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martes, 20 de marzo de 2012

Nicaragua. Charlotte. Por Marcio Vargas Aguilar

Era estudiante yo en la Universidad de Costa Rica (UCR), a inicios de la década de 1970, cuando a través de Leonel Espinoza (Mauro) conocí a Charlotte Baltodano Egner, entre muchas y muchos jóvenes de entonces que conspiraban -allá y aquí- a tiempo completo por el FSLN.



Su acentuada inteligencia, su doble nacionalidad (nica-gringa, aunque gringa sólo por su acento al hablar), su diminuta y bella figura, su decisión sandinista, sus posturas inflexibles, tercas, sempiternas, por el FSLN..., me admiraban como a todos en aquellos días, porque Charlotte reunía las características de una de esas mujeres que son la explicación ahora de las conquistas que paso a paso firme alcanzan ellas en su lucha de siglos por la equidad de género.



Éramos casi vecinos en el barrio de San Pedro de Monte de Oca, al lado de la "U", en San José de Costa Rica, y bajo el clima fresco y gris y triste de la capital costarricense, recuerdo hoy su presencia en múltiples encuentros de jóvenes nicas, unas veces organizando fiestas a favor de la Unión Nacional de Estudiantes de Izquierda (UNEI) de la UCR, o bien atendiendo a don Pedro Antonio Aráuz y su hijo cubano Augusto César, en su intento de retorno a la patria, a su San Rafael del Norte, lo que le era vedado por los Somoza al hermano de la esposa de Sandino.



Aquel año, recuerdo, perdió la UNEI las elecciones de la UCR frente a una organización derechista que lideraba José María (Chema) Agüero, hermano de sangre por un accidente del paradójico azar de la vida, de Carlos Agüero Echeverría (Rodrigo), muerto en combate en el norte de de Nicaragua en una Semana Santa, un lustro después de aquellos días en San José.



Cantos y guitarras, silencios y escondrijos conspirativos, noticias de derrotas, lucha larga cuya luz de victoria no pasaba de ser una tentación, como diría Tomás, tras morir Carlos, años más tarde, es lo que se vivía entre las y los jóvenes de la época cuando conocí a Charlotte.



Dicen que ella y Leonel "Mauro" (o "guazón" en su apodo de estudiante) alquilaron la casa-quinta cerca del Crucero para que Tomás y otros dirigentes del FSLN, entrenaran al Comando Juan José Quezada, para la acción de Diciembre Victorioso a fines de 1974, que logró la libertad de Daniel y otros líderes y militantes sandinistas presos en la ergástulas del somocismo.



Y fue luego con Tomás en prisión, que siendo periodista yo del diario La Prensa, me sorprendí al saber que Charlotte había sido capturada por los esbirros de la Guardia Nacional (GN) tras una osada operación de guerrilla urbana en Managua.



Lanzó desde una motocicleta en que se movilizaba, por ahí por el Zumen, una granada a una de las temidas patrullas de la denominada "Brigada Especial de Combate Anti Terrorista" (BECAT) de la Guardia somocista.



Tomás había sido hecho preso dos años atrás luego de enfrentarse a uno de esos BECAT de la GN que pululaban por calles y caminos, como si estuviéramos en la Saigón del Vietnam agredido por los yanquis (de ahí venían esos vehículos y ese estilo de patrullaje, ese sí terrorista), cuando fue muerta Mildred Abaunza, otra de las tantas mujeres sandinistas que no deberíamos olvidar.



No quiero siquiera imaginar lo que sufrió Charlotte en poder de esos asesinos de la GN, aunque tuvo la "suerte" de ser liberada pronto, junto con Tomás y demás compañeros y compañeros prisioneros, por la acción "Muerte al somocismo" del comando "Rigoberto López Pérez" de la toma del Palacio Nacional en agosto de 1978, bajo la jefatura de Edén Pastora, a quien había yo conocido igual en mi paso por la UCR en San José de Costa Rica, en los días en que la conocí a ella.



Dejemos atrás las vueltas y más vueltas y revueltas de los espíritus en más de tres décadas, y nos topamos ahora con informaciones periodísticas que nos dan la noticia de la muerte de Charlotte.



Muchas cosas se han reunido en este marzo de 2012, mes de la Mujer, para recordar historia vivida y explicar historia presente, que la hay, porque cada día, cada instante, se hace historia en la Nicaragua, violentamente dulce (Cortázar) que tanto amamos.



Vimos con sorpresa, por ejemplo, cómo Chema Agüero Echeverría (sobrino de Fernando Agüero Rocha, un legendario líder de los conservadores de la década de 1960), el derechista que nos venció a los simpatizantes de la UNEI en la UCR de cuando conocí a Charlotte, asistir en Managua, en el corazón de la Loma de Tiscapa, a un homenaje rendido por el Ejército de Nicaragua, a uno de los más grandes guerrilleros sandinistas de que se tenga memoria: Carlos Agüero, el chele Rodrigo, aún recordado por y en las selvas norteñas.



Vueltas y más vueltas y revueltas ("pol la dananta katanta paranta", ¡oh!, inmortal poeta del Río San Juan de Nicaragua, José Coronel Urtecho) de la vida..., no tengo idea de por dónde andaría Charlotte ahora, pero no dudo en que merece ser recordada, como la Norita Astorga, por ejemplo, joven abogada, héroe de una acción en el día de la Mujer, el 8 de marzo de 1978, y fallecida por culpa de un cáncer en la segunda parte de la década de 1980.



Tantas y tantas mujeres heroicas invisibilizadas muchas veces por el sistema de "cultura" machista de siglos. Tendríamos que hablar de muchachas y muchachos, al referirnos a los soldados de Sandino o a los guerrilleros del FSLN histórico.



¿Qué podríamos decirle a Charlotte, a manera de despedida, con el brazo en alto, en un recuerdo de árbol que deja sembrada en el horizonte la mano que al viento diga todo o nada... y todo (Joaquín Pasos)?.



Tal vez podríamos citar lo que me dijo hace un año o más -mi golpeada memoria, de extraña manera, me da lata con algunos detalles cercanos- un amigo mutuo, hermana Charlotte. Se trata de un atinado juego con un verso de uno de los poemas del libro primevo de amor de Pablo Neruda.



Me dijo ese compañero: "nosotros, los de entonces, seguimos siendo los mismos".



Siempre más allá, Charlotte Baltodano Egner.




Patria y Libertad
Periodista nicaragüense
Orden de la Independencia Cultural "Rubén Darío"
PLOMO


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