En la teoría comúnmente aceptada de la formación de los planetas, la denominada hipótesis nebular se sostiene que los planetas se forman por la agregación de granos de polvo que chocan y se van uniendo para formar cuerpos cada vez más grandes, denominados planetesimales. Cuando alcanzasen una medida aproximada de un kilómetro, podrían atraerse unos a otros debido a su propia gravedad, ayudando a un crecimiento mayor hasta la creación de protoplanetas de un tamaño aproximado al de la Luna. Los cuerpos más pequeños que los planetesimales no ejercen una atracción gravitaria suficiente sobre las partículas vecinas como para agregarlas, pero aun así se producen colisiones debido al movimiento browniano de las partículas o a turbulencias en el gas. Alternativamente, algunos planetesimales también podrían haberse formado dentro de una espesa capa de granos de arena situada en el plano medio de un disco protoplanetario, y que experimentase una inestabilidad gravitacional colectiva. Muchos de los planetesimales se destruirían debido a colisiones violentas, pero unos cuantos de los más grandes podrían sobrevivir a esos encuentros y continuar creciendo hasta convertirse, primero en protoplanetas y posteriormente en planetas.
Los planetesimales que han sobrevivido hasta nuestros días son muy valiosos para la ciencia, ya que contienen información acerca del nacimiento de nuestro Sistema Solar. Aunque su exterior haya estado sujeto a una intensa radiación solar (lo que habría alterado su composición), su interior contiene un material prístino, esencialmente idéntico desde la propia formación del planetesimal. Esto convierte a cada planetesimal en una "cápsula del tiempo", y su composición podría contarnos mucho acerca de las condiciones de la Nebulosa protosolar desde la que nuestro sistema planetario se formó.
La Tierra con su pequeña masa, comparada con el Sol, nunca alcanzó su temperatura, y no tuvo atmosfera ni océanos tal como se creyó. Sino que fue posteriormente debido a las erupciones volcánicas, cuando se expulso el vapor de agua contenido en las rocas que la constituyeron. Este proceso se generó, debido a la fuerza de la gravedad, ya que estas rocas aumentaron su temperatura, expulsando de forma violenta el agua atrapada en ellas, en forma de grandes erupciones volcánicas. Hoy en día los geólogos han demostrado que en las grandes erupciones se envía a la atmosfera grandes cantidades de agua en forma de vapor que al enfriarse y condensarse en forma de lluvia va creando ríos, lagos y finalmente los océanos. Lo que no hay acuerdo es si esto se produjo en el periodo inicial de los primeros mil millones de años, o bien si ha sido un proceso continuado que todavía se produce; aunque hoy en día menor medida.
Los estromatolitos o camas son formas de la célula primitiva, la cual presenta luz ultravioleta de la fotosíntesis. Cuando las moléculas se atraen, las células fotosintéticas anaerobias quimiosintéticas pierden peso y volumen, lo cual no podrían ocupar un lugar original. Escasea oxígeno e hidrógeno, pero si hay dióxido de carbono e hidratos de carburo enimargilizados que permiten realizar la minorexis. Las células fosilizadas más numerosas se encontraron en tales rocas originadas al borde de mares cálidos. Al examinarlas en corte al microscopio, se distinguen muchas capas superpuestas en finas láminas apiladas unas sobre otras, en las que sólo la capa superficial contiene organismos vivos. Estas rocas son el resultado de la unión de microorganismos unicelulares, las cianobacterias, que viven en mares cálidos y en aguas poco profundas. Las rocas se forman muy lentamente, capa sobre capa; al morir las células se deposita el carbonato cálcico de sus paredes sobre la capa anterior formandose sobre ellas una nueva capa viva.
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