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jueves, 31 de julio de 2014

EE.UU. reabastece a Israel con munición pese a condenar el bombardeo del colegio en Gaza


Poco después de que la Casa Blanca condenara el bombardeo de una escuela en Gaza operada por la ONU, el Pentágono confirma que suministrará a los militares israelíes nueva munición para su campaña en Gaza.

El Ejército de EE.UU. satisfará una petición de Israel de ayuda en su campaña contra los militantes de Hamás que residen en la ciudad de Gaza, reporta 'The Guardian'.

"EE.UU. está comprometido con la seguridad de Israel, y es vital para los intereses nacionales de EE.UU. ayudar a Israel a desarrollar y mantener una capacidad de autodefensa fuerte y disponible", declaró Rear Admiral Kirby, portavoz del Departamento de Defensa. "Esta venta de defensa es coherente con estos objetivos", explica.

El Ejército israelí pidió la munición adicional el 20 de julio, y el Departamento de Defensa de EE.UU. aprobó la venta 3 días más tarde, comentó Kirby. Según el medio, los funcionarios del Pentágono han confirmado que cumplirán con la petición de Israel para varios tipos de municiones, incluidas granadas de mortero de 120 mm y municiones de 40 mm para lanzagranadas. Dos de las municiones solicitadas proceden de un arsenal secreto que EE.UU. mantiene en Israel para emergencias.

La provisión de municiones podría resultar polémica para Washington, que ha expresado su preocupación por las muertes de civiles palestinos, pero por ahora mantiene el apoyo a su aliado israelí.

Así, poco antes de esta noticia la Casa Blanca condenaba oficialmente un ataque del Ejército israelí que se produjo este mismo miércoles contra una escuela de la Agencia de la ONU para los Refugiados de Palestina en Oriente Próximo (UNRWA) en el campo de refugiados en Jabaliya, en Gaza. Según los funcionarios de Gaza, el bombardeo mató al menos a 19 personas e hirió a 90 más.

actualidad.rt.

miércoles, 30 de julio de 2014

Palabras de Presidente NICARAGUA en el III Congreso del Partido Socialista Unida de Venezuela.

El Presidente Daniel Ortega arribó a Venezuela para participar junto a otros mandatarios de la región en el 60 aniv. del natalicio del Comandante Hugo Chávez Frías.

El acto se efectúo en el marco del Congreso del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV).

III Congreso del Partido Socialista Unida de Venezuela. 
PALABRAS DEL COMANDANTE PRESIDENTE DANIEL ORTEGA en el homenaje al Comandante Eterno Hugo Chávez, en Caracas el 28 de julio de 2014

Desde Nicaragua hemos estado siguiendo los Debates del Congreso, escuchando Intervenciones que vienen a enriquecer culturalmente, políticamente, ideológicamente, no sólo al pueblo venezolano, sino que también a la Revolución Latinoamericana.

Y escucharlos a ustedes es ¡escuchar a Chávez! (…) ¡Cuánta Historia reunida en todos y cada uno de los hermanos que representan delegaciones, no solamente de Nuestramérica, sino que también de Asia, basta mencionar a Vietnam… ¡el mil veces Heroico Pueblo de Vietnam! Y ya no digamos ese punto de resistencia, que nos ha permitido avanzar a tod@s a pesar de los golpes recibidos, ese punto de Resistencia que ha sido.

 decisivo para los saltos que ha venido dando Nuestramérica... ¡La Revolución Cubana! Fidel, líder indiscutible de esa gloriosa Revolución Cubana. Fidel practicando la solidaridad en los momentos más duros de la historia... Practicando la solidaridad revolucionaria con los pueblos de América Latina y el Caribe, y practicando la solidaridad con los pueblos del mundo. Y con el África oprimida, Cuba ahí librando la batalla por la libertad de los pueblos africanos, en contra de los opresores. Por eso es que no fue casual que un hijo de Bolívar que venía haciendo camino al andar fuese invitado a visitar Cuba, allá en el año 1994. Quién se podía imaginar, y hablo aquí, de corazón hablo, para nuestros hermanos que se identifican con los principios revolucionarios, que se identifican con las diferentes formas de la práctica revolucionaria, porque no existe un molde. El Marxismo no es más que una guía para la acción, y me pregunto: ¿cuántos hermanos revolucionarios latinoamericanos en el año 1994, llegaban siquiera a reconocer en Hugo Chávez a un revolucionario? Fidel, como el gran maestro tuvo la visión. Mientras en otros Foros se le apartaba, se le trataba con desconfianza, se le cuestionaba su carácter y su naturaleza revolucionaria, Fidel no lo dudó y lo invitó a Cuba en el año 1994.

Y Fidel me mandó a llamar (…), que fuese a un acto donde iba a estar Hugo Chávez en la Plaza Bolívar, allá en La Habana Vieja. Fui, nos sentamos, Fidel, yo, Hugo; tomó la palabra el Historiador de la Ciudad, presentó a Hugo Rafael Chávez Frías; tomó la palabra Hugo Rafael Chávez Frías, y ahí mismo yo sentí una sacudida... Estaba frente a un Revolucionario, ¡a un auténtico Revolucionario! Luego, Fidel nos trajo en su vehículo, los dos veníamos conversando; e iba a realizarse el Foro de Sao Paulo en El Salvador, y recuerdo que le insistí mucho a Hugo... ¡Vayan al Foro! le decía, ¡vayan al Foro!, es importante que los conozcan, y que te escuchen hablar. Porque con sus palabras él sacaba todo lo que llevaba adentro, lo que llevaba en su corazón, lo que llevaba en su alma (…), para transformar, para luchar, para liberar, lo sacaba con sus palabras. Le dije: Andá allá al Foro, y hablales.

Y allá en el Foro… yo no sé Leonel; Leonel le digo a Salvador, el Comandante Guerrillero de El Salvador... Leonel, su nombre de combate. Estaba allí Schafik dando la pelea para que le dieran la palabra, porque muchos hermanos revolucionarios (…), sencillamente no querían darle la palabra, y no sé si al final logró Schafik haciendo algunos movimientos tácticos, logró que Chávez hablara. Pero frente al escepticismo de muchos, y era la Izquierda Latinoamericana allí reunida. Digo esto, Herman@s, porque aquí en Venezuela se está viviendo un proceso profundamente revolucionario; pero desgraciadamente todavía salen, saltan quienes quieren desconocer, no solamente porque esté Nicolás, lo hacían cuando estaba Chávez, también querían desconocer que aquí había una Revolución, y esa Revolución la había decidido el Pueblo, ¡conducido por el Comandante Hugo Rafael Chávez Frías!

¿Y cómo cuidar una Revolución? Las derechas, nuestros adversarios, los imperialistas, capitalistas, ellos se entienden fácilmente aún cuando de repente se insulten, se agredan públicamente, por debajo se entienden. Y si cuesta que se entiendan entonces vienen los emisarios del Imperio, o los llaman allá a los Estados Unidos y los reúnen, y les dicen: Ustedes tienen que unirse.

Y, yo creo que es importante que tod@s l@s Herman@s que todavía no se suman a la unidad, dentro del PSUV o en el Polo Patriótico, y que siguen disparando desde afuera como francotiradores, haciéndole un daño enorme a la lucha que se está librando en esta Patria; que se puedan dar cuenta de que, si son verdaderamente revolucionari@s, que entiendan que tiene que darse la unidad, y no la imposición de quien se cree con la verdad absoluta, de quien piensa que tiene la fórmula mágica. ¡Aquí nadie tiene la fórmula mágica; es el Pueblo el que va encontrando las respuestas a los problemas! Es el pueblo el que tiene la sabiduría para provocar los cambios, las transformaciones que demandan procesos revolucionarios como este.

Y quiero decirles, querid@s Herman@s, que allá en Nicaragua conocemos bastante bien al imperialismo, nos hemos enfrentado a los yanquis desde el siglo antepasado. Desde los años 1840, 1850, ya Nicaragua era agredida militarmente por los expansionistas yanquis. Ya en 1912 las tropas de ocupación yanqui invadían nuestro territorio. Pero nuestro pueblo no se quedaba de brazos cruzados. ¡Combatía! Y Héroes como el General Benjamín Zeledón caían combatiendo contra las tropas yanquis, defendiendo el Honor de la Patria. Intervenciones yanquis que mantuvieron una ocupación prácticamente ininterrumpida hasta el año 1934, hasta que Sandino los enfrentó, resistió, logró resistir, logró derrotar la intervención: Primera intervención yanqui que en Nuestramérica se tuvo que retirar sin poder lograr su objetivo que era acabar con Sandino y con el Ejército Defensor de la Soberanía Nacional. ¡No pudieron! Y es que Sandino, decía y lo practicaba: “Solo los obreros y los campesinos, los trabajadores, irán hasta el fin”. Son los que no flaquean... ¡Los pobres no flaquean! ¡Los trabajadores no flaquean, ni se rinden, ni se venden, jamás!

Yo les quiero decir querid@s herman@s del PSUV, en ustedes está Chávez, en todos nosotros está Chávez. Aquí está Chávez, pero para que ese grito se traduzca en más organización, en más servicio al pueblo, en más potencia, es necesario fortalecer la unidad. Y que los que están disparando desde afuera vengan a sumarse, que dejen de disparar desde afuera, porque se convierten a fin de cuentas, en cómplices del Imperio, en cómplices de los que quieren asesinar este Proceso Revolucionario.

Y conocemos muy bien todas las artimañas del Imperio, les decía, nos ha tocado vivir un proceso histórico complejo: Triunfo de la Revolución armada, luego los yanquis, el propio Presidente Bush se encargó de buscar la unidad de todas las fuerzas de oposición para las Elecciones de 1990, y les dijo: “Si gana el Frente continúa la guerra”, chantajeando al Pueblo. Y tuvimos que librar una Batalla durante 17 años, enfrentando todos los días y en cada elección la conspiración de los yanquis y de algunos países europeos también… Finalmente logramos salir adelante. ¿Qué nos permitió salir adelante, a pesar de los francotiradores que aparecieron después de 1990? La unidad del Partido, la unidad del Frente Sandinista; el vínculo directo con el pueblo. El Pueblo encarnándose con el Frente Sandinista. Eso es lo que ustedes han venido haciendo: el PSUV encarnándose con el Pueblo. Esa es la Tarea que Chávez les dejó.

Y les quiero decir, querid@s herman@s, que este proceso revolucionario tiene la enorme responsabilidad con la nación venezolana en primer lugar, es lógico, pero también tiene una enorme responsabilidad con los pueblos de Nuestramérica, con los pueblos del mundo, porque hoy, como Cuba ayer, hoy Venezuela es la punta de lanza de la lucha de los pueblos en el mundo, ¡en el Mundo! Y, Bolívar, Bolívar les dio a Chávez y nos dio a Chávez. Y Chávez les dio a Nicolás y nos dio a Nicolás; por lo tanto, no puede haber dudas, no puede haber traspiés, aquí hay un liderazgo claramente definido por ustedes, por Chávez, por el Pueblo, que lo reconocemos los revolucionarios latinoamericanos y caribeños. Y estamos seguros, que a pesar de que los retos y desafíos son inmensos, las batallas son permanentes, hay que estar defendiendo la Revolución cada segundo, hay que estar defendiendo la Revolución cada minuto; hay que estar fortaleciendo la conciencia cada minuto, cada segundo; hay que estar haciendo de la práctica solidaria un modo de vida permanente en tod@s nosotr@s, y es ahí donde está la enorme fuerza moral que les heredó Chávez a ustedes, y que nos heredó Chávez a tod@s en este planeta.

Querid@s Compañer@s, quiero saludar al hermano revolucionario que se inició con Chávez y ya querían llevárselo a sus prisiones allá en el Norte de los Estados Unidos... al hermano Hugo Carvajal, querido Compañero, querido Hermano. Cómo nos dolió y nos indignó el momento en que te capturaron, ¡cómo nos indignó! Pero cómo nos alegró también el momento en que te liberaron, gracias a la solidaridad de tu pueblo y al compromiso de Nicolás en esa liberación. Porque ahí está en juego el honor, la dignidad del pueblo bolivariano; ahí estaba en juego el honor y la dignidad de Chávez, ¡y no se podía traicionar a Chávez!

Sigan, querid@s herman@s, haciendo camino al andar... Felicidades para nuestro hermano Comandante-Presidente Eterno, Hugo Rafael Chávez Frías. Felicidades para el Congreso del PSUV, que estoy seguro va a salir más fortalecido. Y quiero expresarle todo nuestro cariño, todo nuestro amor, a la madre, al padre, de nuestro querido hermano Hugo Rafael. Y decirle aquí a Rosita, cada vez que te veo, cada vez que te vemos por la televisión, o que te vemos personalmente, inmediatamente vemos a Hugo Rafael, al padre de padres, que te dio tanto amor como el que le dio a este pueblo, y que le sigue dando amor a este Pueblo y le sigue dando amor a tu familia.

¡Que viva Hugo Chávez!
¡Sandino vive, la lucha sigue!
¡Chávez vive, la lucha Sigue!
¡Bolívar vive, la lucha Sigue!
¡Patria Libre o Morir!



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El Partido Comunista de España saluda al 35 aniversario del triunfo de la Revolución Popular Sandinista


El Partido Comunista de España saluda al Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), al Comandante Daniel Ortega y al pueblo de Nicaragua por el 35 aniversario del triunfo de la Revolución Popular Sandinista.

Aquel triunfo del 19 de julio de 1979 significó la victoria de los humildes, de los sectores populares que consiguieron derrotar a la sanguinaria dictadura de la familia Somoza, que tenía el apoyo del
Gobierno de Estados Unidos.

Tras la derrota sandinista de 1990, le siguieron 16 años de gobierno neoliberales que dejaron a la nación centroamericana en la más absoluta pobreza, volvió el analfabetismo, la riqueza nacional se privatizó en unas pocas manos al servicio de multinacionales, el resultado fue claro, un país que no tenía ni corriente eléctrica.

Con el retorno al Gobierno del FSLN se están restituyendo los derechos que el pueblo nicaragüense perdió durante gobiernos títeres el imperialismo norteamericano, se implementan proyectos sociales que están desarrollando el país y dando oportunidades a la población.

Desde el PCE queremos significar el gran aporte que han significado el General Augusto C. Sandino y del Comandante Carlos Fonseca Amador, como ejemplo de lucha para los pueblos por su plena independencia en justicia social.

lunes, 28 de julio de 2014

Revista Forbes Centroamérica dedica portada al "Milagro Nicaragüense"

El milagro Nicaragüense titula la revista norteamericana Forbes un amplio reportaje en el que destaca el crecimiento económico que experimenta el país y lo perfila como uno de los grandes protagonistas de la siguiente década.
"Las políticas impulsadas por el gobierno de Daniel Ortega continúan atrayendo aún más inversiones e interés por parte de las empresas internacionales, especialmente chinas, rusas y estadounidenses", cita Pierre Marc René, autor del artículo.
Forbes Centroamérica le dedica la portada a Nicaragua y en sus páginas interiores destaca el crecimiento en el sector de materias primas, energético, turístico y construcción, relatando el testimonio de inversiones significativas como Wallmart y la textilera Gildan.
La revista destaca que Nicaragua es ahora un destino interesante para los negocios a causa del consenso logrado entre el gobierno y sector privado, sumado a la reactivación del sector exportador, el sistema tributario y un amplio progreso social.
"Otro tema que está llamando la atención a nivel internacional es el proyecto de construcción del Canal de Nicaragua, una iniciativa que el gobierno del presidente Daniel Ortega busca desarrollar, a fin de competir con Panamá y ofrecer una alternativa al transporte de mercancías", señala el autor.

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domingo, 27 de julio de 2014

La genética de Dios: ideología neolítica campesina en el Levante mediterráneo e ideación del monoteísmo. Por Tamer Sarkis

Contra el tópico de propaganda instalado en la cultura sedicente "occidental", lo cierto es que el monoteísmo no se inicia ni muchísimo menos con los grupos humanos hebreos, cuyo yahvitismo primigenio derivado de la Unidad (El, IL) contradictoria entre Yahvé (lluvia), o JHV en el registro escrito moabita consonántico, y Moloch (deidad cananea pre-existente: descomposición, sequedad) fue un rostro más de otros varios. Pues bajo diversos rostros había llegado a manifestarse con el tiempo la ancestral ideología/creencia agrícola relativa a la dualidad unitaria (Il, Ili, El, Uel, Ueli, Elu, En, An, Anu, Enlel, Enlil, Elah, Il.lah, Al-Aaali, Al-Il.lah...) entre Hadad (Principio de vida) y Mot (Principio de muerte).
Esta ideología teológica, que hubo surgido en el mundo agrario como reflejo del cambio productivo neolítico, fue, en su albor, sirio-levantina (Orontes, Barada, Jordán), luego mesopotámica y en fin peninsular extensa.
Esbozándola con suma brevedad, podemos decir que las comunidades agrícolas del Creciente Fértil neolítico (o Media Luna fértil), pensaron Dios como el agente causante de vida; como materializador y afirmador de las condiciones físicas-elementales permisivas para la vida, y de ella misma. Quienes han tomado contacto investigador con esta cosmología a través de sus huellas materiales y escritas, respiran en ella un elemento ideológico de Agencia (Dios productor) y a la vez un elemento de Inmanencia (identidad de Dios “en” la producción).
En otras palabras, la vida -como conjunto de lo vivo y como las propias fuentes engendradoras de lo vivo-, deriva del Agente. Y sin embargo “reside” ya contenida en el Agente, quien creando manifestaciones (sol, calor, vendavales...) en el fondo está dándose forma a sí mismo.
Esto significa que, en esta idea, la sustancia existente EN la entidad creadora ES la sustancia de la creación, de lo creado. De modo que no se incurría en la separación metafísica (tan familiar para nosotros) entre Cosa y Apariencia fenoménica, haciéndose, por el contrario, percepción (sensible) directa de Dios-sol, Dios-oscuridad, Dios-helada, etc. Se comprenderá que este “polimorfismo” no tiene absolutamente nada que ver con politeísmo.
Pero resulta que Hadad, la vida, en demasía, mata. El sol, fuente de vida, le es indispensable a las cosechas. Pero éste, en su exceso, seca la tierra. Lo mismo el agua, cuyo exceso inunda, ahoga los campos, arranca torrencialmente las raíces y se lleva por delante siembras enteras. La tierra que “bebe” agua en demasía y la contiene, apenas si da especies cultivables, pues pudre la planta y hasta la semilla.
El literal -material- desbordamiento de vida, en su destructor rebosar, fue visto por el campesino irrigador neolítico como el reflejo, o la manifestación, la aparición (phenomenon), de una des-proporción de fuerzas afirmativas. Es decir, fue percibido como el reflejo de otro desbordamiento, supra-físico éste, habiéndose por lo demás hallado alusiones escritas a esta “hipertrofia” vital (el Hadad puede ser terrible, aniquilatorio, escribían los sumerios. Puede ser sol, puede ser trueno).
De ello se deducía, que El, Il, Elah, En, Anu... (“aquello que es altura”, “que actúa desde lo alto”, “que tiene superioridad”, “elevación”, “supremacía”..., donde la acepción “posicional o ubicativa” de entrada, se proyecta hacia una acepción de “Potencia”, de “Grandeza”...) comprendía -y él mismo era- sus corrientes “contra-vitales” de limitación (vitales al fin y al cabo, pues actúan como balanza para triunfo consecuente de la vida).
Es decir: se deducía que el Principio Celeste de causación debía de contenerlo todo -debía de ser todo-, tanto los elementos expansivos como una esfera de contención, de regulación, de desgaste, contraria a la fuerza expansiva: sequía, agotamiento, fenecimiento, consumición.
No se piense, por otra parte, que esta “unidad de contrarios” se componía de polos en paz y reposada armonía. La armonía era, por contra, el resultado de un guerrear incesante que, eso sí, jamás culminaba en victoria y derrota absolutas. El más fuerte, el victorioso en líneas generales entre los litigantes, era por supuesto el Hadad, que domina sobre Mot, y esta jerarquía “normal” permite la continuidad de la vida y de los ciclos. Por ejemplo, en la “versión” cananea, Baal está siempre batallando contra Mot, y somete a la muerte. Y, sin embargo, Baal no llega nunca a imperar hasta el punto de anular la muerte (punto que habría significado el desbocamiento vital; la des-sujeción de la vida portando la muerte a su paso exultante).
Fíjese el lector en la imagen “paradójica” de que el Hadad completamente elidido de Mot y libre de ella, es decir, “ingobernado” -como en un momento dado la vida arrolladora y abrasiva que correspondiera a un sol resplandeciente y demasiado intenso durante un verano inacabable-, resulta ser Mot a fin de cuentas. Es decir: deviene su contrario.
Pero fíjese también el lector en que, en ese monoteísmo agropecuario primitivo que me ocupa, no hay lugar para la identificación, con un antagonista de Dios -síntesis del Mal y “el Enemigo” por antonomasia-, ni por parte del Hadad turbulento arruinador ni por parte de Mot. Ambas dimensiones, por muy malas, perjudiciales y sentidas que puedan ser para una comunidad, una ciudad, una región o Estados enteros, pertenecen a Dios. Son fácticamente malas, e incluso insufribles y mortales. E indisociablemente son Bien en esencia al hallarse funcionando dentro de una rueda lógica productiva-reproductiva.
No hay, pues, “Diablo” en cuya obra puedan contarse el relámpago que toca a los animales mientras beben del río o la corrosión que deja yermo un terreno. Hechos como estos últimos son vistos a la manera de “Acciones” de la vida natural, malas (para la vida humana), al mismo tiempo que la vida natural es en sí “Gracia” -condición de posibilidad- de la vida humana, que se auto-percibe dependiente de la misma. Aquí, la piedra angular para lo que puede llamarse la fermentación de una Moral, es, por tanto, la siguiente: hay “el Bien” y, en su seno, hay “lo bueno” y “lo malo”, pero no hay “el Mal”.
O al menos no lo hay en el espacio-tiempo real, presente. Si lo hubo, se le identifica con un Caos pre-vital mostrui-forme, caracterizable por su absoluta improductividad por sí mismo,y al que Dios tuvo que poner violento fin para poner inicio a la vida mediante el acto de introducir la fuerza propia capaz de productivizar la Potencia que hasta ese momento reposaba inerte y “quieta” como Cualidad del elemento substancial caótico.
Por tanto, así como “el Bien” es aquello que produce, que engendra, que revela su substancia traduciéndola y haciéndose “aparecer” a sí mismo -”el Bien” como aquello cuya Voluntad es Realidad-, entonces “el Mal” -Categoría pretérita e inexistente por derrotada a la fuerza- fue la mismidad, la ausencia de movimiento material, la radical improductividad. Ahondaré en esto más adelante.
Los griegos no harían más que heredar aquella cosmovisión por ejemplo cananea de “equilibrio conflictivo y a través del conflicto”, re-formulándola en lo que es la concepción helénica de la vida por antonomasia, esto es, la vida entendida como Tragedia. O, dicho de otra manera, entendida como Lo Irresoluble; como tensión sin Punto Final entre 1: voluntad informe de afirmación y 2: “la arquitectura” que la propia vida se da a sí misma, sirviéndole de herramienta formativa.
Esta meta-ideología sería materializada en la historia del arte griego como nacimiento de la Tragedia, variante operística y dramatúrgica que ni es drama ni es comedia. Variante que aparece consagrada a Dionisos, deidad originaria de Nicea (teos-Nisos) y que sintetiza la ebriedad de la vida arrastrando al sujeto al extremo de la puesta en suspensión del Yo y hasta la fusión de la auto-conciencia con un torrente vital que al fin deja de pertenecer a “exterioridad” (ideal y experiencia que la Antropología llama “auto-objetivación”).
Para ilustrar hasta dónde llega la imprenta de ese modo helénico de auto-conciencia, baste recordar que, en lengua griega clásica, “tragedia” y “vida” son flexiones del mismo significante, mientras que los significantes castellanos “vid” y “vino” (conocidos atributos dionisíacos) manifiestan con “vida” un parentesco conceptual y epistémico más que patente.
Volviendo al pensamiento dialéctico “espontáneo” entre semitas, esa fuerza “negativa” (Mot) de ordenamiento, es decir, de productivización de las fuerzas impidiendo su manifestación desorganizada y des-proporcionada (paradójicamente estéril), es vista en el cielo por los primigenios medio-orientales y es vista actuar sobre los campos.
Pero es una fuerza también trasplantada a la tierra como virtuosidad de procurar atención a lo bueno, bondadoso y generoso, inter-actuando socialmente con ello y dándole un “sentido” y un “corte”. No en vano, el campesino canaliza el agua hacia el cultivo, cierra su paso, la dosifica.., tapa la tierra del sol por medio de la disposición de árboles y plantas..., saca tierra sobrante de entre los sedimentos aluviales y barra con diques el caudal exuberante por las lluvias.., poda las plantas y arranca raíces..., canaliza la vida selectivamente a los tallos que deja, concentrándola así por extirpación de otros tallos..., selecciona y domestica especies silvestres y animales... Hay, así, un trasplantamiento, una comunión humana con esa fuerza, e incluso un adueñamiento incipiente de sus avatares y vaivenes, que es trasplantamiento material y, correlativamente, va siendo moral.
Más adelante, y en este mismo sentido, la Virtuosidad “en sentido puro” irá siendo encarnada por aquel “vértice” humano capaz de orquestar la movilización de ingentes Fuerzas Productivas sociales hacia la doma y la potenciación de la ecología natural. Sirvan de paradigma ilustrativo las estelas halladas de mención a emperadores, y la cadena de epítetos asignados, siempre alusivos a funciones constructivas ingenieriles, urbanísticas e hidráulicas, propias o de sus ascendentes (“El que trajo el agua”, “el que separó a los aluviones de entrar en nuestros pueblos”, “el que puso a los animales a salvo”, etc.). Varios milenios después, los Grandes Hombres (al menos en términos etnológicos) tribales de las “asiira” beduinas peninsulares gustarían auto-presentarse con enunciados como “Yo soy un río para mi pueblo”.
Al respecto, acotar que la palabra troncal semita (luego lingüística árabe) para “cultura”, y extensivamente para “civilización”, “civilización urbana”, “orden urbano”..., es “hadara”. Milenios después, en su obra medieval sociológica Al-Muqqadima, el gran Ibn Jaldún, filósofo social tunecino, distingue entre el umran badawi, u “orden rural” y el umran hadari, u “orden urbano”.
Esta voz “hadara” deriva de “hadar” (“lo urbano”, “relativo a lo urbano”). Y “hadar” deriva, a su vez, de “Hadad”. Pues la agricultura y el dominio sobre “condiciones de germinación y de fertilidad” que la acompaña a ésta, irán traduciéndose en división del trabajo social, en cooperación organizada, en especialización de oficio, en la invención y aplicación de nuevas Fuerzas Productivas, en desarrollo de conocimientos, en el desarrollo y extensificación del intercambio mercantil, en separación de habitats y relación productiva-económica campo-ciudad, en especialización administrativa y de planificación de obras, en contabilidad y nacimiento de la escritura, en desarrollo del imaginario religioso, de sus representaciones y materializaciones..., etc.
La agricultura porta, pues, cultura en un sentido fuerte. Y así se refleja en la forma de nombrar que profesaban los semitas ancestrales, donde, la “substancia” manifestada en agricultura, se manifiesta en cultura y en civilización (estructura material compleja en que se articula la existencia y discurre la Reproducción Social).
Hadara era, así pues, el Hadad concretándose como formas, instituciones y relaciones de vida social (principalmente contextualizadas en hadar, “asentamiento urbano”), y concretándose también como riqueza (socialidad) de representaciones y producciones ideológicas.
Paralelamente”, de Ur relataba la mitología sumeria que era la ciudad terrenal más antigua. Pero es que el vocablo sumerio (y luego acadio) “Ur”, que significa ni más ni menos “ciudad” (el concepto en tanto que tal), remonta su carga significativa a “agua”, recibiendo esta connotación a partir del tronco matricial indo-europeo (recordemos que el sumerio no es un idioma semita), cuya huella se ve impresa por ejemplo en “Urales” (altas cumbres, luego cimas nevadas, llenas de agua) y en “uro” (uno de los primeros animales objeto de domesticación, cuyas manadas todavía salvajes se habían ido concentrando junto a las grandes riberas ricas en pasturas).
Parece, entonces, que esa episteme sumeria ve el agua en el fondo de la complejización social y de la reseñada “Hadara” (cultura, civilización, vida urbana...), y en consonancia nombra y pronuncia, probablemente partiendo desde una asociación categórica puramente material (el agua es la condición permisiva y a la vez el sentido objetivo para la emergencia -para la producción- del espacio físico de “Hadara”).
Engárcese esta episteme sumeria con el caso cananeo: para los cananeos, el agua era la Physis (el Principio de determinación que se auto-determina concretándose como Todo y al mismo tiempo en cada cosa). Hay Registro escrito tardío de esta cosmovisión en la premisa filosófica: “Al principio, era el caos acuoso”. Este pueblo semita llamaba “EA” a este acuífero principio fluido -y a la vez estático en su mismidad- con capacidad de auto-conformación y de un modo u otro omnipresente. Así pues: caótico “torrente primigenio de agua” (textualmente en los registros cananeos), que en sí mismo puede fundar vida, pero, sin embargo, NO por sí mismo. Para ello se precisó que Dios diera muerte a la serpiente marina (sea Kur el dragón muerto por Enki, o Tiamat, o Leviatán, en la cosmo-génesis respectivamente sumeria, acadio-sumeria -y luego babilonia- o cananea), poniendo así violento fin a dicho estado de mismidad acuífera.
Tales, el cananeo, difundiría esa noción de “EA” entre los griegos, y con posterioridad sabemos que florece la filosofía pre-socrática, vertebrada en torno a una noción de Physis cuyo ser irá visualizándose en “el proceso” (Heráclito), “el agua”, “el fuego”, “el aire”, “el átomo” (Demócrito), “la permanencia” (Parménides), entre otras Categorías auto-determinantes pensadas por esos filósofos llamados “físicos”. Haciendo un inciso, diré que es bien curioso que la voz francesa “eau” se aleje de la voz latina “aqua” y sin embargo nos recuerde tanto al EA de los cananeos.
Por su parte, el judaísmo testamentario incorporará, milenios después, la figura de Leviatán junto a tantos elementos mitológicos babilonios (o sumerios e interiorizados luego por los babilonios), describiendo en el Génesis cómo Jehová da muerte a Leviatán. El judeocristianismo primitivo, en fin, desarrollará el regreso apocalíptico de Leviatán (“la bestia del agua”, Apocalipsis de San Juan), y su enfrentamiento con “la bestia de la tierra”, o Behemoth.
Mientras, los neo-babilonios de la época de la Torah rememorarán la tradición cosmológica babilonia relatando la mezcolanza primigenia de agua y de oscuridad, de la que van formándose constantemente extravagantes criaturas regentadas por una gigantesca mujer llamada “Mar”. Dios cercena a Mar por la mitad, desprendiendo así la materia con que formar cielo y tierra de cada hemisferio, y procediendo después con la génesis de animales, ser humano, sol, luna, estrellas, planetas.
Es patente la analogía con el mito asirio-babilonio (¿otra vez el nexo amorrita?) de Lilith (o Lilitu) como ser primigenio manifestación de Ishtar, a quien Dios parte con su espada dando lugar a hombre y mujer.
Lilith es re-figurada en las tradiciones rabínicas del Génesis como mujer a quien Jehová destierra del Edén (ed En, “alegría de Dios”) por rebelde y por mostrar actitud dominante en las relaciones con Adán, separación que Jehová enmienda creando a Eva a partir de Adán (Ad-daam, “la sangre”, “el rojo”, en alusión a la rojiza arcilla de la que él fue moldeado).
Por último, el judeocristianismo demoniza a la desterrada Lilith (así como por ejemplo Ishtar-Ashtaroth “deviene”, por inversión valorativa y Moral judeocristiana, el diablo Astaroth). En el cristianismo medieval Lilith toma forma como diablesa de la lujuria.
Y, paralelamente a toda esa Cosmología -que afecta a los grandes cuerpos y fenómenos celestes, a la substancia de estos y a las primarias fecundaciones naturales terrestres que ellos prodigan, como cauces y caudales, tierra, fronda, raíces, vida animal salvaje, fertilidad concebida como Potencia o Virtualidad de crecimiento, etc.-, Cosmología ésta sobre cuyo corpus el judaísmo iría desarrollando a posteriori su narrativa del Génesis y de sus seis días más el sabaat, la episteme remota medio-oriental desarrolla (no debe confundirse) una “historia de los orígenes”.
Ella versa del regalo divino de instrumentos, Fuerzas Productivas, saberes, formas de gregarismo y de cooperación, construcciones, domesticación y crianza, y reunión y uso de animales en relación a usos de la naturaleza, etc. Al girar el desarrollo material -y con él la historia social- alrededor del agua y de la actividad por domeñarla, los habitantes del Creciente Fértil alojan mentalmente en el terreno de lo sagrado, a inventos, descubrimientos, relaciones sociales y modos de concentración gregaria y vinculación.
La antigüedad helénica, igual que hiciera con tantísimas otras dimensiones culturales de la llamada “Siria natural” (hasta el alfabeto griego deriva del cananeo-ugarítico), reprodujo la dialéctica Hadad-Mot bajo la forma de tensión entre Dionisos (la ceguedad afirmativa de vida en una inmediatez arrolladora que des-subjetiva al viviente hasta su propia auto-pérdida) y Apolo (la afirmación consciente y proporcional de ese mismo caudal de vida creadora, para hacerlo resplandecer); relación entre dimensiones mundanas -sacralizadas como atributos de uno y otro Dios- que la genialidad de Nietzsche supo después rescatar y desarrollar.
Apuntar, por cierto, que, entre la “deuda” que los helenos mantuvieron con “la Siria natural”, puede contarse nada menos que, para empezar, su modo de auto-nominación, pues las Hélades (Helas) aluden a EL (allá donde viven los helenos; los helenos, esto es, aquellos que viven bajo El), representado como Zeus (Theos, es decir, Dios en voz griega clásica).
Más tarde, lo divino -lo bueno por antonomasia-, de que las gentes helenas participan al menos en su forma de auto-conciencia, empieza a ser co-designado, por los hablantes de griego, a componentes fenoménicos de los propios griegos. Pasa así a denotar “palidez”, claridad. Paralelamente, los griegos con-funden lo divino, lo bueno, con su condición (o al menos su percepción) sociológico-territorial, y de ahí que Helas y heleno pase a connotar “señorío”, “poseedor”, “que posee”, “que domina”, “soberano”.
Esta desembocadura de significado volvió curiosamente co-permeables entre los antiguos griegos a la forma “helas” con la raíz indo-europea pre-griega “ar” (“señor”, “dueño de”), hallándose huellas de esta co-identidad de significantes por ejemplo atendiendo a los nombres “Helena” e “Irene”, que son, en realidad, uno mismo (“Blanca” y “dueña, poseedora” o, indistintamente en ambos, “Griega”). Esa raíz “ar” se presenta en el griego clásico (lengua de tronco indo-europeo), integrando conceptos como “Ares” (dios griego de la guerra, el romano “Marte”) o “Aristoi” (“el que tiene realidad”, “el real, verdadero”, “sincero, claro”, “honesto, noble”, “señor de sí”).

sábado, 26 de julio de 2014

viernes, 25 de julio de 2014

Transfiguración hebrea del monoteísmo pre-existente y deformación supremacista testamentaria. Por Tamer Sarkis

El Yahvé de los hebreos, en tanto que “hemisferio” fértil de El, Il... (voz con que el campesino neolítico del Levante Mediterráneo designó “Aquello que posee Elevación”; aún hoy en el árabe moderno “aali” se refiere a “alto, elevado”), equivale por ejemplo al (muy anterior) Enki sumerio y a su relación respecto de En o An (Dios). Enki era Dios en su lado generativo vital, siendo contracción fonética de, literalmente, “Maestro del Agua” en un sentido sintético dual de dueño y señor, dominador, del agua, tanto como de maestro en sabiduría y capacidad -que rige el agua, que la domina. Percátese uno aquí del solapamiento conceptual de “agua” y de “vida” en el mismo significante Ki.
Debo aclarar, respecto de la semántica de En, que la L levantina pasa a ser N en la fonología sumeria ya “semitizada” por la adopción del acadio como lengua “usual de expresión” entre gentes del pueblo, mientras el sumerio quedaba como lengua culta-escrita y empleada para la transmisión educativa, a la vez que como lengua burocrática, académica, escolar y para los volúmenes de las bibliotecas. De modo que “AN/ANU” sumerio y “EN” sumerio-acadio es “EL” amorrita-levantino. Volviendo a Enki, re-aparece luego en Egipto (Ankh, “vida”).
También re-aparece entre asirios (Shaamash, “sol”), correspondiéndose semánticamente a Hadad-Enki, y a partir de cierto momento designando una cualidad sobresaliente y esplendorosa del Hadad (Dios en su hemisferio de fertilidad y generatriz o productor). Así: el nombre de uno de los Emperadores asirios, el amorrita Shamsii Hadad (“Vida soleada” o “Vida resplandeciente, luminosa”).
Es probable que en relación a este devenir del término Hadad en sinonimia con el término asirio “propio” Shaamash, no sea razón ajena la “inyección” e irradiación paulatina entre los asirios de la variante lingüística caldea desprendida del arameo. Esta variante diatópica se había preservado en el antiguo reino arameo de Caldea y había “subsistido” al dominio imperial asirio, siendo así que, cuando la lengua aramea se vuelve hegemónica en buena parte del Creciente Fértil como reflejo de la preponderancia comercial de los arameos y de sus ciudades-Estado, llega un momento en que hasta el imperio asirio la hace su lengua (el caldeo en concreto) comercial, estatal, diplomática y teológica. Y de ahí la confusión que subyace a algunos arqueólogos e historiadores cuando atribuyen a los más trascendentes Emperadores asirios el erróneo epíteto de “caldeos” (como al decir con equivocación “el caldeo Ashurbanipal”).
Paralelamente”, entre los amorritas establecedores de Babilonia (2300-2100 a.C.), “Shaamash” llegará a atesorar el sentido esencial de “La Justicia”. Hasta Shaamash alarga su mano el mismo Amurabi (el Amorrita) para recoger de su don las varas de medir, símbolos de Autoridad y de Justicia. El lector se preguntará sobre este doble salto geográfico y civilizatorio del término, pero recordemos al respecto que fueron los amorritas pobladores de las estepas norteñas de Mesopotamia quienes establecieron en Ashur a sus dinastías regentes -véase el temprano Shamshii Hadad, 1814 a.C.- , y de ahí la presencia de Shaamash tanto en Asiria como en Babel.

Adopción hebrea del monoteismo cananeo y apropiación particularista 
No es extraño que, por su parte, los hebreos “abrazaran” a El con bastante tardanza: pues concebir a El es el correlato de sedentarización y agricultura, y, con ellas, de la dependencia productiva y social-reproductiva respecto del cielo y sus fenómenos; y lo cierto es que los hebreos de linajes abrahámicos se sedentarizan “bastante tarde” (en torno a 1000 a.C., en Canaan).
A partir de cierto punto transitivo hacia el sedentarismo, hay constancia de que los hebreos, quienes llegaban cargados de politeísmo previo (tal y como suele corresponder a las comunidades cazadoras, recolectoras y pastoriles: la misma voz “eebri” alude a nomadismo), gustan empezar a auto-denominarse “israel”. Tal punto de inflexión ideológica fue mitificado en las tradiciones orales hebreas, y luego en la Torah, con el pasaje del re-nombramiento divino de Jacob (Israel).
La voz “Israel” albergará en ese punto una cuádruple connotación, estando, por lo demás, interconectado el sentido de cada elemento:
Familia de Dios” (en un sentido parenteral amplio: Osra-El);
El que ha combatido con Dios” (junto a Dios);
El que ha combatido con Dios” (el que se ha enfrentado a él, el que le ha desobedecido, el que le ha desafiado);
Guerrero de Dios” (esta acepción entronca estrechamente con la primera de “familia”, pues la función “militar” es dimensión inseparable del sistema de relaciones en que se vinculan los miembros de la comunidad gentilicia, así que ser “familiar” de alguien significa indiscerniblemente ser su “guerrero” y “protector”).
No faltan las interpretaciones que sitúan la interiorización teológica de El (Hadad-Mot) entre hebreos, en pleno periodo nómada pastoril caracterizado por los varios itinerarios de cruce entre extensiones peninsulares. Tampoco faltan -vistas las transformaciones escritas posteriores que forman parte del acervo judaico-, las imágenes, las metáforas, las expresiones..., que avalarían esta hipótesis (el cordero de Dios, la relación obviamente pastoril entre el Dios-Pastor y su pueblo-Rebaño, el “remanso de paz” buscado, los requerimientos sacrificiales de una cabeza de ganado transcritos ya en los primeros pasajes de la Torah, el ritual ancestral hebreo del holocausto, consistente en quemar rebaños enteros como acto sacro -sacrificio- conciliatorio, etc.).
Para dar todavía un giro de tuerca a la incógnita, no podemos dejar de recordar la inexistencia de consenso científico respecto del motivo material-subsistencial de la entrada hebrea en Canaan, afirmando, algunos investigadores, que los hebreos de “Abraham” habían llegado a recolectar, mientras otros los caracterizan, a su llegada al “Levante” mediterráneo, como bandas -y no tribus- de “puros” cazadores-recolectores ajenos a pastoreo por aquel entonces.

Hebreos: ¿un pueblo?
Recalco el epíteto de “abrahámicos”, o “de Abraham”, porque no son extraños los filólogos y los etimólogos postulantes de la siguiente tesis: “hebreo” designaba lingüísticamente, en principio, nada más que una condición social-gregaria y “de modo de vida”. Al decir de estos investigadores, se era “hebreo” -en un principio de significación- con arreglo a practicar colectivamente unas u otras artes de subsistencia (caza, recolección, domesticación y pastoreo...) ligadas al nomadismo y al despliegue ocasional o estacional de campamentos, en “contraposición” a un entorno marcado ya desde antiguo por el poblado y luego por la ciudad (Ugarit no es ya un mero poblado neolítico sobre el 8700 a.c., y por ahí andan Urshalem, Jericó y otras ciudades. Alepo -la Yamhad de los amorritas-, no tarda mucho en desarrollarse y complejizar su estructura...).
Por tanto -y siempre al hilo de estas tesis-, quienes fueron llamados en un principio “hebreos” no conformaban UN “pueblo” y ni mucho menos coincidían en UN conjunto de rasgos de idiosincrasia, ni idiomáticos tampoco. Habrían encarnado, por el contrario, un concepto “difuso” referido a tribus, agregaciones y bandas en muchos casos sin ninguna relación entre sí, ni objetiva ni inter-subjetiva (ni de origen, ni de distribución de producto, ni tampoco de paso por itinerarios comunes...). Era el ojo del “ciudadano”, del poblador o del aldeano sedentario aquello que los “unificaba” en el imaginario social, al contrastarlos con el “umran hadari” propio (Ibn Jaldun) y al no pocas veces ver en ellos y en sus rebaños “irrumpidores” una “distorsión” o una “ruptura” de apacibilidad y de orden.
Debido a todo esto, me gusta precisar adjetivizando con mención al mito “abrahámico”, cuando hablo de las comunidades hebreas que se instalaron en Canaan, pues la realidad “hebrea” fue más amplia y sobre todo fragmentaria.
Sea como fuere, la genealogía de noción de Dios Único, al que se alude evocando su “elevación”, está, entre los semitas primero levantinos y más tarde mesopotámicos, tanto como entre los sumerios no semitas hasta su auténtica fusión de descendencia con los acadios, eminentemente ligada a la aparición de la agricultura. Lo que no obsta en modo alguno para que los hebreos, quienes permanecerán pastores nómadas aún por milenios, pudieran haber adaptado esa Super-Estructura teológica a su cosmovisión referencial.
En cualquier caso, la etimología de “hebreo” reside en “los que cruzan; los que atraviesan”, pura alusión a nomadismo (obsérvese “cruzar, atravesar”: “aabara/iabiru” en árabe moderno, respectivamente pretérito y presente de la 3ª persona del singular, siendo aabri el participio activo).
Mientras “Abraham” a su vez, nombre mítico donde los halla, alude a “Quien los cruza; Quien los conduce a través de”, tradición recogida en la suposición torahica de viaje desde Ur (Sumeria) a Canaan -siglos XI o X a.C.-, tránsito en el que puede haberse desarrollado ya ideología de relación con El, transfigurada en esos manuscritos babilónicos como relación con Yahvé o Jehová (JHV en las estelas hebreas halladas en moabita, alfabeto que los hebreos aprendieron en Canaan). En este aspecto teológico hebreo de El o Il, toda la tradición, toda la “memoria” re-contada y toda la efusividad rabínica, no valen lo que vale el testimonio de una fría “huella” escrita o material-representativa, siendo lo cierto que no las hay relacionadas con aquel presumido “viaje desde Ur” (y ni tan siquiera las hay respecto del propio “viaje” bíblico desde Sumeria, y no digamos ya de la pre-existencia hebrea en Ur -inverosímil para pastores y recolectores-, por mucho que se detalle en la Biblia el paso de Abraham por Alepo).
Obsérvese, respecto de esa última derivación onomástica, que el participio activo (quien realiza la acción) es artificialmente “actualizado” como “aabri” en idioma árabe moderno según un patrón estándar (-aa-i) de aplicación al verbo. Pero en las sucesivas variantes levantinas (cananeo y sus dialectos fenicio, ugarítico, hebreo...) del tronco lingüístico semita, este sonido de “A larga” había sido realmente “Ee” para muchísimos vocablos. Y lo continuó siendo con la extensificación del árabe y su aprendizaje, preservándose esta pronunciación hasta hoy y siendo audible por ejemplo en el árabe de Líbano, palestino y sirio-litoral.
De todos modos, Abraham es “Ibrahim” en árabe, siendo aquí el lexema “Ibra” un participio activo, y, a su vez, siendo el sufijo de 3ª persona plural, “-him”, alusivo a “ellos” (quienes son cruzados, llevados), mientras que la palabra árabe “ibra” significa hoy “inyección” (que atraviesa la dermis). Por su parte el castellano, pleno de influencia léxica árabe, presenta la palabra “enhebrar”, referente a atravesar con el hilo el ojo de la aguja, así como la palabra “hebra” de hilo (para coser, en el tejido...).
El mencionado “encuentro” hebreo de El (aconteciera éste durante la sedentarización o bien desde antes) será condición permisiva para el posterior desdoblamiento de Dios en Yahvé (dios de la lluvia, de la bonanza estacional, del crecimiento de los cultivos...), paso ideológico que, como ya explico arriba, había sido dado antes por varios otros Grupos Humanos peninsulares, y que parte de recoger la dialéctica primigenia Hadad-Mot y re-formularla, re-nombrarla...
Quizás la diferencia/disrupción que los hebreos representaron en este aspecto, resida en haber conferido a El una identidad particularista, en “virtud” de la cual El pasaba a ser concebido como benefactor, interventor, censor, castigador, director, salvador, conductor, Pastor... de “su Pueblo” y para su Pueblo. Es decir: los hebreos llegan a renegar de la premisa de -por así llamarla- “Universalidad” de El, enunciando que éste es SU Dios porque a ellos ha elegido.
Llegados aquí hay que advertir: esta creencia particularista no debe ser confundida con la posterior tergiversación rabínica introducida desde Babilonia tras la migración de la élite israelita desde Palestina. Aquello que los rabinos introducen desde “su exilio” es la idea de “Pueblo Elegido” en un sentido Supremacista y de Destino dominador reservado por Dios a su Pueblo si este último sabe cumplir virtuosamente con su voluntad y plegarse a “lo que debe”.
Mientras que, en cambio, para los hebreos, la relación particular establecida -la Alianza- no había significado, en un principio, Supremacismo, sino la delimitación de una relación exclusiva con SU dios (sin entrar ni salir en la cuestión de deidades terceras y de la relación particular que ellas pudieran establecer con Grupos Humanos terceros). Se hubo tratado, pues, de un particularismo no monoteísta estricto sensu, sino “de monolatría”, pero que, en cualquier caso, irá cambiando en el intervalo histórico entre el “tiempo de los Profetas” y el “tiempo de los Jueces” (Rabinos), y culminando en la invención sacerdotal (rabínica) de una vengativa especie de “particularismo hegemonista”.

La noción de El colonizada por la noción de Jehová
Por otra parte, en medio de este tránsito entre periodos había tenido ya lugar en la conciencia colectiva de los hebreos, la identificación (con-sociación) entre Yahvé y El, siendo así que aquella deidad que había sido concebida como, por así definirla, “la mitad de El”, llega a tomar su lugar en la conciencia y a ser representada Dios (en tanto que tal). De modo que el cambio teológico experimentado por los hebreos puede secuenciarse, a muy grandes rasgos, como sigue:
1) Nomadismo y correlativamente politeísmo, con toda probabilidad totémico.
2) Interiorización de El y auto-percepción gentilicia como “isra-El” (el parentesco, o la gens, de Dios) y en lo sucesivo como “benei israel” (hijos de “israel”): exlusivismo o particularismo NO hegemonista respecto de otros Grupos Humanos. Puesta de El (“el que posee elevación; el que está elevado”) en su duplicidad de Hadad (Yahvé) y Mot (probablemente Moloch en principio, y luego Shitán).
3) Identificación de Yahvé con Dios (equivalencia Yahvé-El). Yahvitismo pre-judaico (continuidad del paradigma de exclusivismo NO investido de “vocación” dominadora: Yahvé, o JHV, es el Dios “identitario” y diferencial de Israel).
4) Ruptura de la divinidad: divorcio del polo “entrópico-negativo” de Dios respecto de Dios mismo (en otras palabras, Yahvé, o JHV, deja de ser también Shitan en sí mismo). Así pues, el Principio de esterilidad (Mot) re-aparece en la Torah como anti-divinidad; ángel caído. Aun con ello, obsérvese la reminiscencia de la concepción dialéctica “unitaria” precedente: pues Shitan es presentado al fin y al cabo como antiguo “ser de Luz”, y además el más luminoso (en la Torah, Génesis: “el que porta luz”, “el envuelto de luz”, que la refleja, “el que brilla”) de entre todos los ángeles (“ángel”: “ankh-El”, o “vida de Dios”).
Pero lo más importante de este periodo de judeo-supremacismo incipiente es que: se opera un cambio diametral en la forma de concebir el particularismo de relación entre Dios y “el Pueblo de Dios”. Puesto que tal particularismo había aflorado y se había desarrollado como antítesis al “universalismo” inherente a El tal y como había sido concebido por los Pueblos que lo habían interiorizado antes. Tal particularismo, o exclusivismo, poseía unas repercusiones y unas vinculaciones puramente endógenas, es decir, para los mismos israelitas.
Por el contrario, el particularismo tal y como se expone en el judaísmo primitivo (Torah), es un particularismo de vínculos universales con la humanidad (particularismo jerarquizador): gentiles de un lado, y judíos de otro, quedan vinculados por la estructura política de subordinación que articula sus Destinos respectivos. Por eso los requerimientos y exigencias dispuestos por Yahvé son de orden muy distinto en función de ser judío o de ser gentil. Pues también difiere cualitativamente aquello que Yahvé dispone para a los unos y para los otros, y, aunque un gentil pueda hallar salvación, siempre y solamente la hallará: primero, de acuerdo a un Destino servil ante el judío en el orden terrenal futuro “paradisíaco” para los judíos, y, segundo, si ha servido en vida a la consumación de los propósitos judaicos (tanto profanos y nada “trascendentales” como post-Armaghedon) y ha obrado “para bien del judío”. Ateniéndonos a lo expuesto y expresando el proceso como secuencia dialéctica, la cosa queda así:
TESIS: Universalidad de El, Il, Elah, Aali, Il.lah, En, Anu... para los Grupos Humanos del Creciente Fértil.
ANTÍTESIS: Exclusivismo hebreo de tipo endógeno (El, Dios de su “osra”, o “israel”, y luego Yahvé o Jehová (JHV).
SÍNTESIS: exclusivismo judeo-testamentario (Torah) con proyección universalista, pues se trata de un particularismo que se pretende Principio ordenador de la estructura de relaciones en el seno la humanidad según el dualismo político judío/gentil.

Complejización de la totalidad dialéctica Hadad-Mot en el imaginario gentilicio de la región 
Los sumerios desdoblarán aquella dimensión productiva/ germinadora/ afloradora/ exuberante/ arrolladora/ turbulenta (Hadad, o Enki para ellos), parte de lo divino, en dos sub-dimensiones consecutivas, respectivamente femenina y masculina: Inana-Damuzi.
Inana será evocada como Ishtar en Babilonia y por los cananeos como “Astarté”, al tiempo que Damuzi (contracción fonética de Damu-zi-Abzu, literalmente “el buen hijo del Agua”) es el Baal de los cananeos (fenicios) y fue quizás de los ugaríticos antes que de nadie. Baal: deidad de la lluvia, de los cauces torrenciales, del relámpago, de la tormenta... (“El Auriga de las nubes”, “Maestro de la tormenta, lluvia y tierra”), “aunque” es al mismo tiempo deidad solar (fuerza del sol, capacidad fecundadora, irradiación vital y “educación” sobre la vida en expansión, etc.). Todos ellos, atributos en coherencia con el papel que el imaginario contextual le reserva: subdimensión masculina del Hadad, mientras a Astarté se le atribuye el reverso “no tempestuoso” de florecimiento, templanza, equilibrio, calidez, fertilidad, etc.
Dicha subdimensión masculina del Hadad-Enki, subdimensión “encarnada” en Sumeria por Damuzi (“el buen hijo”), será llamada Tammuz por mera derivación fonética en Acadia. También, por extensión de influencia, en Babilonia, donde An sumerio (Dios) es Marduk. Varios siglos después, ciertas localidades costeras cananeas (caso de Gib' el) desarrollan para esta misma noción el nombre “Adon”, de quien los griegos harán transfiguración mitológica (Adonis). Desconozco en qué medida las tribus hebreas acogieron a Adon en su propia cosmología, pero, presente ya en la Torah, sí pasará a formar parte del judaísmo (Adonai: Adon-ai, “Mi Señor” o “Señor Mío”).
Hay que señalar, sin embargo, que la concepción de Baal atraviesa unas modificaciones que culminan en su asimilación con El. Este proceso último ha dejado registro onomástico, siendo, por ejemplo, el mismo nombre, tanto el nombre arameo “Manuel” -Ma/nu/El: “Con nosotros sea Dios”-, como el nombre cananeo Manibaal -Ma/ni/Baal: “Con nosotros sea Dios”. En un caso más del modelo de cambio del fonema “a” por “e” en extensiones enteras del arco mediterráneo levantino, Baal era pronunciado Bel por cananeos y otros pueblos litorales, siendo que hoy, sin ir más lejos, en las zonas costeras sirias y de la cordillera litoral, el citado “Manibaal” se pronuncia “Manibel”. Igualmente, los nombres cananeos luego hebraizados acabados en -bel como Isabel, Jezabel, Anabel, hacen por supuesto nombramiento a Baal.
Más adelante, “Baal” será incorporado en Asiria: así “Ashuurbanipal”, o Ashuur-bani-Baal (“Asirio, hijo de Baal”, donde Asirio = A-sirio = El sirio. Por tanto, “El sirio, hijo de Baal”). O también “Ashuurnasripal”, esto es, Ashuur-naaser-Baal (“Asirio Baal Salvador”, o tal vez “Asirio que da a Baal la victoria”). Más tarde aún, vemos preservarse en la colonia fenicia de Cartago la noción fenicia de Baal indistintamente asimilado a Dios. Así: “Anibal”, o “Hanni-Baal” (“Gracia, o Dicha, de Dios”).
La aludida “colonización” de la concepción de Dios por la concepción “holística” de Baal, portó en sí el reverso de que Baal “proliferara” en la conciencia colectiva mediterráneo-levantina como mil facetas divinas distintas (aunque esto no deba confundirse con politeísmo). Así, Baal Zebaab (Dios Señor de las moscas, el Demonio Belzebub o Belzebú en la inversión valorativa típicamente judeo-cristiana posterior). O Baal Bek (Dios Señor del valle de Beca).
Muy anteriormente, al Oriente septentrional de Mesopotamia El, An, En hubo sido nombrado Ashuur, que proviene del vocablo “shar” (señor), al que la aposición prefijada “a” o “al”, que queda fonéticamente adherida como “as”, determina a la vez que resalta y provee majestuosidad, quedando de ese modo Ashuur como “El Maestro”, “El Señor”. Los asirios llevarán el nombre que a Dios dan, hacia su propia auto-denominación (asirio, ashuur), así como a la tierra que pueblan y dominan (el país de Ashuur, de Assur o de Athur: el país de Dios, y, por extensión, de los asirios, ashuuri, señores).
Puede hoy desgranarse aquella raíz “shar” de entre significantes como: “shar” (poeta), “saaiyed” (señor), “saiid” (feliz), “asiira” (tribu, comunidad gentilicia), “ashiira” (“señora de”, compañera afectiva, quien se incorporaba en su presencia, y aún llega a incorporarse, a la familia o al parentesco del marido por la institución antropológica de patri-localidad), Ashuuria (Asiria, es decir, As-siria, La-Siria) o, sin ir más lejos, Suuria, Suriia (Siria).

Algunas especulaciones socio-lingüísticas
Cabe preguntarse si la raíz asiria no habrá llegado de algún modo hasta el castellano (señor) y el inglés (sir). También si acaso la raíz no mantendrá cierta relación con la raíz sánscrita primigenia (ar: “señor”) quizás de la mano de inter-conexión lingüística sumeria (la lengua sumeria parece ser indo-europea). No en vano, la voz “Ashuur” fue también la voz “Athur”, “At-hur”, mientras la raíz védica y ario-irania resuena directamente en las lenguas germánicas antiguas como el sajón, habiendo anclado por supuesto en la lengua alemana moderna (her: “señor”).
También se halla “ar” en la médula de designaciones alusivas a comunidad gentilicia territorial entre pueblos de lengua indo-europea (véase “ar-io”, véase el céltico “Eire” o véase Irán). Aunque es sobradamente conocida la historia del predicador Arrio y su tarea de cristianización primitiva, bien puede tratarse de un nombre mítico, y lo cierto es que los primeros germanos cristianizados se llamarán “arrianos” (creyentes del Señor), siendo posteriormente declarados herejes por la Iglesia en plena campaña sacerdotal de deificación de Cristo (aunque la misma oración católica del Credo había sido primero un rezo del arrianismo).
Por otro lado, quizás pueda establecerse “shar” en el núcleo etimológico de la voz indoeuropea-latina “Ser” en sus acepciones filosóficas de substancia o de coseidad, tanto como de esencia material objetiva de la existencia (ya he señalado que, a propósito de todo esto, quizás fuera el sumerio indo-europeo primitivo el elemento activo influyente en la fragua de la raíz “shar”).

Ritualidad, simbolismo y más derivaciones socio-lingüísticas
El rito babilonio de fertilidad consistente en celebrar el acogimiento-contención-comprensión-inseminación-fecundación de Ishtar (Inana) por Marduk (An) será figurado en forma de estrella (estrella de Ishtar), donde el triángulo con vértice único ascendente representa a Marduk y el triángulo con vértice único descendente representa a Ishtar. Este símbolo “viajará” a Canaan como estrella de Astarté, y los hebreos no la adoptarán hasta milenios después (cuando su sedentarización ya avanzada en Canaan), junto a muchos otros componentes culturales y religiosos cananeos (ya “fenicios” en la voz lingüística griega).
Así, por ironías de la historia (y sobre todo de la historia política e ideológica), la estrella de Ishtar-Astarté, “interiorizada” en tiempos del Rey israelita David (una prueba más del sincretismo imperante en el yahvitismo pre-judaico), ha pasado a verse como patrimonio judío por antonomasia.
Paralelamente, el sufijo “-Ki” sumerio añadido a En (El) y designador (Enki) del aspecto productivo, fértil, de riego, de lluvia, creativo, inseminador, fecundador-conceptivo..., dentro de la dialéctica interna de lo divino, es una partícula que pareciera haberse incorporado hasta al japonés (donde Ki es energía vital). Recordemos que el japonés es un idioma uralo-altaico, y que, en cualquier caso, los sumerios, llegados a la Mesopotamia meridional desde los valles caucásicos y la Persia Extremo-Septentrional, hablaban una lengua No semita.
Sin embargo, es obligado hacer notar aquí que podemos estar ante un caso de mera homofonía, pues la concepción en torno a la energía de la vida (Chi) perteneciente a la cosmovisión china tiene todos los números para ser el regazo del Ki japonés (probada es la honda influencia histórica de China sobre Japón en campos variopintos, entre ellos el filosófico, la comprensión del cuerpo y de su relación con las fuerzas rectoras de la vida, etc.).
Y, aun así, es lícito preguntarse si acaso el Chi no hubo bebido por su parte del planteamiento sumerio que identificaba como agua la Physis organizativa de lo real, habiendo sido China “mera” bisagra entre Mesopotamia y Japón. Al fin y al cabo, la Fuerza Productiva matricial común fue el agua y la necesidad de apurar su potencial de abastecimiento social-reproductivo. Fue éste el ariete material a partir del que va engarzándose la estructuración social de la producción (Modo de Producción llamado despotismo asiático o hidráulico). La representación mesopotámica centrada en un Principio vital fluido, auto-conformador y polifacético, que todo lo atraviesa y en todo queda (Ki), debió sin duda de entroncar con facilidad en ese otro contexto más oriental, donde también era el agua -su encauzamiento y gestión organizativa- la base de la continuidad social (y por extensión “de todo”, “del mundo”, en el imaginario de las comunidades cuyo ser social mismo dependía de la socialización del agua). Quizás esta idea deslizante de Ki se deslizara hacia China (el Chi del taoísmo), y fluyera luego con el curso de la historia imperial continental hasta empapar a Japón regando el afloramiento del concepto de Ki como la fuerza, el espíritu, el ánimo ínsito al movimiento de la materia, que se sucede como Karma, o auto-determinación de causas-consecuencias.

Hebreos abrahámicos: realidad y fabulación testamentaria
No se sabe a ciencia cierta si Abraham existió con tal nombre, o si el suyo es la denominación mítica cuyo sentido he diseccionado antes. Puede que no designe “más” que al típico mito de origen (épico o epónimo), al uso entre muchos Grupos Humanos nómadas tanto pastores como cazadores-recolectores, y que se centra en un héroe quien “contra viento y marea” vence una serie de obstáculos interpuestos, procurando la fundación de la comunidad y asegurando su pervivencia. Este tótem (constante antropológica para estos grupos en una u otra parte del mundo) encarna la totalidad de la comunidad y a sus relaciones (presentes o pasadas) de fraternidad genuina afirmadas sobre la base material de la no separación social de clase.
Sea como fuere, las tribus hebreas “abrahámicas” pisaron Canaan y se asentaron en esa tierra a caballo entre los siglos XI y X a.C., es decir, muy posteriormente a los indicativos cronológicos que se reflejan en la Torah (2000-2100 a.C según algunos interpretadores), y que tuvieron sin duda la intención falsificadora de presentar una “confluencia” entre la presencia hebrea y la civilización cananea anterior, haciendo parecer que los hebreos hubieran sido una de las “fuentes aportativas” a la maduración de esa civilización.
Por lo demás, los hebreos en sedentarización más o menos inicial no pudieron haber sumado más de unos cientos de personas, tal y como enseña la Constante antropológica relativa a las formas de agregación inter-tribal nómada (Constante determinada por factores materiales como ecología/demografía, movilidad, recursos, Fuerzas Productivas tales como el ganado, etc.).
En Canaan -y contra el mito de la “pureza de sangre”, de la endogamia y tal..., que el judaísmo testamentario ha cernido sobre los antiguos hebreos-, estos se mezclaron con moabitas, amonitas, amorritas, cananeos, arameos, edomitas..., validándose así la institución antropológica de “toma de mujeres” e incorporación de éstas a la gens como acto -de don, de ofrenda o de intercambio- que inaugura la relación humana de socialidad entre comunidades gentilicias distintas.
Contra la creencia común de “hebraicidad”, Raquel (Raq-El, “delicadez de Dios” o “claridad de Dios”, o “ternura de Dios”, o “simpatía de Dios”, o “compadecimiento -en sentido de solidaridad- de Dios”) , Sara, Rebeca, Ana (Hana, “Gracia”, “felicidad”), Elisabeth (“El salve a nuestra casa”)..., son nombres arameos, aunque incorporados al acervo hebreo dado la práctica de unión con mujeres arameas. La Torah misma habla del caso de Sara y de cómo Abraham la hizo su esposa. Recuérdese también que Moisés se casa con la hija del sacerdote cananeo Ra' u' el, quien -siempre según la propia narrativa de la Torah- lo acoge en la ciudad de Mediah cuando Moisés llega prófugo de Egipto, hasta que el hebreo decide volver al país de los Faraones.
Se cuenta en la Torah que Abraham y sus tribus llegaron a poner pie en Jerusalén (la cananea Salem, tal y como la ciudad es nombrada en esas páginas), hallando ceremonioso recibimiento de pan y vino por parte de su Rey Melchizedek, quien bendijo a Abraham. Este monarca, atesorador de altas funciones teocráticas, es presentado por la Torah literalmente como “el Sacerdote del Supremísimo Dios” (o sea, de El), mención que por sí nos muestra reminiscencias de la extendida creencia en El, Il, pervivientes hasta en la Torah.
Con el paso del tiempo, los hebreos aprenderían de los cananeos escritura, numeración, idioma (el hebreo, como el fenicio, no es otra cosa que un derivado dialectal del cananeo), aspectos de cultura material como la producción con metales..., y por supuesto el fondo religioso característico de Canaan.
Parece, como mínimo, “poco verosímil” que ese escaso número de seres hubiera podido jamás “forzar” su implantación espacial en medio de un contexto material y guerrero muy superior al suyo propio, y todo indica que “se les dejó estar”. Arraigaron por siglos a lo ancho de un área cifrada por la ciencia arqueológica en 16 km2, llegando con el tiempo a fundar un reino unificado (Judea al sur e Israel al norte) no mucho más extenso durante este periodo de unión política.
Desde luego, la realidad cae aquí muy lejos del “fabuloso” (de fábula) Israel bíblico, descrito en la Torah como extensión desde el Negev al sur y lindando al norte con el llamado “país de los cedros y el incienso” (Líbano) para englobar incluso ciudades como Sidón y Tiro.
No digamos ya si la realidad se compara con la fantasía de “Salomón Rey de Reyes” llegando a dominar y a obtener supeditación desde el Sinaí al oeste y Elam al este hasta Sheva (Sava) al sur, pasando por Asiria. Con este cuento los Jueces escritores de la Torah pretendieron sin duda dar “carta de naturaleza material” al mito de la promisión yahvítica del “Eretz Israel” a Abraham en el monte Sión, dándose a entender que durante un tiempo histórico interrupto la “herencia” había ya empezado ha hacerse realidad.

Secularización pseudo-científica sionista de la ficción testamentaria
El sionismo secular “modernizaría” esta invención a través de la aplicación de su particular pseudo-historia, pseudo-arqueología, pseudo-etnología..., agitándola como bandera ante mentes “no teocéntricas” o escépticas, pues así pretendía poder dar a sus ambiciones territoriales políticas un “fundamento” no necesariamente teológico, sino “histórico” (si es que a tales “escépticos” podían bastarles las ocurrencias escritas de unos rabinos, con todo el respeto para ellos, acompañándolas, eso sí, de todo un aparataje de pseudo-investigación pagado por el Congreso Mundial Sionista).
Para más inri, el diminuto reino atravesó por sucesivas vicisitudes de fragmentación, en cuya relación las desavenencias teológicas jugaron un papel no menor. Los israelitas del norte (samaritanos) valoraban, en no pocos casos, como una farsa el supuesto “arca de la Alianza” supuestamente sita en Jerusalén, mientras otros entre ellos exigían que ésta fuera trasladada a su “legítimo lugar”, Samaria, negándole a Jerusalén ser “el centro de sacralidad”.
Estos septentrionales fueron siempre enemigos declarados e irredentos de la tribu hebrea de Yahuda (nombre masculino en honor de Yah, o JVH) cuyos miembros tenían la hegemonía en el sur. De ahí el nombre de “su” Reino, Judea, y de ahí también su evolución hacia el gentilicio “judío” con que los romanos designarían a los habitantes de ciertas áreas de Palestina, concretamente a los pobladores de la región administrativa de Judea dentro de la Provincia romana de Palestina (dividida administrativamente en Judea, Galilea y Samaria). Ello sin que esa aplicación gentilicia regional significara per se -oh, gran y espeso error, que “ha traído cola” histórica- atribuirle judaísmo de creencia a la persona o al grupo específico.
Ambos grupos de “benei israel” (“hijos” o descendientes de “la familia de El”; o Dios) conocieron más guerra que paz entre sí hasta que David los “liga” en unificación política, convirtiéndose en primer Rey del Reino de Judea e Israel (aunque se le llama “Rey de Israel”), cuyo legado recoge y consolida Salomón (Shlom-o, o “Pacificador”).
Cuenta la Torah que Salomón mandó construir un suntuoso templo en consagración a Jehová. Y en esas páginas mismas se cuenta que el Rey solicitó la labor de orfebres fenicios, quienes eran además duchos en el trabajo de ornamentación con marfil, mármol, madera... Pero lo que la ciencia arqueológica puede decirnos de momento, difiere substancialmente: hay Registro Material de que el famoso templo de Salomón, hoy en el subsuelo bajo los cimientos de la mezquita de Al-Aqsa en Jerusalén, fue consagrado a Moloch y a Baal, divinidades cananeas de las que hemos hablado antes, y cuyo culto y creencia las tribus hebreas habían asumido.
Esta comprobación es todo un mazazo para quienes, ya a partir de la Torah como médula del judaísmo testamentario, establecen poco menos que una equivalencia entre yahvitismo diferenciador e historia “evolutiva” de la teología de los hebreos (y se trata de un mazazo redoblado si se tiene en cuenta que en plena época salomónica la historia hebrea en Canaan estaba ya bastante avanzadita). En cualquier caso, ahí queda el dato.
Por supuesto, hay arqueología y arqueología, y en Palestina, hoy y por lo menos desde la creación del Estado de Israel (1948), hay arqueología para dar y vender, nunca mejor dicho. Palestina aloja en nuestros días por lo menos dos veces más excavaciones, proyectos, prospecciones, investigaciones, actividad en yacimientos..., que cualquiera de los demás “núcleos fuertes” arqueológicos del Planeta (China, Siria, Irak, Irán, Turquía, Asia Central, México, Andes, Indostán, etc.). Ni que decir tiene que la abrumadora mayor parte de esta actividad tiene lugar bajo la promoción del aparato sionista (y a su completo servicio), o del sionismo internacional y/o de su poliédrico “mundo académico” desplegado a lo largo y ancho del Mundo. Ellos “demuestran” todo lo que a priori tengan establecido “hallar” y “probar”.
Una de las “maravillas” provistas por la arqueología sionista (o cripto-sionista, o filo-sionista...) se revela en la “sustentación” del famoso “cautiverio” en Egipto y luego del famoso “éxodo” desde el país de los Faraones, “hechos” de centralidad en la Torah.
Desde luego, los egipcios, en su rivalidad con los hititas por hacerse con la definitiva hegemonía geopolítica, penetraron en Canaan y rebasaron Jerusalén (Ur Shalem, o “ciudad de la paz”, que hubo sido fundada alrededor del 8000 a.C por un pueblo semita remoto, los jebuseos). Los ejércitos faraónicos continuaron hacia el norte y expandiéndose hacia el Este, hasta librar con los hititas la célebre batalla de Qadesh (en torno al 1300 a.C.). Qadesh había sido una ciudad-Reino amorrita que data por lo menos del 4000 a.C.
La contienda tuvo lugar en los rebordes (y algunos investigadores sostienen que también sobre las aguas) de la enigmática e irrepetible laguna verdescente homónima, emplazada en la Siria actual. Hay Registro científico de que los egipcios hicieron prisioneros a su paso por la región, tal vez entre los hebreos tanto como entre otras gentes. Parece ser, por lo demás, que el rapto no fue hecho “a la avalancha”, sino seleccionando determinados elementos, quienes serían puestos luego al servicio del Estado.
Sin embargo, no hay constancia arqueológica (ni paleográfica egipcia ni por parte de ningún otro “grupo protagonista” de la escena, como los mismos hititas) relativa a lo que se dice “cautiverio”, ni a la deportación ni presencia masivas de hebreos en Egipto. Tampoco la hay, por ende, de “éxodo” masivo o “popular” alguno, lo que no es óbice para que al tal Moisés y a otros posibles deportados y colaboradores en la Corte faraónica, se les acabara dando libertad en uno u otro momento.
No cabe duda científica, principalmente, de que los hebreos hechos reos no lo fueron en Canaan, más que nada porque desde que la campaña egipcia se produjera, tendrían aún que transcurrir mínimo tres siglos hasta que los hebreos empezaran a poner pie en Canaan. Esto no obsta para que efectivamente los egipcios hubieran capturado nómadas hebreos asentados transitoriamente en franjas más orientales de “la Siria natural”, o inmersos en sus rutas e itinerarios de apacentamiento.
Desde luego no hay constancia, por otra parte, no ya de la apertura en canal del Mar Rojo por voluntad de Jehová para dar paso a su “Pueblo Elegido”, sino tampoco de la épica “travesía por el desierto” de Egipto. Travesía que, dadas las circunstancias, pudo haber dejado algún tipo de Registro Material en concepto de restos de cuerpos, puesto que algunos de “los hebreos perseguidos” debieron de perecer durante la penosa huida sin apenas agua ni alimentos (por mucho que la generosidad de Yahvé obrara la providencial lluvia de Maná).
Tampoco la ciencia puede ofrecernos nada en relación a la pernoctación colectiva a la falda del monte Sinaí, donde Moisés habría recibido de Jehová las “Tablas de la Ley” (¿O de EL?; ¿qué pensaban de ello en aquel entonces los antiguos hebreos (o “isra-El”?). Monte Sinaí, o “monte de la Luna”: “Sin” era llamada la luna, y la diosa de la luna indistintamente, por ejemplo por varias comunidades gentilicias de la Mesopotamia meridional; aún hoy los “árabes de las marismas” pescadores de Shat Al-arab y otras zonas próximas, decoran los tejados de sus viviendas -de ancestral procedimiento constructivo- con símbolos semejantes a los símbolos acadio-sumerios relacionados con Sin.
Los Jueces artífices del judaísmo testamentario, y su Torah, valoraron el mítico “acontecimiento” de recepción de esos preceptos, en tanto que salto cualitativo en aquello que estos rabinos habían tomado por relación diferencial entre Jehová y su grupo selecto de mortales diferenciales (Yahvé, dios de israel, daba a sus favoritos los preceptos escritos para que ELLOS los cumplieran y se prepararan así, a ojos del “Justo Censor”, hacia ver consumado su Destino de Supremacía). Con ello no estoy afirmando, ni muchísimo menos, que las gentes hebreas durante el extenso arco histórico pre-judaico-supremacista interpretaran así ese mito suyo.
En lo que a este punto último atañe, la ciencia, que no ha hallado tablas pétreas sino códices jurídicos escritos de la mano del hombre durante el periodo demarcado en una de las cinco secciones de la Torah (“Reyes”), vincula contenidos legales y normativos con el legado que, en unos y otros lugares, el Código de Hamurabi había sembrado.
Aunque, véase al menos una cualitativa diferencia: si bien el Emperador babilonio -de Dinastía amorrita “sirio-occidental” que fuera conquistadora de gran parte de Mesopotamia (de ahí el nombre Hamurabi referido a gentilicio)-, había escrito: buen trato con los semejantes, en cambio los “benei israel”, desde la labranza de su exclusivismo característico, escribieron “Amarás a tu pueblo como a ti mismo” (y NO “a tu prójimo” en abstracto y tout court, tergiversación cristiana posterior de esa ley mosaica).
Dicho esto, de ningún modo la generalidad de las gentes hebreas acogió ni interiorizó el sistema de ritos y creencias desarrollado ya en el ocaso del siglo IV a.C. por los Rabinos (auto)devenidos Jueces a la sombra del Imperio neo-babilónico, y cuya teología esos Jueces exportarían a Palestina apadrinados por los invasores persas de Babilonia, con quienes habían entablado alianza.
Sirvan de ejemplo los citados samaritanos, yahvíticos pero en modo alguno judíos por ideología/religión (ni siquiera lo eran todavía en tiempos de Jesucristo), y contra quienes los “exiliados” se emplean con crueldad cuando entre los siglos II y I a.C. toman Canaan “a sangre y fuego” (son palabras textuales de la propia Torah al narrar la campaña de Josué, quien con su trompeta asola los muros de Jericó). De hecho, el tendencioso “retrato” que de los samaritanos hace la Torah es marcadamente “negativo”.
Análogamente, y dando un paso más en nuestra línea de razonamiento, resulta obvio a su vez que de ningún modo los judíos en su generalidad abrazaran el Talmud; ese “Oscuro Compendio del Supremacismo” escrito en arameo ya durante el siglo I d.C.
Así mismo, he ido hilvanando y formulando este texto que ahora sigue, desde el respeto también por el judaísmo ortodoxo NO-talmúdico, anti-sionista y denunciador del Estado de Israel como asesino dispositivo creado por una Gran Mafia mundial (veladamente antisemita y falazmente auto-atributiva de ser “heredera” de la antigüedad hebrea) en pro de consumar sus particulares fines hegemonizadores y de sometimiento humano.