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jueves, 24 de mayo de 2018

Impresiones tras la tercera sesión del diálogo nacional en Nicaragua


Desde hace aproximadamente 8 años y hasta hace un mes, la economía nicaragüense venía presentando un crecimiento económico promedio de 5.2% anual, acompañado de generación de empleo, atracción de inversiones, crecimiento de las exportaciones y estabilidad financiera. El impulso era tan fuerte que Nicaragua era una de las tres economías con mayor crecimiento en toda América Latina, a pesar de lo cual la CEPAL advertía que el esfuerzo seguía sin ser suficiente para acabar con la pobreza. En la situación que teníamos hasta hace un mes, Nicaragua necesitaba crecer a un ritmo todavía mayor para erradicar la pobreza en un horizonte temporal aceptable para mejorar las condiciones de vida de los más desfavorecidos. Esta meta hoy ya no tiene sentido.

En la sesión del diálogo nacional celebrada el pasado lunes 21 de mayo, el presidente del Banco Central de Nicaragua, Ovidio Reyes, intervino para exponer el impacto económico que nos ha dejado la crisis en la que estamos inmersos. Acostumbrado a la naturaleza fría de las cifras, Ovidio no supo transmitir adecuadamente las implicaciones de los números presentados durante la sesión. Los estudiantes y representantes de la sociedad civil quisieron hacer ver en ello que el Gobierno estaba anteponiendo el “desarrollo” del país a las vidas de los estudiantes, trabajadores, policías, funcionarios…. En suma, a las vidas de los nicaragüenses que han sido sesgadas desde el 19 de abril en esta crisis que ya es multidimensional.

Cuando el pasado 21 de mayo, el estudiante Lesther Alemán dijo que las vidas estaban por encima de la economía, se olvida que la misma vida es economía, y política. Que la vida no es posible en abstracto, en el mundo de las ideas, sino que se sujeta sobre lo material. Para que la vida sea posible en la economía de mercado hegemónica, el trabajo, el comercio o el transporte son condiciones necesarias.

La posición de Lesther Alemán y compañía en el diálogo pretende deslumbrar a los nicaragüenses con un idealismo romántico que podríamos juzgar pueril. En realidad, están jugando con la ignorancia del pueblo. Grave error. El pueblo nicaragüense no precisa de estudios universitarios para entender que el tranque impide al trabajador llegar a su trabajo. Para el trabajador informal (más del 60% de la población económicamente activa en Nicaragua) un día sin salario es un día sin tener que comer. El pueblo es mayor de edad y el recuerdo de la pobreza es demasiado reciente como para no tenerlo presente. De hecho, para el 30% de la población sigue siendo una realidad diaria, como muy bien sabemos.

El estudiante Víctor Cuadra tenía razón cuando dijo que hay una gran diferencia entre la calidad moral de los golpistas y la de los representantes del Gobierno. La diferencia es que para los golpistas no todas las vidas valen lo mismo, siendo las vidas de los excluidos y su bienestar tema fuera de foco. En nombre de su objetivo, no les importa sumir a una parte de la población en la más extrema pobreza. Agradecemos mucho a los que han insistido en televisar el diálogo, pues ello nos está permitiendo conocer la calidad moral de la clase de calaña con la que estamos tratando.

Sí, tal como aseveró Sandra Ramos – defensora de los derechos de las personas trabajadoras – las mujeres pobres en Nicaragua son explotadas. A su misma derecha se encontraba Michael Healy, y a su siniestra José Adán Aguerri y compañía. Todos ellos pueden dar buena cuenta de la apropiación indebida del empresariado sobre los usufructos del trabajo de los hombres y especialmente de las mujeres, así como de la desigualdad inherente a este sistema capitalista en el que vivimos inmersos. Pero entre el presente y lo que se nos avecina hay diferencias, pues no es lo mismo ser explotada en tu país, inserta en redes de apoyo familiares y comunitarias, que ser explotada en el extranjero como exiliada económica y lejos de tu familia.

Sandra Ramos puede dar fe de que en ningún momento de la historia de este país las trabajadoras y trabajadores de zona franca han podido hacer valer sus derechos como en la actualidad, a pesar de las grandes deficiencias que todos conocemos. Ella, que siempre ha defendido con mucha honestidad y de corazón los derechos de las personas trabajadoras de la zona franca, hoy se sienta con los capitalistas y se presta a participar en el golpe de Estado apoyando los tranques que provocarán el cierre de las empresas en distintos sectores económicos, llevando al desempleo a estas personas y boicoteando los pocos avances que se habían logrado. Otra muestra del radicalismo de los golpistas.

La estrategia de debilitamiento económico que se ha puesto en marcha tendrá un impacto profundo sobre el país si sigue siendo implementada. Todos lo sabemos, aunque para la mayoría vislumbrar su alcance todavía no es posible. Por el momento, vamos a perder más de cincuenta y cinco mil empleos y la estimación del crecimiento del PIB se ha reducido del 5% al 3.5%.
Como sabemos, la violencia genera más violencia. Siendo el desempleo una expresión de la violencia económica, podemos prever que el incremento en el mismo producirá mayores niveles de pobreza y de inseguridad ciudadana. Según el Foro Económico Mundial, en el 2017 Nicaragua presentaba un índice de seguridad del 5.44, superior al que presentaba Francia (5.43), Reino Unido (5.34) o EEUU (5.23). En términos de seguridad, en Nicaragua vivíamos a la par de algunas de las naciones líderes de la civilización occidental. Con los acontecimientos vividos desde abril, tras el inicio del golpe de Estado, este indicador va a reflejar una caída por encima del 20%. Para hacernos una idea, en México el índice de seguridad el año pasado fue del 4.16, y en Honduras (9 años después del golpe de Estado) fue del 3.45.

Los impactos de largo plazo de los golpes de Estado en Honduras y Venezuela, nos permiten anticipar nuestro futuro, tanto si el Gobierno cede como si se mantiene firme. Ninguno de los dos escenarios es una salida deseable, pero una vez iniciado el golpe, estamos seguros de que los responsables están dispuestos a llevarlo hasta el final, cueste lo que cueste. Únicamente el rechazo y el repudio de los nicaragüenses podrán evitar este destino dramático.

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