, no solamente España. Empezó a ser diferente a partir de la Ilustración, pero aquí la misma casi no llegó. Empezó con Carlos III, que prohibió las corridas de toros, pero después de las guerras napoleónicas vino Fernando VII, que restableció el absolutismo, la Inquisición y las corridas.
Al final, lo que ha ocurrido es que las barbaridades comunes a principios del siglo XIX aquí aún se mantienen a principios del siglo XXI y, en el resto de países, no. Sólo se ha acabado con las corridas de toros en Cataluña y las Canarias. Y en Cataluña, de manera contradictoria: manteniendo los correbous, que son igual de brutales. Se trata de un problema cultural y político y no de que nosotros seamos por naturaleza más crueles.
Las corridas de toros (y el resto de festejos taurinos) siguen siendo promovidas y mantenidas desde la Administración.
A los políticos, normalmente, lo único que les interesa es el poder, y en una democracia el poder depende de los votos que consigan. Es muy difícil encontrar a un político que sienta compasión por nadie, ni por animales ni por personas. Lo que sienten es un hambre desordenada de votos. Ni PP ni PSOE quieren mojarse contra los toros porque pueden perder votos. Pero no creo que mantener estas tradiciones salvajes responda a una estrategia maquiavélica de los gobiernos para embrutecer a la población, sino más bien que la gente de por sí tiene muchas tendencias crueles y comportamientos absurdos.
Respecto a los animales como comida, ¿cómo se ha llegado a la desnaturalización de las condiciones de vida los animales y a su desprecio?
Todas las actividades industriales tratan de hacerse del modo más eficiente. Cuando están implicados seres humanos se tienen en cuenta sus intereses, pero no pasa lo mismo con los animales. Como reacción a esto hay, por un lado, diferentes tipos de vegetarianismo y, por otro, el grupo muchísimo más grande de la gente que quiere comer carne a mansalva al precio más barato posible y a la que le da igual cómo se consiga.
Creo que unos y otros deberían ponerse de acuerdo, dejando de lado discusiones extremas, en suprimir las formas más crueles de ganadería. Se puede hacer, y en parte se está haciendo. Por ejemplo, el número que puedes ver en los huevos te indica en qué condiciones han sido criadas las gallinas: 0 y 1 son de gallinas que pueden moverse más o menos en libertad, escarbar la tierra y estirar las alas, mientras que los números 2 y 3 proceden de aves apretujadas en jaulas metálicas pequeñísimas, con las patas llagadas, los picos cortados para que no se maten a picotazos y una alimentación mezclada con antibióticos. La idea es que, en un futuro esperemos que próximo, los huevos de este último tipo desaparezcan. Podemos seguir comiendo huevos, pero que procedan de gallinas de corral.
Por tanto, ¿usted defiende el fin de la ganadería intensiva, pero no el de la ganadería en general?
Las gallinas no pueden existir en la naturaleza en Europa. Las que hay o son de corral o de baterías intensivas. Yo estoy a favor de prohibir la tenencia en jaulas, pero no la de gallinas de corral, porque significaría condenarlas a muerte a todas. Pasa lo mismo con los cerdos. Los hay que viven en dehesas y se alimentan de bellotas, y otros que viven en jaulas, como las cerdas paridoras, que no se pueden mover, y paren y paren hasta que revientan y mueren. Son situaciones muy distintas, y es simplista, primitivo, poco inteligente meter todos los casos en de la misma olla. Hay tipos de ganadería aceptables –es normal en la naturaleza matar a otros animales para comérselos– y lo urgente es acabar con los que se basan en el sufrimiento tremendo de los animales.
¿El progreso en el bienestar animal consolida el modelo de explotación de ganadería intensiva actual?
Eso dicen algunos, como el experto legal Gary Francione, que recomendó recientemente votar contra unos proyectos de ley en California destinados a mejorar el bienestar de los animales en las granjas. Algunos revolucionarios del séptimo día consideran que, cuanto peor vayan las cosas, mejor, porque, si no están del todo mal, la gente nunca va a hacer la gran revolución. Pero esa revolución no llega nunca y, cuando llega, lo que hace es establecer una tiranía todavía mucho peor.
La ganadería no se va a acabar nunca: ¡si cada vez hay más cabezas de ganado y se consume más carne en el mundo! Por lo tanto, los amigos de los animales tenemos que tratar de eliminar las formas más dolorosas y desagradables para los que están en granjas o en laboratorios.
Mucha de la carne que se consume en España proviene de animales sacrificados siguiendo los rituales judío –kosher– y musulmán –halal–, es decir, sin aturdimiento previo. La religión pasa por encima de los derechos de los animales. En algunos países europeos como Dinamarca ya se ha prohibido el sacrificio sin aturdimiento. ¿Debería hacerse lo mismo en España?
Esas prácticas son una barbaridad. Dentro de las consideraciones racionales que estamos haciendo no juegan ningún papel los prejuicios religiosos. La religión es un asunto privado, no debería influir en las leyes.
¿Pasa el futuro por la carne de laboratorio?
Me extrañaría mucho si la carne producida a partir de células madre, que evitaría sufrimientos, no estuviera plenamente establecida dentro de 50 años. Ahora mismo ya es posible comerse una hamburguesa sintética, lo que pasa es que son mucho más caras y no saben igual. Pero es muy probable que en unos 10 años sean más baratas que las otras y además sepan mejor. Asimismo, se podrían crear una especie de alimentos a la carta más completos desde un punto de vista dietético.
Además de la utilización de animales para el entretenimiento y la comida, también se emplean para la experimentación de fármacos y cosméticos.
Así como los experimentos para cosméticos son innecesarios y hay que tender a que desaparezcan totalmente –ya han disminuido mucho–, en la investigación biomédica son imprescindibles, tanto con animales no humanos como humanos. Pero hay que tomar todo tipo de precauciones para que sean los menos posibles. Lo razonable sería establecer que el experimento se hiciera en un instituto científico serio una sola vez y que el resultado fuese reconocido por todos los países sin volver a repetirlo en cada uno de ellos. Y, en la mayoría de los casos, se podría anestesiar a los animales.
La concienciación ecológica va más allá de la preocupación por los efectos dolorosos de nuestras acciones sobre los animales. ¿Es diferente del animalismo?
La conciencia ecológica no procede del sentimiento de compasión, sino del de admiración. Hay ecologistas que no son animalistas y animalistas que no son ecologistas. Pienso que una relación madura y despierta con la naturaleza tiene que implicar ambas cosas. Por tanto, no estoy por la separación entre ecologismo y animalismo: son dos facetas de la misma actitud abierta y razonable hacia la naturaleza de la que formamos parte.
Para el año 2050, se calcula que habitarán la Tierra 9.000 millones de seres humanos. La explosión demográfica humana tiene un impacto negativo en nuestro planeta, cada vez más insostenible. ¿Qué medidas se pueden tomar para hacerle frente?
Somos como un cáncer de la biosfera: cada vez hay más gente, la gente cada vez consume más y el resto de la biosfera se va reduciendo. La primera cosa que hay que hacer es parar en seco la explosión demográfica con el control de la población. Los países del este asiático que han salido de la pobreza, como China, han empezado por controlarla. Y después de haber conseguido una cierta estabilización de la población, se puede eliminar esta restricción de la libertad.
En los países del África negra se vive en la miseria absoluta y tienen un crecimiento demográfico tremendo. Habría que condicionar las constantes ayudas económicas, que sólo sirven para comprar armas y para llenar las cuentas corrientes de los dictadores locales, a que se establezcan controles estrictos de la población.
¿Triunfará la compasión?
El mismo rey Juan Carlos I pidió disculpas por haber ido a cazar, lo que significa que la tranquilidad con la que los cazadores y reyes cazaban antes no es la misma que hoy. Ahora hay mucha más gente que lo ve mal. Por tanto, considero que podemos hablar de un lento, demasiado lento, triunfo de la compasión: cada vez nos compadecemos más y de más criaturas.
Jesús Mosterín (Bilbao, 1941) es filósofo, catedrático de Lógica y Filosofía de la Ciencia en la Universidad de Barcelona, profesor de investigación del Instituto de Filosofía del CSIC, miembro del Center for Philosophy of Science de Pittsburgh, de la Academia Europea de Londres, del Institut International de Philosophie de París y de la International Academy of Philosophy of Science. Su último libro es El triunfo de la compasión. Nuestra relación con los otros animales (Alianza Editorial).
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