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jueves, 15 de septiembre de 2011

Noam Chomsky: Mirando hacia el 11/9 una década más tarde (y II)

(sigue de la entrada anterior…) En la investigación realizada por Atlantic se dice : “La decisión de matar a Bin Laden fue la ilustración más clara hasta la fecha de un aspecto poco observado de la política antiterrorista del gobierno de Obama. El gobierno de Bush capturó a miles de sospechosos y los envió a campos de detención en Afganistán, Irak y Guantánamo. El gobierno de Obama, por el contrario, se ha centrado en la eliminación de terroristas uno a uno.” Esa es una diferencia significativa entre Bush y Obama. Los autores citan el ex canciller de Alemania Occidental, Helmut Schmidt, quien dijo a la televisión alemana que el ataque EE.UU. era “claramente una violación del derecho internacional ” y que Bin Laden hubiera tenido que ser detenido y llevado a juicio”, en contraste con lo que declaró Etic Schmidt, Fiscal General de EE.UU., quien “defendió la decisión de matar a Bin Laden, aunque no supusiera una amenaza inmediata (…) y que el asalto había sido “legal, legítimo y adecuado en todos los sentidos”.
La eliminación del cuerpo sin la autopsia también fue criticado por los aliados. El muy respetado abogado británico Geoffrey Robertson, que apoyó la intervención y se opuso a la ejecución en gran parte por razones pragmáticas, describe la afirmación de Obama de que “se ha hecho justicia” como un “absurdo” evidente para el ex profesor de derecho constitucional. La ley en Pakistán, añade, “exige una investigación sobre la muerte violenta, así como el derecho internacional sobre los derechos humanos insiste en el” derecho a la vida, y acaba diciendo “que debe llevarse a cabo una investigación cada vez que se produce una muerte violenta causada por el gobierno o la acción policial. Los EE.UU. por lo tanto, tienen la obligación de realizar una investigación que satisfaga a todo el mundo en cuanto a las verdaderas circunstancias de este asesinato “(…)
Eric Margolis comenta que “Washington no ha hecho públicas las pruebas de su afirmación de que Osama Bin Laden estaba detrás de los ataques del 11/9,” y esta es probablemente una de las razones por las que las encuestas revelan que una tercera parte de los estadounidenses preguntados creen que el gobierno de los EE.UU. y/o Israel están detrás del 11/9″, mientras que en el escepticismo en el mundo musulmán es mucho mayor. “Si hubiera tenido lugar un proceso abierto en los EE.UU. o en La Haya, habrían salido a la luz todas estas dudas ” (…)
En las sociedades que profesan un poco de respeto por la ley, los sospechosos son detenidos y llevados a un juicio justo. Hago hincapié en “sospechosos”. En junio de 2002, el director del FBI Robert Mueller, hizo lo que el Washington Post describió como “uno de sus comentarios públicos más detallados sobre los orígenes de los ataques”, pero sólo pudo decir que “los investigadores creen que la idea de atacar las Torres Gemelas y el Pentágono el 11 de setiembre llegó de líderes de Al Qaeda en Afganistán, el complot se realizó en Alemania, y la financiación llegó a través de los Emiratos Árabes Unidos a partir de fuentes en Afganistán” (…)
Nunca ha habido ningún motivo para dudar de lo que el FBI creía a mediados de 2002, pero queda lejos de la prueba de culpabilidad necesaria en las sociedades civilizadas – lo que consideran evidencias no justifican el asesinato de un sospechoso que podría, al parecer, ser fácilmente detenido y llevado a juicio. Lo mismo puede decirse de las pruebas aportadas desde entonces. La Comisión 11/9 dispone de indicios circunstanciales contra Bin Laden en base a lo que han confesado los prisioneros de Guantánamo. Es poco probable que se sostuvieran sus declaraciones ante un tribunal independiente, teniendo en cuenta la forma en que las confesiones fueron obtenidas. Pero en cualquier caso, las conclusiones de una investigación autorizada por el Congreso, por convincentes que le parezcan las evidencias, no está a la altura de la condena de un tribunal con credibilidad, que es lo que cambia la categoría del acusado de sospechoso a culpable.
Se habla mucho de la “confesión” de Bin Laden, pero fue más un alarde que no una confesión, y tiene la misma credibilidad que yo “confiese” que he ganado el maratón de Boston. El orgullo nos dice mucho sobre el personaje, pero nada acerca de su responsabilidad. (…) Una vez más, todo esto es independiente de lo que podamos pensar cada uno de nosotros acerca de su responsabilidad, que parecía clara desde un primer momento, incluso antes de que el FBI iniciara su investigación.
Crímenes de agresión
Vale la pena agregar que la responsabilidad de Bin Laden se reconoce en gran parte del mundo musulmán, y se condena. Un ejemplo significativo es el jeque libanés Fadlallah, muy respetado por Hezbolá y los grupos chiitas incluso fuera del Líbano. Tiene algo de experiencia en lo que a asesinatos se refiere. Había sido el objetivo de un atentado por camión bomba frente a una mezquita, en una operación organizada por la CIA en 1985. Se escapó, pero otras 80 personas murieron, la mayoría mujeres y niñas cuando salían de la mezquita. El jeque Fadlallah condenó enérgicamente los ataques del 11/9.(…)
Uno de los principales especialistas en el movimiento yihadista, Fawaz Gerges, sugiere que el movimiento podría haber sido dividido en ese momento, pero el ataque de los EE.UU. a Irak representó una gran bendición para Bin Laden, ya que supuso un incremento del terror, como las agencias de inteligencia ya habían anticipado. En las audiencias Chilcot sobre los antecedentes de la invasión de Irak, por ejemplo, el ex jefe de la agencia de inteligencia británica MI5 declaró que tanto ellos como los EE.UU. sabían que Sadam no representaba ninguna amenaza grave, que era probable que la invasión aumentase el terror, y que las invasiones de Irak y Afganistán habían radicalizado a parte de una generación de musulmanes que vieron las acciones militares como un “ataque contra el Islam”. Como suele suceder, la seguridad no era una prioridad para la acción del Estado.
Podría ser instructivo preguntarnos cómo iban a reaccionar si comandos iraquíes hubieran aterrizado en el recinto de George W. Bush, lo asesinaran y tiraran su cuerpo en el Atlántico (después de los ritos funerarios adecuados, por supuesto). Indiscutiblemente, no se trata de un “sospechoso”, sino de quien dio las órdenes decisivas para invadir Irak – es decir, cometer el “supremo crimen internacional que difiere de otros crímenes de guerra en que contiene dentro de sí todo el mal acumulado” por el que los criminales nazis fueron ahorcados: los cientos de miles de muertos, los millones de refugiados, la destrucción de gran parte del país y su patrimonio nacional, y el conflicto sectario y asesino que se ha extendido al resto de la región. De forma igualmente indiscutible, estos crímenes son muy superiores a los que se atribuyen a Bin Laden.
Decir que todo esto es indiscutible, como lo es, no quiere decir que se ponga en duda. La existencia de gente que cree que la tierra es plana no cambia el hecho de que, indiscutiblemente, la tierra no es plana. Del mismo modo, no se discute que Stalin y Hitler fueran los responsables de crímenes horrendos, aunque sus leales lo nieguen. Todo esto debería ser demasiado obvio para tener que mencionarlo, y lo sería, excepto si vivimos en una atmósfera de histeria tan extrema que bloquea el pensamiento racional.
Del mismo modo, no se discute que Bush y sus aliados han cometido el “crimen supremo internacional” – el crimen de agresión, definido con claridad meridiana por el juez Robert Jackson, que representó a los Estados Unidos en los juicios de Nuremberg. Un “agresor”, señaló Jackson ante el Tribunal en su discurso de apertura, es un estado que es el primero en cometer acciones tales como “invadir con sus fuerzas armadas, con o sin declaración de guerra, el territorio de otro Estado … “. Nadie, ni siquiera el defensor más extremo de la agresión, niega que Bush y sus asociados lo hicieran.
También haría bien en recordar las elocuentes palabras de Jackson en Nuremberg sobre el principio de universalidad: “Si ciertos actos en violación de tratados son crímenes, son crímenes tanto si los cometen Estados Unidos o Alemania, y no estamos dispuestos a establecer una norma de conducta criminal contra otros que no estaríamos dispuestos a invocar contra nosotros”.
También está claro que las intenciones que se declaran son irrelevantes, incluso si se las creen de verdad. Hay pruebas de que los fascistas japoneses, aparentemente, creían que si atacaban a China estaban de hecho trabajando para convertirla en un “paraíso terrenal”. Y aunque puede ser difícil de imaginar, es posible que Bush y compañía creían que estaban protegiendo al mundo de la destrucción de las armas nucleares de Saddam. Todo eso es no tiene ningún valor, aunque sus ardientes partidarios traten de convencernos de lo contrario.
Nos quedamos con dos opciones: O bien Bush y sus aliados son culpables del “crimen internacional supremo”, incluyendo todos los desastres que le siguieron, o bien se declaran los procesos de Nuremberg una farsa y que los aliados fueron culpables de asesinato judicial.
La mentalidad imperial y el 11/9
Unos días antes del asesinato de Bin Laden, Orlando Bosch murió tranquilamente en Florida, donde residía junto a su cómplice, Luis Posada Carriles y muchos otros personajes relacionados con el terrorismo internacional. Después de que Bosch fuese acusado de docenas de crímenes terroristas por el FBI, Busch le concedió el indulto presidencial, pese a las objeciones del Departamento de Justicia que había llegado a la conclusión de “que sería perjudicial para el interés público de los Estados Unidos proporcionar un refugio seguro para Bosch”. La coincidencia de estas muertes nos recuerda la doctrina de Bush hijo que ya se ha convertido en una norma de facto de las relaciones internacionales, según señaló el especialista en relaciones internacionales de Harvard, Graham Allison, en el sentido de que deja sin efecto “la soberanía de los estados que proporcionan refugio a los terroristas”.
Allison se refiere al pronunciamiento de Bush hijo sobre los talibanes: “Aquellos que dan refugio a terroristas son tan culpables como los propios terroristas”, afirmó. Este tipo de estados han perdido su soberanía y puede ser objetivo de bombardeos y del terror – por ejemplo, el estado que protegía a Bosch y sus cómplices. Cuando Bush emitió esta nueva “norma de facto de las relaciones internacionales”, parecía que nadie se daba cuenta de que estaba llamando a la invasión y destrucción de los EE.UU., y al asesinato de los presidentes que hubieran cometido tales crímenes.
Nada de esto es problemático, por supuesto, si rechazamos el principio del juez Jackson sobre la universalidad, y adoptamos en su lugar el principio de que los EE.UU. se han auto-inmunizado en relación al derecho internacional y sus convenios – como, de hecho, el gobierno USA ha dejado muy claro repetidas veces.
También es la pena pensar en el nombre dado a la operación de Bin Laden, que como saben llamaron “operación Gerónimo”. La mentalidad imperial es tan profunda que pocos parecen capaces de percibir que la Casa Blanca glorifica a Bin Laden al llamarlo “Gerónimo” – el jefe apache indio que dirigió la valerosa resistencia frente a los invasores de las tierras apaches.
La elección casual del nombre es una reminiscencia de la facilidad con la que el nombre de nuestras armas para asesinar llevan el nombre de las víctimas de nuestros crímenes: Apache, Blackhawk … Quizás reaccionaríamos de forma diferente si la Luftwaffe hubiera llamado a sus aviones de combate “Judío” y “Gitano”.
Los ejemplos mencionados caerían bajo la categoría de “excepcionalismo estadounidense”, si no fuera por el hecho de que la supresión fácil de su propios crímenes es prácticamente omnipresente entre los países poderosos, al menos aquellos que no son derrotados y obligados a reconocer la realidad.
Tal vez el asesinato fue percibido por la administración como un “acto de venganza”, como Robertson concluye. Y tal vez el rechazo a la opción legal de un juicio refleja una diferencia entre la cultura moral de 1945 y la de hoy en día, como sugiere. Pero cualquiera que sea el motivo, no podría ser la seguridad. Como en el caso del “crimen internacional supremo” en Irak, el asesinato de Bin Laden es un ejemplo más del hecho importante de que la seguridad no es a menudo una alta prioridad para la acción del Estado, al contrario de la doctrina que hemos recibido.
Copyright 2011 Noam Chomsky

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