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domingo, 14 de abril de 2013

El escritor nicaragüense Sergio Ramírez confunde justicia y caridad para ensuciar la figura de Hugo Chávez

Objetivo: Falsimedia
Sábado, 13 de Abril de 2013

Basado en un texto de Iroel Sánchez - Blog “La pupila insomne”
Texto adaptado

El arrepentido Sergio Ramírez confunde justicia y caridad para ensuciar la figura de Hugo Chávez

Carga Policial 25S MadridCubainformación TV - Basado en un texto de Iroel Sánchez - Blog “La pupila insomne” (Cuba).- En 1998, Hugo Chávez se proclamaba presidente por vez primera y Sergio Ramírez, exguerrillero sandinista arrepentido, fichaba por el Grupo Prisa como el nuevo novelista latinoamericano de éxito.
Era el momento de auge del discurso neoliberal en América Latina y del abandono de la izquierda de no pocos intelectuales del continente.

En los quince años transcurridos, mucho ha cambiado el panorama político continental, en buena medida gracias a Hugo Chávez. Pero los exizquierdistas, los arrepentidos que apostaron al capitalismo, siguen sin enterarse de nada.

El nicaragüense Sergio Ramírez, en un artículo -¡cómo no!- publicado por el diario del Grupo Prisa “El País”, volvía a colgar la etiqueta de “caudillo” a Chávez, y comparaba su figura con la de Eva Perón, “generosa –según sus palabras- para colmar de regalos a manos llenas a los más pobres a costa de las arcas del Estado”.

Sergio Ramírez es uno de los que prefiere –intencionadamente- embarrar el concepto de justicia con el de caridad. Chávez y la Revolución bolivariana apostaron por la primera, garantizándola con derechos, leyes y programas sociales conquistados: algo muy diferente a las supuestas “dádivas”. El reverendo cubano Raúl Suárez recuerda que “La sociedad socialista nos ha enseñado a dar por justicia lo que antes dábamos por caridad”.

Por cierto, las “arcas del Estado” que menciona Ramírez eran regaladas en Venezuela, efectivamente, pero antes de Chávez, y a una minoría corrupta ligada al bipartidismo, que llevó al país petrolero a más de un 60% de pobreza.

Chávez y la Revolución bolivariana seguirán vivos, y será por hacer justicia, no por repartir caridad. A pesar de lo que digan los arrepentidos de la izquierda, reconvertidos en propagandistas del mercado que les hizo millonarios. Como Vargas Llosa, Joaquín Villalobos o Sergio Ramírez.
Por cierto, este último motivó un brillante artículo de Pascual Serrano, titulado así: “¿Es usted un guerrillero latinoamericano convertido al neoliberalismo? En el diario El País hay un sitio para usted”.





Texto original 

Hugo Chávez entre @SergioRamirezM y @WilliamOpina
Iroel Sánchez - Blog “La pupila insomne” (Cuba).- En 1998, Hugo Chávez inauguraba su mandato como presidente y Sergio Ramírez era el exitoso escritor que recorría las capitales latinoamericanas, reinaugurando de mano del grupo PRISA el premio Alfaguara de novela que había obtenido de manera compartida con el cubano Eliseo Alberto.

Se hablaba mucho de política y poco de literatura. O, mejor dicho, de cierta política. Era el momento de auge del discurso neoliberal en Latinoamérica y del abandono acelerado por no pocos intelectuales de izquierda de sus antiguos ideales.

En los quince años transcurridos mucho ha cambiado América Latina, en buena medida gracias a Chávez. Por ello, tal vez el líder bolivariano sea un día protagonista de una de las novelas de Ramírez, pero al menos ya lo ha sido varias veces de los artículos de prensa del escritor nicaraguense. En el más reciente de ellos, el novelista insiste en comparar al líder bolivariano con Eva Perón, “generosa para colmar de regalos a manos llenas a los más pobres a costas de las arcas del Estado que entonces parecían inagotables y arrancada igualmente del mundo de los vivos por un cáncer traicionero” afirma quien fuera luchador antisomocista.
En un análisis extemporáneo, que parte de un presunto embalsamamiento del cádaver de Chávez que ya no se realizará, Ramírez dice que “al caudillo muerto se le recuerda como uno recordaría a su propio padre, bondadoso, dispuesto a extender la mano para colmar de dones a sus partidarios y, al mismo tiempo, decidido a castigar a los díscolos enviándolos a las llamas del infierno”. “A nadie se parece más el comandante Chávez que a Eva Perón”, añade el ex vicepresidente de Nicaragua,  y  simplifica así el profundo proceso de transformación social operado en Venezuela. Antes había escrito:  ”sin duda seguirá vivo por muchos años el chavismo, mientras haya quien recuerde quién le regaló su primera bicicleta, o su vestido de primera comunión”.
¿Ignora Sergio Ramírez la diferencia entre justicia y caridad? ¿No conoce que el derecho conquistado y proclamado en leyes y constitución es muy diferente a la dádiva? Quizás pueda entenderlo leyendo lo que el reverendo Raúl Suárez considera el mejor documento de la Iglesia Católica en Cuba en  los años de la Revolución, derivado del Encuentro Eclesial Cubano, donde esta reconoció que “La sociedad socialista nos ha enseñado a dar por justicia lo que antes dábamos por caridad”. Más allá de despertar el fervor popular, no es tan difícil comprender entonces en qué son diferentes Chávez y Eva Perón y que en Venezuela las “arcas del Estado” regalaban -antes de la Revolución bolivariana- a un bipartidismo corrupto que había sumido al país petrolero en un 60% de pobreza.

Ramírez habla del “mito” Chávez y lo atribuye a “que el mito arraiga mucho mejor en las sociedades en que persiste un profundo sustrato rural, y es allí, en ese sustrato, donde también crece con renovado verdor la figura del caudillo”, haciendo analogías, además de con Evita, con el médico venezolano José Gregorio Hernández y el culto a María Lionza.

Otro escritor, el colombiano William Ospina, afirmó antes que Sergio Ramírez pero con un sentido más amplio -que incluye luchadores revolucionarios, escritores y artistas- la entrada del Comandante Chávez en la mitología latinoamericana:

“Y tal vez nos será dado asistir al paso de Chávez de la historia a la mitología, a la novelesca mitología latinoamericana, de la que forman parte por igual María Lionza y José Gregorio Hernández, Rubén Darío y José Martí, Carlos Gardel y Eva Perón, Martín Fierro y Jorge Eliécer Gaitán, Simón Bolívar y Túpac Amaru, Frida Kahlo y Pablo Neruda, Eloy Alfaro y Salvador Allende, el Che Guevara y Emiliano Zapata, Vargas Vila y Jorge Luis Borges, Benito Juárez y Morazán, Pedro Páramo y Aureliano Buendía.
“Una mitología de la que hoy tal vez sólo tenemos vivos a Fidel Castro y a Gabriel García Márquez”
La llegada de Chávez a esa lista, Ospina la atribuye a que intentó: “abrir camino a un poco de justicia en un continente escandalosamente injusto”. Algo que una vez también quizo hacer Sergio Ramírez pero que abandonó al extremo de motivar un artículo de Pascual Serrano con el título de “¿Es usted un guerrillero latinoamericano convertido al neoliberalismo? En el diario El País hay un sitio para usted”.

La industria mediática y cultural asentada en España y Miami intenta construirle sus ídolos a los latinoamericanos pero los pueblos son sabios. Como ha dicho William Ospina, “Chávez entrará en la mitología de los altares callejeros”, un lugar donde no manda el grupo PRISA, sino el corazón de los latinoamericanos. Y “seguirá vivo por muchos años el chavismo” pero lo hará por hacer justicia, no por dar dádivas. (Publicado en CubAhora)


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