Esther Vivas | Público
Los desahucios han sumado una nueva víctima a su expediente criminal.
Un hombre de mediana edad que iba a ser desahuciado de su domicilio en
Murcia se quitó la vida la semana pasada justo después de la llegada de
la comisión judicial que acudía a desalojarlo. Un asesinato más en la
larga lista de los crímenes cometidos por la banca, con el visto bueno
del Gobierno.
No ha sido el primero ni, desgraciadamente, será el último. “Una
mujer se suicida en Málaga tras recibir la orden de desahucio. La
víctima, que se ha arrojado por el balcón, estaba en paro y vivía con su
madre de 92 años” (La Vanguardia, 14/12/2012). “Se suicida en Córdoba
un activista de Stop Desahucios por la deuda. Se ha arrojado desde un
cuarto piso” (Público, 08/02/2013). “Un matrimonio de jubilados se
suicida cuando iban a desahuciarlos en Mallorca. La pareja explica en
una nota que tomaron la decisión acuciados por la pérdida de su casa”
(El País, 13/02/2013). Ésta es la violencia que quienes mandan quieren
silenciar.
Desde que empezó el año, al menos son ya diez los casos de personas
que se han quitado la vida al no poder hacer frente al pago de su
vivienda, según recoge la enciclopedia libre 15Mpedia
del proyecto 15Mcc. Los desahucios provocan graves consecuencias
psicológicas: rabia, pánico, vergüenza, culpabilidad, tristeza,
ansiedad, impotencia, desánimo y abatimiento, entre otras. Así se
desprende de la investigación sobre desahucios
llevada a cabo por la Universidad Ramon Llull, donde todos los
entrevistados presentaron cuadros de trastorno por estrés postraumático.
El sistema falla, indica el estudio, con una posición abusiva de la
banca, un entorno empresarial hostil (por decirlo suave) y con una
administración pública ineficaz y, yo añadiría, vendida y subalterna al
capital. Y concluye: “La situación de indefensión (…), a varios
niveles, ha estado provocando un gran drama a los afectados”. Quienes,
como señala el trabajo, no encuentran ningún tipo de apoyo ni ayuda para
salir de su situación a no ser por organizaciones sociales como la
Plataforma de Afectados por la Hipoteca, Cáritas u otras, que les dan
información, consejo jurídico, apoyo económico y ayuda alimentaria.
La crisis, el paro, la pobreza… no hacen sino agravar esta situación.
El XVI Congreso Nacional de Psiquiatría, celebrado en Bilbao en 2012,
subrayaba que el principal factor desencadenante de los suicidios, en un
32%, son los problemas económicos. Y los datos del Instituto Nacional
de Estadística (INE) así lo corroboran: 3.180 personas se suicidaron en
2011, un 0,7% más que el año anterior. El suicidio es la primera causa
de muerte no natural en el Estado español.
Y, ¿quién aprieta el gatillo, coloca la soga o empuja al precipicio?
Unas elites económicas que, con el apoyo de la mayor parte la clase
política, para salvar sus privilegios nos pasan la factura de la crisis a
la mayoría de la población. La inmunidad de los crímenes financieros y
económicos es total. La banca se enriquece a costa de dejar a personas
sin casa e hipotecadas de por vida. Por no hablar de la especulación
financiera con las materias primas alimentarias, llevada a cabo por
bancos y fondos de pensiones que juegan en los mercados de futuro con la
comida, aumentando su precio, y convirtiéndola en inaccesible para
amplias capas de la población, especialmente en los países de Sur.
Empresas, con millones de beneficios, que despiden a trabajadores, con
la excusa de la crisis, afirmando que no son rentables. Mientras,
gobiernos e instituciones internacionales extienden la alfombra roja a
los criminales para que sigan haciendo negocio con nuestras vidas.
Los asesinatos no sólo se cometen con una arma entre las manos sino
que son, también, resultado de políticas que, en nombre de la tan
venerada “austeridad”, generan pobreza, paro, hambre, desahucios,
exclusión. Tras los ajustes, el pago de la deuda, los recortes… se
esconde un sistema extremadamente violento, a pesar de que quienes
gobiernan nos quieran hacer creer todo lo contrario. Un sistema que
multiplica el número de pobres a la vez que aumenta la cifra de
millonarios, que genera hambre en un mundo de la abundancia de comida,
que echa a gente de sus casas mientras permite que haya miles de
viviendas vacías, que deja en el desamparo a los estafados por las
preferentes y reparte ayudas a la banca. La doble moral de un sistema
que se presenta como el más justo, cuando, en realidad, es el principal
garante de la injusticia y la desigualdad.
La crisis, pero, ha hecho abrir los ojos a muchas personas que frente
a situaciones de desamparo, necesidad y pobreza han visto que los
únicos que les ayudaban no eran ni bancos, ni partidos mayoritarios, ni
instituciones públicas… sino la gente que lucha. Vecinas y vecinos que
paran desahucios, activistas que entran en un supermercado y cogen, sin
pagar, comida de primera necesidad para dársela a quienes pasan hambre,
estafados que ocupan bancos para que se les devuelvan los ahorros de
toda una vida o sindicalistas alternativos que no claudican ni se venden
y que organizan huelgas de hambre para que readmitan a compañeros
despedidos de manera improcedente.
Frente a los asesinatos de la banca, hay quienes apuestan por la
vida. Y la Plataforma de Afectados por la Hipoteca, así como todos
aquellos que luchan, son el mejor ejemplo y la mayor esperanza.
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