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jueves, 2 de enero de 2014

“Marx, Kalecki , Keynes y la estrategia socialista: la superioridad de la economía política del trabajo sobre la economía política del capital”: John Bellamy Foster

Para ver con perspectiva histórica el estancamiento económico que afecta a los EEUU y a otras economías capitalistas avanzadas hay que retrotraerse a la grave desaceleración de 1974-75, que marcó el fin de la prosperidad de posguerra. La interpretación dominante de la recesión de mediados de los 70 dice que el pleno empleo de la primera época keynesiana sentó las bases de la crisis al robustecer la posición del trabajo en relación con el capital. [1] Según han venido sosteniendo muchos destacados economistas de izquierda cuya visión no difiere en este punto de la corriente académica dominante, el problema era la existencia de una clase capitalista “demasiado débil” y una clase obrera “demasiado fuerte”. [2] Con distintas pruebas empíricas, se atribuía comúnmente la caída a un aumento de la participación salarial en el ingreso, con la consiguiente contracción de los beneficios empresariales. Lo que ha venido en llamarse “teoría de la crisis por contracción de beneficios”. [3]
La Monthly Review jugó un papel clave en la introducción de una variante radical de la perspectiva de la “contracción de beneficios causada por el pleno empleo” en los EEUU publicando en su número de octubre de 1974 el artículo seminal de Raford Boddy y James Crotty “Class Conflict, Keynesian Policies, and the Business Cycle” [Conflicto de clase, políticas keynesianas y ciclo económico] [4] Ese artículo iluminaba el bien establecido hecho de que los salarios y los costes de mano de obra por unidad crecen cuando se acerca el pico máximo del ciclo económico, apuntando indiciariamente al colapso del auge. Sin embargo, los autores pasaron a sugerir que el incremento de la participación salarial en el ingreso en condiciones de pleno empleo era responsable en buena medida del gran declive económico entonces en curso. “Los capitalistas –escribían—, guiados por algo más que su instinto de clase, piensan que el pleno empleo sostenido es manifiestamente absurdo… La maximización de beneficios precisa evitar el pleno empleo sostenido”. Al sostener eso, los autores opusieron su perspectiva a la del gran economista marxista polaco Michał Kalecki, así como a las posiciones de Josef Steindl y Howard Sherman. [5]
Para Kalecki, el poder de los trabajadores para lograr aumentar los salarios monetarios – aunque significativo en el momento de auge del ciclo económico— no era una amenaza económicamente relevante para el capital, ni siquiera en condiciones de pleno empleo, a causa del poder de que las grandes empresas tenían para dictar precios. De modo que si el sistema evitaba resueltamente la promoción del pleno empleo a través del estímulo del gasto público, ello no podía atribuirse a razones económicas per se, sino más bien a la amenaza política que ese pleno empleo permanente representaba para la clase capitalista. Con la “amenaza de ir a engrosar la reserva” ya no disponible, el poder social general de la clase capitalista quedaría disminuido. “El “aumento de las tasas salariales resultante del robustecido poder negociador de los trabajadores”, observaba Kalecki, “es menos probable que se reduzcan los beneficios que no que aumenten los precios, lo cual afecta negativamente sólo a los intereses de los rentistas.
Pero la ‘disciplina’ en las fábricas y la ‘estabilidad política’ son más apreciadas por los dirigentes empresariales que los beneficios. Su instinto de clase les dice que el pleno empleo duradero es absurdo desde su punto de vista”.
Ese fue el contexto en el que introdujo su celebérrima noción de “ciclo político de la economía”, conforme a la cual el gobierno capitalista oscilaría entre promover el pleno empleo y promover la austeridad y el equilibrio presupuestario, generando un “subempleo controlado”. [6] En tajante contraste con este argumento de Kalecki, Boddy y Crotty sostuvieron que, a medida
que la economía se acercaba al pleno empleo se generaba un incremento en la participación de los salarios en el ingreso, lo que representaba una grave amenaza para los beneficios capitalistas y desembocaba en una crisis económica estructural. Los efectos económicos del ciclo económico servían entonces, según ellos, para “reforzar los aspectos socio-políticos subrayados por Kalecki”. [7] Para ellos, como para el grueso de los analistas económicos, la causa principal de la crisis de mediados de los 70 fue una contracción de los beneficios inducida por los salarios. La idea de que, a medida que la economía se acerca al pleno empleo,
aparece una contracción de beneficios, se convertía ahora en una teoría más general de la crisis económica y aun del  estancamiento. [8]

En la segunda mitad de los 70 y en los 80 asistimos al triunfo del monetarismo, de la teoría económica de la oferta y a otras formas de conservadurismo de libre mercado y de neoliberalismo. La teoría académica establecida regresó a las ideas  prekeynesianas de austeridad, resucitando la falaz Ley de los Mercados de Say, según la cual la oferta crea su propia demanda (una Ley ya desacreditada por Keynes y, mucho antes, cabalmente refutada por Marx). Desde la perspectiva de la Ley de Say, el proceso de acumulación capitalista no estaba atravesado por obstáculos propios, endógenos, sino sólo molestado por los tropiezos externos que representaban los sindicatos obreros y las interferencias estatales.
Traducción para www.sinpermiso.infoAntoni Domènech

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