Por: Carlos Escorcia Polanco
Sin pena ni gloria terminó la mal llamada “cumbre de San José”. No
hubo ninguna declaración conjunta, no hubo ningún acuerdo, no hubo
ningún resultado concreto. No teniendo nada que ofrecer, Obama llegó
con las manos vacías y los presidentes centroamericanos asistentes, si
acaso llegaron con la ilusión de recibir algo de Obama, también retornaron a sus países con las manos vacías.
Tres fueron los protagonistas principales de este espectáculo propagandístico, montado por la hepática presidenta de Costa Rica, quien tiene aun que responder ante la Corte Internacional de Justicia por el genocidio ecológico de la mayor reserva de agua dulce de Latinoamérica y su desagüadero, el lago Cocibolca y el Rio San Juan.
El primer protagonista era el invitado especial, Barack Obama, quien obviamente venia a visitar a su subalterna Laura Chinchilla. Todo el lenguaje corporal de Obama, mientras se pavoneaba como el rey de la selva, por los salones del Teatro Nacional en San José, indicaban que se sentía la estrella del encuentro presidencial.
El segundo protagonista, también invitado, era el presidente de Nicaragua, Daniel Ortega Saavedra. Resultó inevitable que Ortega acaparara la atención de la prensa centroamericana mucho más que la presidenta Chinchilla. Ortega, el presidente con más experiencia política del istmo, llegó apertrechado con un impresionante expediente de logros políticos y económicos.
Aún el diario derechista La Nación, vocero de la oligarquía tica, admitía la enorme importancia de Ortega en la cumbre y cito textualmente: “La llegada de Ortega, el antepenúltimo mandatario en tocar suelo costarricense, fue la que mayor atención atrajo de la prensa, después de la del presidente de Estados Unidos, Barack Obama. “ [Ortega habla de relaciones ‘normales’ con Costa Rica, LA NACION, 4 de mayo de 2013].
El comandante Sandinista, el último líder guerrillero que encabezó la última revolución triunfante en América Latina desde el triunfo de la revolución cubana en 1959, llegó también investido con la legendaria “aura histórica” de ser el hombre que finalmente le ganó la batalla a Ronald Reagan en todos los campos en que el presidente yanke lo confrontó, ya sea en los salones de la ONU, en Nueva York, en los juzgados de la Corte Internacional de Justicia de La Haya o en las montañas de Nicaragua. Es razonable entonces decir que Ortega era el héroe de la cumbre.
La tercera protagonista fue la anfitriona local, la presidenta Laura Chinchilla. La dueña de la fiesta, montada, al parecer, mas para fines narcisistas de auto gratificación de la mandataria que de logros políticos para Centroamérica, enfrenta el más bajo nivel de popularidad entre los costarricenses y quien al igual que Ronald Reagan tres décadas atrás, se dirige a una virtual derrota jurídica frente al presidente Ortega en la Corte Internacional de Justicia de La Haya.
Cabe destacar que al referirnos a la presidenta de Costa Rica, Laura Chinchilla como “la cortesana”, es partiendo de la acepción número 4 del diccionario de la Real Academia Española de la lengua, que taxativamente dice: 4. m. y f. “Persona que sirve obsequiosamente a un superior.” De ninguna manera debe inferirse menosprecio alguno a su condición de mujer o algun cuestionamiento a su moral intima, sino a su papel de subalterna del presidente norteamericano.
Aunque los temas de narcotráfico, seguridad, comercio y cooperación entre el coloso del norte y las débiles economías centroamericanas parecieron ser los temas centrales de la agenda, a juzgar por lo que nos dice la historia, la verdadera agenda oculta era Venezuela.
Si la cumbre presidencial de hace 50 años, en 1963 con el presidente Kennedy era sobre como contener la “expansión” de la revolución Cubana, la cumbre actual con el presidente Obama parece tener el objetivo no admitido de cómo contener a la Revolución Bolivariana.
Recordemos que el dia anterior a su llegada a San José, Obama se reunió con el presidente Enrique Peña Nieto de México. Uno de los temas principales a considerar con el presidente mexicano por parte de Obama era lograr que México permita a transnacionales estadounidenses explotar gas natural descubierto en el sur de México. En Costa Rica, Obama ha insistido en el desarrollo de energía limpia. Pareciera que la meta es descartar a largo plazo el petróleo venezolano y sacar de circulación la incómoda realidad del Chavismo en la región centroameriana.
El espectáculo de la cumbre se convirtió mas en un evento social del “jet set” político al más alto nivel que en un esfuerzo serio por enfrentar los graves problemas que históricamente han flagelado a los pueblos centroamericanos. Quizás consciente que se trataba de una “Crónica de una muerte anunciada”, el mismo gobierno costarricense se adelantó a aclarar que se trataba simplemente de “una conversación abierta” en donde cada presidente tendría solo 10 minutos para hablar.
Pero así como el presidente Kennedy no logró impedir el triunfo de revoluciones afines a la cubana como lo fue el triunfo de la Revolución Sandinista muy a pesar de su Alianza para el Progreso y su cumbre de San José en 1963, cuando Estados Unidos atravesaba su período dorado en términos económicos, es muy improbable que el presidente Obama logre detener el avance de la Revolución Bolivariana, cuando el actual inquilino de la Casa Blanca, a diferencia de Kennedy, vino con las manos vacías.
Una cortesana que no goza del consenso ni siquiera de la clase dominante de su propio país, como lo es Laura Chinchilla, que se encuentra por el suelo en las encuestas de aceptación en Costa Rica, no será capaz de detener la espada de Bolivar que se pasea por América Latina, por mas cumbres sin firmas de acuerdos que celebre, aun con el apoyo del hombre más poderoso del planeta. - Carlos Escorcia Polanco es analista político nicaragüense, residente en Los Angeles, California
Tres fueron los protagonistas principales de este espectáculo propagandístico, montado por la hepática presidenta de Costa Rica, quien tiene aun que responder ante la Corte Internacional de Justicia por el genocidio ecológico de la mayor reserva de agua dulce de Latinoamérica y su desagüadero, el lago Cocibolca y el Rio San Juan.
El primer protagonista era el invitado especial, Barack Obama, quien obviamente venia a visitar a su subalterna Laura Chinchilla. Todo el lenguaje corporal de Obama, mientras se pavoneaba como el rey de la selva, por los salones del Teatro Nacional en San José, indicaban que se sentía la estrella del encuentro presidencial.
El segundo protagonista, también invitado, era el presidente de Nicaragua, Daniel Ortega Saavedra. Resultó inevitable que Ortega acaparara la atención de la prensa centroamericana mucho más que la presidenta Chinchilla. Ortega, el presidente con más experiencia política del istmo, llegó apertrechado con un impresionante expediente de logros políticos y económicos.
Aún el diario derechista La Nación, vocero de la oligarquía tica, admitía la enorme importancia de Ortega en la cumbre y cito textualmente: “La llegada de Ortega, el antepenúltimo mandatario en tocar suelo costarricense, fue la que mayor atención atrajo de la prensa, después de la del presidente de Estados Unidos, Barack Obama. “ [Ortega habla de relaciones ‘normales’ con Costa Rica, LA NACION, 4 de mayo de 2013].
El comandante Sandinista, el último líder guerrillero que encabezó la última revolución triunfante en América Latina desde el triunfo de la revolución cubana en 1959, llegó también investido con la legendaria “aura histórica” de ser el hombre que finalmente le ganó la batalla a Ronald Reagan en todos los campos en que el presidente yanke lo confrontó, ya sea en los salones de la ONU, en Nueva York, en los juzgados de la Corte Internacional de Justicia de La Haya o en las montañas de Nicaragua. Es razonable entonces decir que Ortega era el héroe de la cumbre.
La tercera protagonista fue la anfitriona local, la presidenta Laura Chinchilla. La dueña de la fiesta, montada, al parecer, mas para fines narcisistas de auto gratificación de la mandataria que de logros políticos para Centroamérica, enfrenta el más bajo nivel de popularidad entre los costarricenses y quien al igual que Ronald Reagan tres décadas atrás, se dirige a una virtual derrota jurídica frente al presidente Ortega en la Corte Internacional de Justicia de La Haya.
Cabe destacar que al referirnos a la presidenta de Costa Rica, Laura Chinchilla como “la cortesana”, es partiendo de la acepción número 4 del diccionario de la Real Academia Española de la lengua, que taxativamente dice: 4. m. y f. “Persona que sirve obsequiosamente a un superior.” De ninguna manera debe inferirse menosprecio alguno a su condición de mujer o algun cuestionamiento a su moral intima, sino a su papel de subalterna del presidente norteamericano.
Aunque los temas de narcotráfico, seguridad, comercio y cooperación entre el coloso del norte y las débiles economías centroamericanas parecieron ser los temas centrales de la agenda, a juzgar por lo que nos dice la historia, la verdadera agenda oculta era Venezuela.
Si la cumbre presidencial de hace 50 años, en 1963 con el presidente Kennedy era sobre como contener la “expansión” de la revolución Cubana, la cumbre actual con el presidente Obama parece tener el objetivo no admitido de cómo contener a la Revolución Bolivariana.
Recordemos que el dia anterior a su llegada a San José, Obama se reunió con el presidente Enrique Peña Nieto de México. Uno de los temas principales a considerar con el presidente mexicano por parte de Obama era lograr que México permita a transnacionales estadounidenses explotar gas natural descubierto en el sur de México. En Costa Rica, Obama ha insistido en el desarrollo de energía limpia. Pareciera que la meta es descartar a largo plazo el petróleo venezolano y sacar de circulación la incómoda realidad del Chavismo en la región centroameriana.
El espectáculo de la cumbre se convirtió mas en un evento social del “jet set” político al más alto nivel que en un esfuerzo serio por enfrentar los graves problemas que históricamente han flagelado a los pueblos centroamericanos. Quizás consciente que se trataba de una “Crónica de una muerte anunciada”, el mismo gobierno costarricense se adelantó a aclarar que se trataba simplemente de “una conversación abierta” en donde cada presidente tendría solo 10 minutos para hablar.
Pero así como el presidente Kennedy no logró impedir el triunfo de revoluciones afines a la cubana como lo fue el triunfo de la Revolución Sandinista muy a pesar de su Alianza para el Progreso y su cumbre de San José en 1963, cuando Estados Unidos atravesaba su período dorado en términos económicos, es muy improbable que el presidente Obama logre detener el avance de la Revolución Bolivariana, cuando el actual inquilino de la Casa Blanca, a diferencia de Kennedy, vino con las manos vacías.
Una cortesana que no goza del consenso ni siquiera de la clase dominante de su propio país, como lo es Laura Chinchilla, que se encuentra por el suelo en las encuestas de aceptación en Costa Rica, no será capaz de detener la espada de Bolivar que se pasea por América Latina, por mas cumbres sin firmas de acuerdos que celebre, aun con el apoyo del hombre más poderoso del planeta. - Carlos Escorcia Polanco es analista político nicaragüense, residente en Los Angeles, California
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