Kiev significa a oídos rusos “la ciudad” por antonomasia, apodada “la madre de todas las ciudades rusas”. Fue capital del imperio ruso. Ucrania significa “frontera”
Tamer Sarkis Fernández
I. Los nigromantes y su golem, contra el gigante-oso
Quienes se ruboricen de europeidad viendo las muestras de exaltación y
generosidad dadas por la UE a los nacionalistas ukros, a su
liberal-democratismo y a sus compinches paracos, acaban de caerse de la
parra. ¿Quién les dio de mamar y les entró entrenadores?: el Senador
McCain, algo así como el Publi Relations de la fracción
Clinton, se dejó caer por Maidan. También lo hizo el israelita Bernard
Henry-Lévi. Desde Estrasburgo, aseptizados Comisarios de corbata tienen
la cara de alertar a los PIGS frente al “peligro del populismo”.
El Hegemonismo yankie demuestra una vez más que cuece a fuego lento sus intervenciones: ya en 2006 la CIA había empezado a reclutar a los armados que durante los hechos de Maidan reaparecieron con el apelativo de “Autodefensa del Pueblo Ucraniano”. En aquel mismo año la misma CIA les fletó en aviones hacia Estonia, cuya base de la OTAN les acogió y entrenó. En las plazas de Kiev ondearon las banderas de “la revolución siria” y más de un entrenador marcial israelí instruyó en “defensa personal”. Las banderas de las ratas anti-sirias no tenían aspecto casual casero. Las rojas estrellas de los bantustanes segregacionistas proyectados cumplían total simetría de formas. No sé si algún espectador habrá creído que los ucranianos guardan banderas de éstas en el cajón, y que las han sacado en el fragor de su propia efervescencia “revolucionaria”. A mí me da que a esas banderas las trajeron de fuera.
¿Los medios?: tan poco novedosos como su propio guión. “Violencia”, “dos bandos”, “dictadura”, “democracia”, “reclamaciones populares”, “guerra civil”. Territorios comunes de una mentira repetida tantas veces que incluso toma cuerpo en la motivación, la perspectiva y la acción de algunos –y quizás de no pocos ucranianos, después de todo-, acabando por devenir “la única verdad posible”.
Pero no caigamos ahora de la parra, que es lo de siempre: cuando Hitler se anexionó Austria, los asépticos encorbatados de aquel entonces dijeron n’est pas notre question, don’t worry be happy. Cuando la anexión de los Sudettes checos, idem. Se fumaron un puro y celebraron juntos la Conferencia de Munich, con buenas maneras y sintonía. “Pase usted. Pero sobre todo no se olvide del Gigante ruso”. Hasta con el asunto polaco estuvieron con la mano izquierda empujando a los alemanes, mientras, con la mano derecha, hacían ademanes a Pilsudski a reprimir a las minorías germanas y lo armaban. “Tranquila, Polonia, que te apoyamos”. Caldearon, provocaron, aconsejaron expulsiones. Y, al final, poco antes de septiembre del 39, declaraba Chamberlain tener “la impresión de que Hitler no es un auténtico gentleman”. Aquellos años, estos años.
El alcance del Hegemonismo anglo-sionista es global y su ofensiva global también, empleando a la carta neonazis o al social-imperialismo pintado de “izquierda anticapitalista” y de “corriente roja”. Si alguien obvia el hilo de continuidad entre el fracaso anti-sirio y el éxito anti-ucraniano, está descentrado. Las puertas giratorias son hoy entre el llamado Estado Islámico y las bandas ukras o pro-ukras de paramilitares: provienen del ISIS o van hacia el ISIS no pocos entre los centroasiáticos itinerantes agrediendo a los novorrusos. Me salva el estómago y la compostura el hecho de ver a Putin un poco como a ese elegante villano de serie B, quien en la noche se divierte jugando a dejar creer a la teen protagonista, que se ha librado de él. Y luego acabó mandando a los tanques. Cuando los tanques que debieran haber defendido los intereses de un pueblo, tomaron vía hacia el Este contra parte de ese pueblo, mandar tanques rusos es pura solidaridad internacionalista. Un compromiso por encima de fronteras.
El Hegemonismo yankie demuestra una vez más que cuece a fuego lento sus intervenciones: ya en 2006 la CIA había empezado a reclutar a los armados que durante los hechos de Maidan reaparecieron con el apelativo de “Autodefensa del Pueblo Ucraniano”. En aquel mismo año la misma CIA les fletó en aviones hacia Estonia, cuya base de la OTAN les acogió y entrenó. En las plazas de Kiev ondearon las banderas de “la revolución siria” y más de un entrenador marcial israelí instruyó en “defensa personal”. Las banderas de las ratas anti-sirias no tenían aspecto casual casero. Las rojas estrellas de los bantustanes segregacionistas proyectados cumplían total simetría de formas. No sé si algún espectador habrá creído que los ucranianos guardan banderas de éstas en el cajón, y que las han sacado en el fragor de su propia efervescencia “revolucionaria”. A mí me da que a esas banderas las trajeron de fuera.
¿Los medios?: tan poco novedosos como su propio guión. “Violencia”, “dos bandos”, “dictadura”, “democracia”, “reclamaciones populares”, “guerra civil”. Territorios comunes de una mentira repetida tantas veces que incluso toma cuerpo en la motivación, la perspectiva y la acción de algunos –y quizás de no pocos ucranianos, después de todo-, acabando por devenir “la única verdad posible”.
Pero no caigamos ahora de la parra, que es lo de siempre: cuando Hitler se anexionó Austria, los asépticos encorbatados de aquel entonces dijeron n’est pas notre question, don’t worry be happy. Cuando la anexión de los Sudettes checos, idem. Se fumaron un puro y celebraron juntos la Conferencia de Munich, con buenas maneras y sintonía. “Pase usted. Pero sobre todo no se olvide del Gigante ruso”. Hasta con el asunto polaco estuvieron con la mano izquierda empujando a los alemanes, mientras, con la mano derecha, hacían ademanes a Pilsudski a reprimir a las minorías germanas y lo armaban. “Tranquila, Polonia, que te apoyamos”. Caldearon, provocaron, aconsejaron expulsiones. Y, al final, poco antes de septiembre del 39, declaraba Chamberlain tener “la impresión de que Hitler no es un auténtico gentleman”. Aquellos años, estos años.
El alcance del Hegemonismo anglo-sionista es global y su ofensiva global también, empleando a la carta neonazis o al social-imperialismo pintado de “izquierda anticapitalista” y de “corriente roja”. Si alguien obvia el hilo de continuidad entre el fracaso anti-sirio y el éxito anti-ucraniano, está descentrado. Las puertas giratorias son hoy entre el llamado Estado Islámico y las bandas ukras o pro-ukras de paramilitares: provienen del ISIS o van hacia el ISIS no pocos entre los centroasiáticos itinerantes agrediendo a los novorrusos. Me salva el estómago y la compostura el hecho de ver a Putin un poco como a ese elegante villano de serie B, quien en la noche se divierte jugando a dejar creer a la teen protagonista, que se ha librado de él. Y luego acabó mandando a los tanques. Cuando los tanques que debieran haber defendido los intereses de un pueblo, tomaron vía hacia el Este contra parte de ese pueblo, mandar tanques rusos es pura solidaridad internacionalista. Un compromiso por encima de fronteras.
II. Subjetividad: hechizo colectivo e intereses de las clases intermedias ukras socialimperialistas
El cambio en Ucrania fue un Golpe de Estado con complicidad militar:
los uniformes hicieron mutis por el foro. Que en Maidan y aledaños hubo
Subjetividad, y una subjetividad activa (que no es decir actuante), una subjetividad productiva (que no es decir productora),
es una profunda superficialidad. Por lo demás, está claro que la
subjetividad no cae del cielo; es un reflejo contingente a las
relaciones sociales, a las correlaciones de poder, a la memoria
colectiva y a la preponderancia ideológica. A su negatividad a firmar el
famoso acuerdo con la Unión Europea, Yanukovich había contrapuesto un
contrato con Rusia nada satisfactorio para las clases comerciantes a la
vez que percibido peligroso por una porción poblacional nada desdeñable.
Las cláusulas sobre provisión energética barata se aseguraban, de facto,
alineamientos políticos y geoestratégicos con el gran detentor del
grifo gaseoso y lumínico: el oso. Coetáneamente, las contraprestaciones
reclamadas por Rusia en lo relativo a flujos mercantiles, dinamizaban
una producción activa sobre todo en el Este y cuya recaudación fiscal
capitalina a cargo del Partido de las Regiones, despertaba suspicacias
de “injusticia”. Se temía, en efecto, una redistribución de Valor, vía
Estado, correctora siquiera parcialmente de los agravios causados al
Este ucraniano durante décadas. Si es correcta esta tesis mía en torno a
los miedos y angustias en la médula de las motivaciones subjetivas a
revuelta, podemos afirmar hallarnos ante el enésimo movimiento
corporatista y anti-igualitario compuesto por ciudadanos privilegiados
que no quisieron ceder fracciones de Valor ni renunciar a optimizar sus
nóminas o sus negocios de importación/mercado, aunque fuera a costa de
rebajar los ingresos administrativos en base a ganancias productivas y,
en consonancia, a costa de crear vacíos de inversión social e
infraestructural. Es decir: estaba lejos de importarles ni la cohesión
territorial ni la convergencia social. Era una atmósfera de rechazo el
clima del Oeste ucraniano con respecto a la partida dineraria rusa
inscrita en el propio acuerdo ruso-ucraniano; tal vez por inquina contra
el Este, que recibiendo esos flujos podía mejorar. O más probablemente
por simple instinto de clase pequeñoburgués dominador: un obrero y una
economía mejor abastecidas en el Este, podían al fin desligarse de la
sumisión a las inversiones burguesas provenientes del Este, al pasar a
detentar caudales con que desplegar alternativas de desarrollo y
trabajo.
Por lo mismo no les pesaba dejar a otros ucranianos en la cuneta del
desempleo y la desertización industrial. El funcionamiento de propias
industrias ucranianas ubicadas en el Este, eran y son estrechamente
dependientes del gas ruso, que con Yanukovic llegaba vía concesiones a
importe especial y pago diferido. Por su parte, existía y existe un
conglomerado pequeño y mediano-empresarial que gira entorno a la marcha
de la industria rusa cercana, bajo la forma de abastecimientos,
contrataciones, acabados, ensamblajes, transporte, distribución, etc.
La CIA no se dedica a articular muñecos ni a teledirigir clones.
Conocí hace dos años y medio a personas cuyos amigos ucranianos estaban
en Plaza Maidan, y por cierto ni eran neonazis ni pagados ni chechenos
fundamentalistas ni tártaros neo-tribalistas. Eran simplemente
gilipollas, o tal vez pequeñoburgueses lúcidos de su racionalidad
egoísta y contable. Su problema, bajo la losa que las fuerzas objetivas
le estaban colocando a Ucrania, era de autismo social, justamente por un
exceso de subjetivismo, bien fluyente desde la falsa consciencia, bien
desde una despierta consciencia de Homo Economicus.
El materialismo dialéctico nos dice que los seres humanos hacemos la
historia; mas en condiciones operativas independientes de nuestra real o
falsa conciencia sobre la imprenta de nuestro hacer o sobre tales
condiciones precisas. También más allá de nuestra voluntad y de nuestras
representaciones mentales respecto del hacer y de nosotros mismos
(auto-representaciones). Luego Mao Tse-Tung, en un giro dialéctico de
hondura, nos dirá que, de esas fuerzas productivas cuando se trata de
propiciar cambio histórico, la fuerza determinante es la ideología. Las
condiciones ideológicas en tanto que condiciones objetivas, son así
revalorizadas por Mao, valedor de la tesis marxista sobre la Entidad
objetiva del sujeto (Tesis sobre Feuerbach). Podemos así
encontrarnos ante un sujeto que ha devenido materia consciente y en tal
medida praxis potencial…, o por contra ante un sujeto cosificado como
reflejo mecánico de unas condiciones ideológicas cuya primacía él
materializa con su acción enajenada. El Partido Comunista se fragua a
partir de y a través de la ideología. En el Partido se conjugan como
síntesis dialéctica la Vanguardia y las masas, proyectándose la
Vanguardia como acción masiva transformadora y siendo las masas quienes
se ponen a la Vanguardia protagonizando su transformación radical de
condiciones de existencia.
En otras palabras: a estas alturas de la película, pensar que bajo el
imperialismo acontece la “incendiaria actuación espontánea ciega y
fortuita” a posteriori corrompida por el Poder, como la
serpiente corrompió a la buena humanidad con la manzana, es creer en el
cuento judeocristiano del libre albedrío. O, más modernamente, creer en
el cuento kantiano de la Voluntad libre, que Nietzsche desarticula. Y,
sobre todo, es creer que los seres humanos tenemos más cojones de los
que tenemos. Creerse que una banda de adolescentes hizo por su cuenta
pintadas en los morros del edificio oficial sabiendo que les iban a
zurrar, o que el vecino del 5º llegó de la oficina, se puso el
pasamontañas, cogió el bidón y bajó a la plaza Maidan, es pura
enajenación mental antropológica. Mitología insurreccionalista barata.
La espontaneidad existe, pero en el sentido conciso de que una cierta
cantidad de gente se suma a procesos proyectados y encendidos por
quienes cuentan con el conocimiento táctico, la capacidad logística, la
moneda y la retaguardia cubierta para hacerlo. Hay gente que se va
sumando, tal y como los amigos ucranianos de mi conocida, fulgurantes
viajeros desde Barcelona a Kiev, e incluso con los días o las semanas
llega a cumplirse el axioma psicosocial de “subirse al carro del
ganador”, más o menos multitudinariamente. Pero los gestos iniciales y
los primeros movimientos de piezas son hechos por Inteligencias
estatales, unas u otras, casi siempre las mismas ya.
Por lo demás, las fuerzas objetivas que han producido y conducen el
proceso tienen en alto valor a los “espontáneos”; el grueso de los
últimos compone una estadística propagandeada a través de fotos y de
filmación. Son, además, encuadrados y dotados como fuerzas de choque. No
es raro apalizar o incluso disparar a los “espontáneos” que empiezan a
ver las cosas y quieren disentir o salirse de las manis o de los
disturbios. Todo el mundo es bienvenido a las primaveras prefabricadas.
Ancha es la puerta de entrada. Pero, una vez dentro, te atrapa la secta,
y no siempre por seducción, sino a veces por rudo secuestro. Mas no nos
engañemos: estos procesos se cuecen a fuego lento, de años, hasta el
día D. El vecino del 5º no sabe de guerrilla urbana ni de enfrentamiento
asimétrico como para llegar a tomar el Parlamento o un barrio urbano.
Los indispensables son otros. No podemos ser tan naive los
telespectadores bajo “occidente”, por más epopeya y literatura política
mítica que nos traguemos, y que cuela al no auto-exponernos a procesos y
situaciones semejantes. La “espontánea” imagen del Pueblo indefenso
avanzando con brazos entrelazados frente a una siniestra lotería de
obuses en primer plano, es irreal. Al espectador le parece real porque
no se detiene a pensar la escena en relación a sí mismo en lo particular
o a la hipótesis de reacción antropológica en general. Para el caso
ucraniano, el anglo-sionismo, confluyente esta vez con el
continentalismo “europeísta”, ha estado formando una fuerza ideológica
reaccionaria contando con cierto deslizamiento contemporáneo
inter-generacional filo-nazi y anti-ruso que Nietzsche denominaría
“reactivo” (Genealogía de la Moral, 1er Tratado).
III. Timoshenko: ¿La Princesa cautiva o la Princesa prometida?
Mientras corrían de conmemoración en conmemoración por lo que gustan
llamar “la liberación de Europa”, Merkel y su cabalista Hollande no
dejaron de ensañarse con un presidente electo. Han callado como setos
con la caza de brujas contra población civil reacia a participar en el
suicidio colectivo “europeísta”. Pintaron un arcoiris de libertad para
coronar las cascudas cabezas de las bandas que fueron hacia el Este a
asesinar al pueblo, prestos a hacerles tragar el recino de su Golpe de
Estado. Y en fin respaldaron las iniciativas jurídicas y ciudadanas en
pro de mandar al patíbulo a Yanukovich por haber cumplido
escrupulosamente con la Constitución, Carta que instaba a proteger,
incluso con la fuerza, aquella aritmética de fuerzas políticas votadas. ¡Vive la démocratie!,
mientras gane quienes quieren los imperialistas. Este caso ucraniano se
distingue del sirio, en que en Ucrania no le hizo falta al
demo-imperialismo repartir mucho más que algunos bazookas y
granadas de mano, unido a las metralletas que ya guardaban los neonazis,
a las barras metálicas, a botes de gas pimienta y a las escopetas de
caza y de campo empuñadas por los “espontáneos”. El Hegemonismo y sus
lacayos imperialistas habían ya pactado a priori con el ejército ucraniano su inmovilidad.
En aquellos días de terciopelo se excarcelaba a una corrupta
condenada exactamente como aquí la calle occidental pide a los jueces
que enchironen a políticos sucios y a manos-largas. A Timoshenko los
cineastas la pusieron a andar con aires de princesa cautiva, pero, más
allá de interpretaciones, es “La princesa prometida”. La propia
Timoshenko, nada víctima de dictador alguno y sí condenada por
desviación de fondos, salió de prisión cumpliendo por el tiempo preciso
el romántico papel de “la mujer-Mursi”. Hoy el embajador israelí campa a
sus anchas por los reconfigurados pasillos (voz inglesa lobbies)
de Kiev. Hace unos veranos “occidente” montó unos mundiales
futbolísticos allí: caballo de Troya por donde entraron espías,
instructores, ingenieros sociales y asesores en la sombra.
¿Conspiranoia?: el desarrollo de los acontecimientos ha demostrado que
no.
El expresidente se exilió a la, bautizada por prensa, “parte rusa de
Ucrania”. También emigraron miles de ciudadanos ucranianos rusos
oriundos de la pérfidamente llamada “parte no rusa”. Fueron desplazados,
de facto o con alevosía, víctimas de presiones y escarnios.
Las autoriades ukras prohibieron el ruso en las escuelas. También
clausuraron los centros educativos rusos. Se les retiró la ciudadanía a
los “ucranio-rusos”. Se persigue a socialistas, a comunistas… ¿La
venganza irracional del neonazi loco?. En absoluto. Plan Racional
Demo-imperialista. En todos los lugares hacen igual el sionismo y su
creatura doméstica “occidente”: partir territorio, segregar población,
re-agitar viejos prejuicios… Cada oveja a su corral. Un sitio para cada
cosa y cada cosa en su sitio. Cada uno en su casa y los monopolios
financieros en la de todos.
IV. Patriotas ucranianos
Kiev significa a oídos rusos “la ciudad” por antonomasia, apodada “la
madre de todas las ciudades rusas”. Fue capital del imperio ruso.
Ucrania significa “frontera” (tierra de frontera, Marca). Los
periodistas asesinos nos hablan de la Ucrania-Ucrania, de la
Ucrania-rusa… Tal y como esos criminales de la cámara y la tinta nos
hablaron, hace casi 25 años, de los bosnios-bosnios, de los
servo-bosnios, etc. Y así hasta que nos han montado otra Yugoslavia. Y
su prensa dice que todo es “culpa del odio interétnico”. Así, sin más.
El buen intelectual “de izquierdas” calla ante el proceso, ocupado en
menesteres mayores. Y las calles del Kiev movilizado no han dejado de
mostrar banderas israelíes junto a banderas del viejo protectorado
francés en Siria y banderas neonazis locales.
Varios miles de millones de euros sumó el plan de “ayuda financiera”
UE a “la nueva Ucrania”, como llaman textualmente al país los criminales
en sus columnas de prensa. “¿Al rescate de Ucrania?”. En absoluto. La
rescatada de sus maltrechas cuentas ha venido siendo la UE a costa de
Ucrania, de España, de Portugal, de Italia, de Irlanda, de Hungría…
Turquía no quiso entrar, ni falta que le hace, mientras la propaganda
berlinesa nos dice que “se muere por integrar el club”. El dinero no lo
regalan, ni van los duros a cuatro pesetas, sino a diez. “Occidente” ya
se cobra, en moneda y especie, sus “ayudas” a Kiev. Ucrania fue una de
las dinamos industriales de la URSS. Es aún hoy productora de su
electricidad en una proporción notable. Y fue nada menos que el granero
de Rusia. Los trigales siguen ahí, pero ahora intervenidos, sujetos a
patente de semillas y limitados por una diversificación de cultivos al
gusto de Monsanto y de la Bolsa alimentaria de Chicago. A la
agroindustria y a los especuladores alimentarios se les aguó la boca
desde la desintegración soviética.
Fría es Ucrania. Los inviernos tardan severos meses en abandonarla,
para regresar cada octubre. Desde que las facturas del gas empezaron a
serles cobradas por monopolios sionistas, a miles de ucranianos se les
ha asesinado de frío. Quienes en el Este resisten contra la entrega de
Ucrania al imperialismo “occidental”; quienes combaten para impedir el
genocidio del que son objeto a manos de ese sionismo y de sus
“nacionalistas” ukros, son denominados “separatistas”, “rebeldes” y/o
“prorrusos”. Son, en cambio, verdaderos patriotas ucranianos.
El autor es vicedirector de DIARIO UNIDAD
https://twitter.com/DifusionRebelde
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